martes, agosto 19, 2025

¿sufrimos porque pecamos?

La doctrina cristiana de la redención, en buena parte de su desarrollo histórico, ha puesto un énfasis excesivo en la dimensión de la culpa y el pecado individual, presentando la salvación casi exclusivamente como liberación de la condena personal. Esta perspectiva, en muchos casos, ha dramatizado la condición pecadora de la humanidad, situando el centro de la fe en la reparación por el pecado más que en la restauración de la vida.

Sin embargo, al acentuar de tal modo la culpa, se ha tendido a relativizar el sufrimiento real de las víctimas de la injusticia, de la violencia y de las estructuras de pecado. La cruz, interpretada únicamente como pago por la culpa, se reduce a un drama individual y espiritual, perdiendo su fuerza como signo de la solidaridad radical de Dios con los crucificados de la historia.

Una teología de la redención más fiel al Evangelio debe poner en el centro no solo la superación del pecado, sino también la liberación del sufrimiento. El clamor de las víctimas, tan presente en la Escritura, es inseparable del misterio de Cristo que muere y resucita. Recuperar esta dimensión significa reconocer que la salvación no es solo perdón para el pecador, sino también justicia, consuelo y vida para quienes han sido heridos por el mal.