Sugerencias para un cristianismo del siglo XXI: dialogante, comprometido, plural, vocacional, misionero, en crecimiento
sábado, noviembre 22, 2025
Síndrome del pavo real
jueves, noviembre 20, 2025
MÚSICA PARA LA SOLIDARIDAD EN EL PROGRAMA DE RADIO "SOLIDARIDAD"
Las mentiras que dijeron por robarse unos pedazos
Cuanta tierra levantaron por mostrarnos su grandeza
Lo que de verdad lograron fue que nos dieran tristeza
Y tanta pena que dan, ya no nos verán llorar
¿Cuánto vale lo que eres?
¿Cuánto vale lo que das?
Ya nos han quitado todo
Pero no podrán quitar la esperanza
De que un día todo tiene que cambiar
Grito desde el corazón
¿Quién se creen esos cobardes?
Que se atreven a mandar si no saben cuánto vale
Levantarse en la mañana para ir a trabajar
Con un beso de despedida una vela que apagar
Pedir un par de deseos que tal vez verás cumplir
¿Qué sabrán de ser feliz, si no saben sonreír?
Ya nos han quitado todo
Pero no podrán quitar la esperanza
De que un día todo tiene que cambiar
Que se atrevan a mirarnos a los ojos
Que se atrevan a encerrarnos con cerrojos
Ya hemos esperado tanto y no hemos de
Desesperar porque todo lo que sube algún día ha de bajar
Que se atrevan a pensar que son eternos
No se han dado cuenta de que están enfermos
Que aquí vamos a estar todos listos para contemplar
La caída de su historia y el camino a su final
El camino a su final
Que se atrevan a pensar que son eternos
No se han dado cuenta de que están enfermos
Y que aquí vamos a estar todos listos
Para contemplar la caída de su historia
Sólo queda la memoria de la lástima que dan
Y el camino a su final
Y el camino a su final
Y el camino a su final
Guarda sobre el que es su propio techo
Todos los justificantes de los hechos
Guarda una maleta por si hay que partir
Suena en su cabeza un eco que aún arrastra
Una misma historia siempre la desgasta
Cansada de justificar cómo vivir
Y se ha enterado
Después de mil batallas que la vida pasa a un lado
Y es el invierno
El que, después de noche y noche, la ha callado
Grita a viva voz que no hay para microfonía
Canta de pulmón, tu historia no se desafía
Eres aliciente, eres lo que le hace falta a la gente
Ay, guerrera, yo te llevaré en el alma la vida entera
Ir a la ventana antes que rompan el cristal
Es mejor arder en llamas, antes que callar
Porque vivir no es vivir si hay que vivir huyendo de uno más
Y acabo entendiendo un mensaje sincero
Cuídate, cariño, hazlo por ti primero
Que a poquito que empieces, nadie te podrá apagar
Y se ha enterado
Después de mil batallas que la vida pasa a un lado
Y es el invierno
El que, después de noche y noche, la ha callado
Grita a viva voz que no hay para microfonía
Canta de pulmón, tu historia no se desafía
Eres aliciente, eres lo que le hace falta a la gente
Ay, guerrera, yo te llevaré en el alma la vida entera
Haciendo que me despertara
Soñaba que flotaba en tu vientre mamá
Que volvía a nacer que me creaba
Que recobraba las ganas de vivir
Que la vida aún tenia mil regalos para mí
Soñaba que volvía a respirar bien
Y he saltado de la cama con las pilas al cien
Con las ideas oxigenadas
De lo que quiero ser, una visión clara
Ey, ya no hago un drama por nada
La vida era distinta a como yo me la tomaba
No es hacer, no es tener, es ser
Es amar, es crear, no es huir ni temer
Ey, si me olvidé de mi mismo por demasiado tiempo
Da igual, porque hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi rena
Ninguna droga joderá mi libertad
No quiero dañar mi cuerpo
No quiero fingir, quiero realidad
Voy a decir la verdad en todo momento
Hoy soñé que podía cambiar
Nada cambia si nada cambia
El mayor amor le tengo a mi persona
Ni me quiero matar ni me quiero morir, ¡perdona!
