domingo, octubre 31, 2021

Amar a Dios y al Prójimo (Marcos 12,28b-34) (B 31)

Para que el evangelio sea fecundo en nosotros es importante comprenderlo y para eso hay que cultivar la conexión del evangelio con nuestro tiempo, con nuestra vida. El evangelio no es fecundo si no observamos nuestra vida g-local (global y local al tiempo).

En nuestra vida utilizamos mucho los tonos ("ese tonito" dijo una vez una diputada a uin machista con acierto). ¿Qué es el tono?  Si un hijo nos dice "Pa, a los 16 me compras la moto"" y le decimos "Seguro, hombre, eso seguro", es muy probable que le estemos diciendo un NO clarísimo mediante el tono. Si un notario (o un evangelista) toma nota por escrito allí aparece un SÍ. Esto pasa mucho en el evangelio creo.

Llega en el evangelio de hoy un escriba con un tonito enteradillo a echar en cara a Jesús q ue se dedica más al prójimo que a las prácticas rituales, que los gestos de su vida le hacen alguien demasiado volcado en los demás, que tiene un mensaje inoportuno, radical, utópico y todas esas cosas, pero no lo dice así, sino que hace una pregunta trampa: ¿Cuál es el primer mandamiento?

Jesús, listo como un rayo, le dice la verdad de amar a Dios y le recuerda que es CON TODO, o sea, más allá de este o aquel cumplimiento. Pero añade algo ("si quieres caldo, toma tres tazas): "Y al prójimo como a ti mismo". Si observamos la vida sabemos bien que a nosotros mismos nos amamos más que a Dios; es más, mediante el culto y la piedad (falsa) muchas veces queremos dejar de darlo TODO aunque tengamos que perder ese tiempo para poder quedarnos con el resto. 

Jesús logra romper el falso dilema entre el amor a Dios y al prójimo. La persona somos una. El obispo emérito de Tenerife, Damián Iguacen decía: "Cuando a Cristo no se le ha dado TODO, no se le ha dado nada". Ocho veces sale en este evangelio "todo", más las cuatro de la primera lectura, doce. No esta mal.

lunes, octubre 18, 2021

“Dios no se entera”

"Salvar perros en La Palma, no tiene costo político.
Abrir a los pobres un camino hacia el futuro, eso costaría muchos escaños.
Y ya se sabe, entre escaños y pobres, nos quedamos con los escaños... y con los perros."

Santiago Agrelo

“Dios no se entera”. Eso es lo que pensaban los impíos. Pero empiezo a sospechar que eso pensamos también los que aún nos decimos creyentes.

Un día sí y otro también los hijos de Dios se mueren a decenas, a docenas, y nosotros, nuestros medios de comunicación, se supone que lo mismo que nuestro Dios, continuamos haciendo política de salón, política de partido, política de parte, política de acceso al poder, miserable política deshumanizada.

Los hijos de Dios se mueren a decenas, a docenas, un día sí y otro también, y nosotros, nuestros medios de comunicación, ¿también nuestro Dios?, continuamos dedicando horas interminables a estrellas de fútbol, a resultados de fútbol, a problemas de fútbol, a escándalos de fútbol.

Los hijos de Dios se mueren a decenas, a docenas, un día sí y otro también, y nosotros, nuestros medios de comunicación, ¿también nuestro Dios?, si de alguna manera nos referimos a ellos, no es para contar el número de los hijos que se nos mueren en un día, sino el número de pateras que en un día han conseguido llegar a territorio español.

Los hijos de Dios se mueren a decenas, a docenas, un día sí y otro también, y nosotros, nuestros medios de comunicación, ¿también nuestro Dios?, ponemos la lupa en educación de perros, en look de los perros, en carnet de identidad de perros, y nos asombramos ante los “perros influencers” –los “dogfluencers”-, y otras majaderías que contribuyen a que olvidemos el sufrimiento de los pobres.

Los hijos de Dios se mueren a decenas, a docenas, un día sí y otro también, y nosotros continuamos pasando de largo, sin mirar, sin ver, sin mancharnos, sin inmutarnos, sin enterarnos de nada.

