Para que el evangelio sea fecundo en nosotros es importante comprenderlo y para eso hay que cultivar la conexión del evangelio con nuestro tiempo, con nuestra vida. El evangelio no es fecundo si no observamos nuestra vida g-local (global y local al tiempo).
En nuestra vida utilizamos mucho los tonos ("ese tonito" dijo una vez una diputada a uin machista con acierto). ¿Qué es el tono? Si un hijo nos dice "Pa, a los 16 me compras la moto"" y le decimos "Seguro, hombre, eso seguro", es muy probable que le estemos diciendo un NO clarísimo mediante el tono. Si un notario (o un evangelista) toma nota por escrito allí aparece un SÍ. Esto pasa mucho en el evangelio creo.
Llega en el evangelio de hoy un escriba con un tonito enteradillo a echar en cara a Jesús q ue se dedica más al prójimo que a las prácticas rituales, que los gestos de su vida le hacen alguien demasiado volcado en los demás, que tiene un mensaje inoportuno, radical, utópico y todas esas cosas, pero no lo dice así, sino que hace una pregunta trampa: ¿Cuál es el primer mandamiento?
Jesús, listo como un rayo, le dice la verdad de amar a Dios y le recuerda que es CON TODO, o sea, más allá de este o aquel cumplimiento. Pero añade algo ("si quieres caldo, toma tres tazas): "Y al prójimo como a ti mismo". Si observamos la vida sabemos bien que a nosotros mismos nos amamos más que a Dios; es más, mediante el culto y la piedad (falsa) muchas veces queremos dejar de darlo TODO aunque tengamos que perder ese tiempo para poder quedarnos con el resto.
Jesús logra romper el falso dilema entre el amor a Dios y al prójimo. La persona somos una. El obispo emérito de Tenerife, Damián Iguacen decía: "Cuando a Cristo no se le ha dado TODO, no se le ha dado nada". Ocho veces sale en este evangelio "todo", más las cuatro de la primera lectura, doce. No esta mal.