No me gusta ser un infeliz
Quiero respirar por la nariz
Quiero el puro sentimiento sin alterar
Quiero que el tiempo, sea una línea vertical
Quiero poner fin al motín de mi mente
Y que mi alma vuelva a reinar
Si me olvidé de mi mismo por demasiado tiempo
Da igual porque hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi rena
Voy a mirarme en el espejo
Y me voy a perdonar, por fin, por el daño que me he hecho
Voy a mirar ahí dentro
Y voy a bañarme en mi propia luz de salud y conocimiento
Porque es mi vida lo que está en juego
Nada más importante ya que es lo que es lo único que tengo
Voy a quererme y a cuidarme a partir de hoy
No quiero recuerdos, necesito vivir más ¡Allá voy!
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Hoy es mi renacimiento
Soy engreída y lo sabes bien
A ti que tienes siempre caldo en la nevera
Tú que podrías acabar con tantas guerras
Escúchame
Paremos la ciudad
Sacando un pecho fuera al puro estilo Delacroix
Mamá, mamá, mamá
Ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma, mamá
Todas las ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma
Ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma, mamá
Con ganas de llorar, pero con fortaleza
Escúchame
Paremos la ciudad
Sacando un pecho fuera al puro estilo Delacroix
Mamá, mamá, mamá
Ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma, mamá
Todas las ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma
Ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma (mami)
Ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma, mamá
Vivan las ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma
Ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma-ma
Sin ellas no habría humanidad ni habría belleza
Y lo sabes bien
Lo-lo-lo-lo-lo-lo-lo-lo-lo-lo-lo-lo-lo
(Lo sabes bien) lo-lo-lo-lo-lo-lo-lo-lo-lo-lo-lo-lo-lo
Escúchame
Antonio Paneque; ¿Qué es cuidar? (I)
Hay tres figuras femeninas destacadas en el proceso de recuperación de la ética del cuidado: Carol Gilligan, María Ángeles Durán y Catherine Ellison.
Carol Gilligan
María Ángeles Durán
De ahí que les interese que haya corderos, no que haya niños. Hay que invertir eso, afirma María Ángeles Durán, autora de “La riqueza invisible del cuidado”, introduciendo en la contabilidad el cuidado no visible, porque la justicia depende del cuidado. No solo es una cuestión de derechos sociales, sino de estructura. Dice que la revolución del siglo XXI va a ser la revolución del Cuidatoriado. En el siglo XIX los proletarios se unieron, tomaron conciencia y surgió la clase social del proletariado. Durán dice: si todos aquellos que cuidamos de alguien nos uniéramos, el mundo cambiaría. Necesitamos promover la revolución de los cuidados. Y hay una nueva expresión social que es el Cuidatoriado, como apreciamos en nuestros entornos. El día que los cuidadores tengan conciencia de clase, el mundo será distinto. Nuestra tarea en la pastoral sanitaria, pastoral social, consiste en decir: no nos olvidemos de los cuidadores, para no desatender esta dimensión personal de atender y cuidar
Catherine Ellison
Catherine Ellison plantea un concepto importante y revolucionario: inteligencia maternal como clave de vida social, cómo la maternidad nos hace más inteligentes. En esta época en que se habla de inteligencia emocional, social, matemática, las así llamadas inteligencias múltiples, ella afirma que hay una inteligencia nueva, la maternal. Parte del rechazo a la maternidad en el contexto laboral, pensando que sería un obstáculo y que el cerebro se empequeñece a medida que se tienen hijos, de modo que perdería su capacidad profesional. Pero ella afirma lo contrario: gracias a que tengo hijos soy más creativa, despliego recursos, porque hay un tipo de inteligencia muy importante vinculada a la maternidad. En psicología y filosofía se habla del papel del corazón, y desde aquí se plantea la inteligencia cordial. Con la recuperación de la inteligencia maternal se da carta de naturaleza a toda esta tradición, donde el corazón no es algo emocional, emotivo, sino estructural y constitutivo de la humanidad
Así pues, hablamos de una persona que genera un bien, un valor, en una determinada actividad, en unas circunstancias, allí donde están los otros. En el esquema fenomenológico para analizar el cuidado hay un cuidador, una persona que es objeto de cuidados en determinadas circunstancias, y hay un encuentro, una relación que generan una serie de prácticas. La ética del cuidado no se alimenta solo de una relación entre el yo y el tú, porque las circunstancias históricas, como el contexto concreto del que se trate, cuentan mucho.