No, no es Dios el que no se entera; lo somos nosotros, sus representantes, voceros de nosotros mismos y no del Señor, amigos del poder y no del evangelio, que todo lo vemos y de todo sabemos -de política, de economía, de mercados de verano y de invierno, de la verdad y de la moral, de perros y de frivolidad-, y no reconocemos a Jesús muerto de hambre y sed en una patera, ahogado en el Estrecho, en el Atlántico, en el Mediterráneo, o tratado como un delincuente si consigue pisar nuestros sagrados territorios.

¿Hasta cuándo daremos más importancia a los perros de los ricos que a los hijos de los pobres y de Dios que mueren en nuestras fronteras?

domingo, octubre 17, 2021

Estoy a la puerta y llamo.

Diego Velicia, psicólogo del COF Diocesano de Valladolid.
La puerta está entreabierta. Al tiempo que están separados por ella, esa pequeña apertura les une. Cada uno permanece en una estancia diferente con sus deseos, sus preocupaciones y sus proyectos... A la vez, ambos pueden observar al otro en la habitación contigua con sus deseos, sus preocupaciones, sus proyectos...
Uno de los dos se acerca a la puerta y, aunque está entreabierta, toca con los nudillos. Solicita la atención del otro, pide su apoyo, su comprensión. Sucede de manera constante.
La llamada adopta formatos diferentes. Una frase: “hoy he tenido un día horrible en el trabajo”. Un gesto: mostrar un informe médico con una mala noticia. Una petición: “por favor, no pongas pimiento en la pizza”. Una acción: preparar una cena especial. Una pregunta: “¿te acordaste de llamar al profesor de las extraescolares de nuestro hijo?” …
La intensidad emocional de las solicitudes también varía enormemente. Desde una trivial preferencia culinaria, hasta una mala noticia médica en la que se pone en juego la vida entera.
Cada solicitud, en el formato y la intensidad que sea, crea un momento único al que hay que responder. A quien estaba tranquilamente en su estancia se le presentan tres caminos.
El primero es el de ignorar la llamada a la puerta y quedarse en su propio mundo. Se puede leer el informe médico y ponerse a hacer sus cosas como si nada. Se puede hacer como que no se ha escuchado la queja del mal día laboral.
En algunos matrimonios la tónica es ésta, ignorar los toques en la puerta. Llamadas que quedan sin respuesta. Cuando esto pasa con frecuencia, una pregunta acaba brotando: “¿quién soy yo para el otro?” Con el tiempo, se irá reduciendo el número de veces que uno se acerca a la puerta a llamar. “¿Para qué?”, pensará. Una distancia empezará a abrirse entre ellos.
El segundo camino posible consiste en enfadarse con el otro por molestarle con esa llamada. “¡Qué pesadez, haberlo hecho tú!”, responderá a la pregunta por el profesor. Una cara de hastío será su contestación a la solicitud de no poner pimiento a la pizza. A la queja por los problemas en el trabajo, reprochará “te pasas el día quejándote”. De esa forma, se cierra la puerta con un sonoro portazo.

Cuando la llamada es respondida con enfado una y otra vez, la pregunta quién soy yo para el otro encuentra una respuesta contundente: una molestia. El efecto en la relación es demoledor.

El tercer camino es el de salir de sí mismo, abrir la puerta y entrar en el mundo del otro para atender su petición. Esto se puede hacer, también, de diferentes maneras y con distinta intensidad. Leído el informe médico se puede abrazar al otro y decirle “voy a estar contigo” o prepararle un café y preguntarle cómo está. La queja por el mal día laboral puede ser respondida con un “vaya, ya lo siento” o preguntando, “cuéntame qué te ha pasado”. Ante la pregunta por el profesor de extraescolares, se puede explicar “se me ha pasado hacerlo” o asentir con un gesto.

No se pueden atender siempre todas las peticiones. Ni los matrimonios más entregados lo hacen. A veces hay preocupaciones que tienen al otro distraído. En otros casos, la llamada es tan suave, la solicitud tan imperceptible, que pasa desapercibida. Puede que uno esté enfadado o cansado.

