domingo, septiembre 20, 2020

El evangelio: grito contra el paro (Mt 20,1-16) (ciclo A: 25)

Este evangelio de hoy trae de cabeza a algunos predicadores. ¿Cómo explicar esto de un propietario que paga igual al que lleva todo el día trabajando que al que llega a última hora? Recuerdo las pegas de tantos cristianos tradicionales que entendían que esta misericordia del Padre era injusta cuando entendían que el mismo premio (el cielo) se obtenía si te arrepentías a última hora o habías cumplido con pulcritud los mandamientos toda su vida. En el colmo del alambicamiento había quien se preguntaba que pasaba si un perverso se arrepentía a ultima hora y un esforzado cristiano moría de repente tras un pecado mortal. Dejemos ahora a un lado la crítica a estas miradas que tanto se han torturado.

La cosa es más sencilla. Si miramos a nuestro alrededor y no vivimos fuera de la realidad nos encontraremos con que este evangelio es un grito contra el paro. Intentemos imaginar cómo estarían aquellos hombres esperando en la plaza a ser contratados mientras sus familias esperaban recibir al final del día algo de dinero para seguir tirando.

1) Lo peor es el paro. Recordemos alguna experiencia con mirada limpia. Personalmente me he sentido así solo una vez en una plaza de la vendimia riojana. Es horrible. Un propietario necesita manos que recojan uva. Brazos mejor fuertes, mejor jóvenes, mejor experimentados. Un auténtico examen. Humillante. Elegido paradójicamente "a dedo", casi sin nombre, traslado en remolque de tractor... Por desagradable que sea hay algo peor:  quedarse en la plaza. La cosa se ha reeditado con muchísimos migrantes en las plazas de las periferias. En el fondo es la misma situación extendidísima de cualquier parado. Es la triste alegría de cualquier "elegido" o "elegida". ¿Elegido? Mal ¿No elegido? Casi peor. Por eso quizá el propietario del evangelio paga lo mismo.

2)  A todos lo mismo: un denario. Sí, sin depender de si se tenía más o menos experiencia, sin depender de si se era más o menos eficaz, más o menos rentable. A todos lo mismo. Los manuales de Doctrina Social de la Iglesia dedican páginas y páginas a cosas importantes y también a no pocas menudencias mucho menos importantes pero no suelen tratar que en los documentos oficiales (las encíclicas) no se dice nunca (que yo sepa) que el salario deba depender de haber estudiado mucho o poco, de ser más o menos perfecto, de las cualidades de mercado, de tener un conocimiento más o menos valioso. Cuando he comentado esto hasta algunos pobres protestan: 

-“¿Que mi nieta médico, con lo que ha estudiado, debe cobrar lo mismo que un auxiliar?

-Incluso menos, si es que necesita menos.

Una mirada limpia a las encíclicas defiende que el salario debe depender sobre todo de las necesidades que se tengan. Las familias numerosas o los discapacitados pueden necesitar más. No encuentro en las encíclicas una justificación de las diferencias salariales. El denario era lo necesario para vivir. Esto creo dice el Evangelio de hoy.


3)  La palabra “amigo”. El propietario llama al que se queja así: “amigo”. Podía haberle llamado Satanás (como Jesús a Pedro) o podía haberle llamado “fascista” (como ahora algunos dicen a cualquiera que le lleve la contraria). No. Le llama “amigo”. Porque todos tenemos vocación de amistad. Porque todos estamos con-vocados a no quejarnos porque cada cual reciba según sus necesidades. Jesús quiere ser nuestro amigo. Más todavía: en el corazón del enemigo late el amigo que está llamado a ser.

domingo, septiembre 06, 2020

PONERSE DE ACUERDO CUANDO QUEREMOS ALGO (CICLO A: XXIII)

“Si dos de ustedes se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, se lo dará mi Padre del cielo. Porque donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos”.


Ayer y hoy he preguntado cuatro veces en las Eucaristías: ¿Alguien cree que esto puede interpretarse como que si ustedes y yo pedimos hoy que se acabe la pandemia ésta se acabe? Todos han dicho que “no”.


Al cristianismo tradicional le cuesta aceptar cosas evidentes como esta. La pandemia no depende de que Dios la quiera superar y no se arregla porque nosotros lo pidamos. Es así. Evidente. Porque Dios no puede hacer lo que no puede hacer. Dios no puede hacer círculos cuadrados ni Dios puede hacer pasar por un puerta un objeto mayor que esa puerta.


A los textos evangélicos muchas veces hay que arrojarlos contra la realidad para que griten la verdad que contienen. Hay que quitarles el ropaje de falsas interpretaciones beatas que no por frecuentes dejan de ser falsas.


Este fragmentito del Evangelio ocurre millones de veces en la realidad. Para hacer cualquier cosa la hacemos mejor con otro: mover una mesa, arreglar una máquina, levantar una pared, etc. Todos somos hijos de un hombre y una mujer que hicieron equipo.


Necesitamos equipos de científicos que acaben con la pandemia. Equipos del políticos. Equipos de enseñantes. Equipos de ciudadanos. Equipos de sanitarios. Equipos de trabajadores esenciales. Equipos de amigos de la “casa común” que acaben con las causas ecológicas de la pandemia. Equipos de amigos de la “familia común” que hagan que los pobres no sufran las peores consecuencias de la pandemia. Equipos que se pongan de acuerdo. Cuando se hace todo eso se ve claramente que el Señor esta ahí: EN MEDIO. En medio significa EN MEDIO. Es decir: EN MEDIO.


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sábado, septiembre 05, 2020

martes, septiembre 01, 2020

Francisco:La raíz de todo error espiritual es creerse justo

El Pontífice lamenta hay un error espiritual que deja a Dios fuera de todo

«La raíz de todo error espiritual es creerse justo. Considerarse justo es dejar a Dios, el único justo, fuera de casa«, se lee en la cuenta Twitter del papa Francisco de este martes 25 de agosto de 2020.

Precisamente, el Pontífice ha invitado a volver a partir: «del sentirnos necesitados de salvación, todos».  «Es el primer paso de la religión de Dios, que es misericordia hacia quien se reconoce miserable. En cambio, la raíz de todo error espiritual, como enseñaban los monjes antiguos, es creerse justos. Considerarse justos es dejar a Dios, el único justo, fuera de casa.

Es tan importante esta actitud de partida que Jesús nos lo muestra con una comparación paradójica, poniendo juntos en la parábola a la persona más piadosa y devota de aquel tiempo, el fariseo, y al pecador público por excelencia, el publicano» (27 de octubre de 2019). 

Y afirma que el juicios se invierte: «el que es bueno pero presuntuoso fracasa; a quien es desastroso pero humilde Dios lo exalta. Si nos miramos por dentro con sinceridad, vemos en nosotros a los dos, al publicano y al fariseo».

Somos un poco publicanos, por pecadores, y un poco fariseos, por presuntuosos, capaces de justificarnos a nosotros mismos, campeones en justificarnos deliberadamente».

El Papa sostiene que esta actitud con Dios no funciona, puede funcionar con los demás. Pero, «con Dios el maquillaje no funciona». Así, exhorta a rezar para pedir la «gracia de sentirnos necesitados de misericordia, interiormente pobres».