¿Qué es cuidar?
Veamos ahora qué es cuidar, qué son los cuidados. Igual que se define al ser humano como homo ludens, como homo sapiens, como homo homini lupus, hoy tenemos que hablar del homo curans, pues somos animales que curan. La humanidad ha llegado donde está porque unos hemos cuidado de otros, sin el cuidado tendemos a embrutecernos, a deshumanizarnos.
Pero el campo semántico del cuidado es muy amplio. Hemos de ver dónde nos encontramos con precisión:
- cuidar remite en primer lugar a la cura, la crianza, la atención a los hijos en los primeros momentos de la vida respondiendo a sus necesidades. Es lo que en la historia de la moral, desde Platón hasta Santo Tomás, se conoce como la cura. También la filosofía del siglo XX con Heidegger retoma la cura como concepto central. La fenomenología, el existencialismo, el personalismo se alimentan de esta reflexión sobre la crianza.
- en segundo lugar, cuidar es devolver la salud, restaurar el equilibrio, el orden. El cuidado tiene que ver con la terapia, consiste en recuperar la salud perdida. Visto así, el cuidado es una actividad terapéutica, generativa, vinculada con la salud en todos sus sentidos: individual, colectiva, etc.
- el cuidado tiene también que ver con lo que en griego se conoce por Merimnao, es decir, la solicitud por el otro, la preocupación, atención hacia las necesidades del otro. Así, cuidar es hacer que nuestra ética no nazca de nosotros, sino que sea la respuesta que damos al otro, que se nos hace presente y nos reclama. Es el otro el que nos mueve a actuar, incluso sin haber dialogado ni haber reflexionado. Su rostro nos reclama. Por eso Levinas afirma que la clave de la ética no puede ser la autonomía moral: la clave de la ética es la heteronomía, la vicariedad respecto al otro. Mientras tenga alguien que cuidar, estoy haciendo ética. Quien no ha cuidado, no sabe de qué va la bioética.
¿Y desde el punto de vista cristiano?
- los primeros cristianos entendían el cuidado como eskeptomai, como vigilancia: el Señor se ha ido pero no nos ha dejado solos, nos sigue cuidando. Se trata de no descuidarse, de echar un ojo. Por eso, cuidar es no perder de vista. En otras palabras, cultivar la atención, que es un problema estructural serio en la era digital, y cada vez hay más alumnos con dificultades de atención. Cuidar, pues, es vigilar. No perder de vista al otro, su salud, las relaciones. Atender, evitar las distracciones. En la ética del cuidado hay una pregunta bíblica a la base de todo: ¿dónde está tu hermano? Es importante recuperar la idea de Merimnao, de solicitud, porque nos conduce a categorías importantes como la vulnerabilidad, la finitud, la fragilidad, que no tienen buena fama.
¿Y la pregunta filosófica?
¿y cómo cuidar bien? Aquí se propone el cuidado generativo, como el modo de llevar a cabo un cuidado responsable. Porque el cuidado, la profesionalización del cuidado y su práctica no consiste solo en dar de mí, dedicar tiempo a la persona objeto del cuidado, ver lo que necesita sin perderla de vista. A veces pensamos que el cuidado es la entrega, la donación (acción de donarse). Es cierto, porque el cuidador da su tiempo, sus conocimientos. Así es, sin donación no hay bioética del cuidado. Pero el don se puede plantear de dos formas: como un juego de suma-cero, de equilibrio, dando de lo propio. Pero esto es erróneo: a nosotros nos interesa que el dar sea un dar generativo. El voluntario cuando da su tiempo, no da horas, sino que crece, aprende, porque cuidar no es solo dar conocimiento, tiempo, entrega, sino que en realidad es dar-se, estar dispuesto a crecer con el otro. Quienes cuidan crecen, dan de sí. No es dar de mí, sino dar de sí. La clave de las relaciones humanas no es el tiempo que uno da al otro, sino el hecho de que estar dando tiempo al otro supone crecer juntos, el nivel de encuentro, de relación, de felicidad se ensancha, se esponja, da gusto. El verdadero profesional no es aquel que da su tiempo o conocimientos, sino aquel que está dispuesto a aprender del otro, por lo que la clave está en ese dar de sí.