Pero en los matrimonios felices hay una dinámica de responder positivamente a esa llamada a la puerta, de abrirla, de salir de uno mismo para entrar en el mundo del otro.

A lo largo de la vida, puede haber algunas malas noticias médicas. Los malos días en el trabajo son más frecuentes. Las pequeñas tareas domésticas o familiares son cotidianas. La mayoría de la vida del matrimonio se juega en esas pequeñas cosas casi intrascendentes. En los suaves golpeos de nudillos en una puerta entreabierta.

Amor imperado - María Teresa Compte

“Preguntarse sobre las condiciones de vida de las mujeres y los hombres reales, históricos y concretos, las necesidades reales de las familias y las sociedades nacionales, es un imperativo que nace del encuentro entre las exigencias del Evangelio y las circunstancias históricas concretas” 

¿Por qué y para qué conocer y estudiar Doctrina Social de la Iglesia? ¿Por qué y para qué ponerla en práctica? Después de ciento treinta años desde que León XIII escribiera Rerum Novarum seguimos haciéndonos estas preguntas. Con toda seguridad muchos siguen considerando que la Doctrina Social de la Iglesia se trata de un compendio de buenas intenciones que un buen católico no puede rechazar, pero sí incumplir. Otros pensarán que está trasnochada o que carece de fuerza operativa, e incluso que carece de realismo, mientras que otros tantos la proclaman sin creer en ella. Luego están quienes creen que sirve para denunciar las contradicciones del mundo, pero que nada tiene que decir al interior de la propia Iglesia. Y quizás haya un número nada desdeñable de católicos que creen en ella y saben que es una concreción del Mandamiento del Amor con una fuerza histórica más que suficiente para promover un verdadero y auténtico desarrollo humano a partir de los imperativos evangélicos de justicia y caridad. Difícilmente puede amarse lo que no se conoce.

En realidad, la DSI no nació para ser simplemente conocida, sino para orientar la acción de los cristianos. Pablo VI en la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi argumentaba que para un cristiano no se trata solo de "prestarle atención" sino de ponerla como "base de su prudencia y de su experiencia para traducirla concretamente en categorías de acción, de participación y de compromiso" (38). Eso es, precisamente, lo que la DSI es: "una inspiración de fe y una motivación de amor fraterno" que debe servir a la liberación, el desarrollo y la promoción humana. Desde León XIII hasta Francisco, la Iglesia no ha dejado nunca de dialogar con el mundo en el que vivía. No siempre lo ha hecho con el mismo tono o con el mismo estilo, pero a través de su Doctrina Social ha mostrado que la persona es el camino de la Iglesia.

Preguntarse sobre las condiciones de vida de las mujeres y los hombres reales, históricos y concretos, las necesidades reales de las familias y las sociedades nacionales, es un imperativo que nace del encuentro entre las exigencias del Evangelio y las circunstancias históricas concretas. Un cristiano consciente de su Fe no puede ser indiferente al impacto que esas condiciones de vida causan en el desarrollo personal y comunitario de las personas y sus familias. El trabajo y las condiciones de trabajo, el salario y la vivienda, el régimen jurídico político y el orden económico, el reconocimiento y ejercicio de los derechos y las libertades fundamentales, el cumplimiento de los deberes cívicos, el acceso a la información y a la educación, la participación en la promoción del bien común, así como las condiciones de ejercicio de la libertad religiosa y de conciencia son algunos de los elementos que configuran el orden de la convivencia en el que se desarrolla la persona.

manos

Esta es, precisamente, una de las claves fundamentales de la Doctrina Social de la Iglesia. El orden de las relaciones de convivencia debe servir a la vocación humana fundamental. Y esta no es otra que ser plenamente humanos. "En los designios de Dios, leemos en Populorum Progressio, cada hombre está llamado a promover su propio progreso, porque la vida de todo hombre es una vocación dada por Dios para una misión concreta" (15). Cuando las condiciones de vida humanas no permiten, sino que impiden, el desarrollo pleno de cada persona real histórica y concreta (Redemptor Hominis 13) se frustra el plan de Dios y se niega a la persona la razón de ser de su existencia.

“El desarrollo, la liberación y la promoción humana no son, por lo tanto, un simple deseo de buena voluntad, sino un imperativo que debe orientar la vida de toda la Iglesia”

No parece que un imperativo de esta naturaleza pueda ser minimizado o ignorado por un cristiano. El desarrollo, la liberación y la promoción humana no son, por lo tanto, un simple deseo de buena voluntad, sino un imperativo que debe orientar la vida de toda la Iglesia. La DSI no es discrecional. No hay posibilidad de actuar cristianamente si los ojos con los que se mira la realidad y los criterios con los que se juzga esa realidad no están imbuidos del espíritu cristiano que es el que permite, después, actuar en cuanto tales. Se trata de mirar el mundo, de conocerlo y de juzgarlo con criterios cristianos, para poder así actuar desde la Iglesia al servicio de la transformación de la realidad. La DSI sirve a este fin y ofrece criterios que orientan nuestra acción personal y comunitaria al servicio de la persona, según el estilo de vida de Jesucristo para que el ser humano pueda realizar su plena vocación. Lo que cuenta para la Iglesia es "cada hombre, cada agrupación de hombres, hasta la humanidad entera” (PP14).Y no podemos ser moral, ni religiosamente indiferentes a la suerte de nuestros hermanos. "¿Cómo ha podido desarrollarse la idea de que el mensaje de Jesús es estrictamente individualista y dirigido sólo al individuo? ¿Cómo se ha llegado a interpretar la « salvación del alma » como huida de la responsabilidad respecto a las cosas en su conjunto y, por consiguiente, a considerar el programa del cristianismo como búsqueda egoísta de la salvación que se niega a servir a los demás?" (Spe Salvi 16).

comida

“Hacen falta mujeres y hombres que entiendan que no solo se trata de buscar la relevancia pública de la Iglesia sino la manifestación de una identidad impulsada por el compromiso por la justicia”

Las "sombras de un mundo cerrado" como leemos en Frattelli Tutti en forma de sueños que se rompen en pedazos, del fin de la conciencia histórica, de falta de proyectos para todos, de descarte mundial, de unos derechos humanos que no son suficientemente universales, de conflicto y miedo, de una Globalización y progreso sin un rumbo común, de pandemia y flagelos de la historia, de atentados contra la dignidad en las fronteras o de falsas ilusiones, de agresividad sin pudor, de información sin sabiduría, de sometimientos y autodesprecios (9-51) nos deberían impulsar a renovar el compromiso personal y comunitario con la liberación, el desarrollo y la promoción humana.

A eso nos llama Frattelli Tutti. No solo a reconocernos como hermanos, sino a materializar esta verdad a través del ejercicio un amor imperado que exige la creación de instituciones más sanas, regulaciones más justas y estructuras más solidarias. Para eso hacen falta "cristianos liberadores" (EN 38), o sea, un sujeto eclesial activo, mujeres y hombres, dispuestos a trabajar cooperativamente desde la lógica cristiana que entiendan que no solo se trata de buscar la relevancia pública de la Iglesia sino la manifestación de una identidad impulsada por el compromiso por la justicia.

MTeresaCompte



Mª Teresa Compte Grau
Directora del Máster universitario de DSI
(Fundación Pablo VI-UPSA)
Artículo publicado en el número 4.076
de la revista Ecclesia
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domingo, octubre 03, 2021

SENSIBILIDAD SOLIDARIA

¿Qué es la sensibilidad? ¿Emoción? ¿Acción? ¿Acción con emoción? ¿Sensiblería? ¿Escucha? ¿Creatividad? ¿Fantasía?

Una chica tuvo su período por primera vez en el autobús hoy y un adolescente que tenía un año mayor que ella detiene a mi hija y dice en su oído, mira, hay una mancha en tus pantalones. No te sorprendas. Envuelve mi suéter alrededor de tu cintura y vete a casa. No la grabó, no le tomó fotos ni la exhibió, no hizo burla ni bullying, sino que la ayudó


Estaría bien poner un hecho -realizado por otro- que sea similar (quizá más pequeño) de todos los años que he pasado o pasé en el instituto?