Condiciones para que nuestras prácticas de cuidado sean dignas
El buen cuidado requiere que nos planteemos varias condiciones. Hay un cuidado inmediato, que no es necesario estudiar para aprender, pero si queremos cuidar bien hemos de aprender fisioterapia, medicina, etc. La investigación, el conocimiento son importantes. Veamos las condiciones para que nuestras prácticas de cuidado sean dignas:
1. En primer lugar, lo que llamamos la competencia, la pericia, que es un bien muy importante. Hay que saber hacer las cosas para proporcionar el cuidado requerido. Significa especialización y no ingenuidad
2. La confidencia: quien cuida del otro ya no lo olvida nunca, pasa a formar parte de su historia, porque se han vivido momentos confidenciales, únicos. El buen cuidado significa gestionar la confidencia, los secretos. La discreción es importante en el cuidado
3. La compasión: los cuidados atañen a personas con sensibilidad; hay personas que gestionan muy bien las cosas, pero son poco idóneas para el trato con las personas al carecer de compasión, de capacidad de sentir y padecer con el otro.
4. La confianza: las prácticas de cuidado han de generar confianza, de modo que el cuidado desee el encuentro con el cuidador, porque puede confiar en él. En la digitalización no hay confianza, hay sospecha y mera comprobación de datos.
5. Conciencia: cuidar es tener conciencia, es lo que nos distingue de los animales. Es la posibilidad de reflexionar sobre lo que se hace, cuestionarse ante los dilemas, y tener las ideas claras sobre aquello que se debe y no se debe hacer, siendo capaces de llevar la contraria al sistema. Se trata de no ser parte del engranaje digital del sistema sanitario.
6. Consuelo: es muy difícil saber consolar, tenemos que entrenarnos para ello: compartir historias, recursos musicales, artísticos, literarios que tengan que ver con la ternura. Cuando no hay ya nada que hacer, siempre se puede narrar un poema, contar una historia, cantar una canción. Cuando la curación no es posible, el consuelo y el cuidado sí lo son. No es lo mismo morir sin un poema, un canto, una oración familiar
Segunda entrevista
El personalismo
En la tradición cristiana del personalismo comunitario, la preocupación por el cuidado va siempre asociada a la preocupación por la justicia, por llevar a cabo un cuidado justo (Emmanuel Mounier, Jacques Maritain). Maritain habla de humanismo integral, porque las ciencias han hecho que el ser humano se convierta en un objeto, y hay que recuperar la condición de sujeto. Desde su trabajo en la UNESCO tendrá una responsabilidad directa en la redacción de la declaración universal de los derechos humanos, basado en la doctrina social de la iglesia. El humanismo perseguido no es anti teológico, sino un humanismo en que el ser humano es un centro descentrado. En nuestra antropología el ser humano desempeña un papel central, pero en el conjunto de la creación nuestra autonomía es teónoma, se mide por la relación con Dios. A la base del Vaticano II se halla este tipo de filosofía. La Populorum Progressio habla de desarrollo integral, tema que retoma Francisco con el cuidado integral de la creación, y se pone en continuidad con este humanismo teocéntrico .
Así pues, promover el cuidado integral supone cuidar físicamente, psicológicamente, en todas las dimensiones, y también en la esfera espiritual, pues la apertura a la transcendencia, la presencia de Dios en nuestros discursos y en nuestras prácticas no puede ser obviada.
La pregunta por el cuidado y las dimensiones del cuidado tiene tres aspectos importantes:
- macro cuidado (cuidado de la casa común, medio ambiente, impacto de la tecnología, impacto del progreso, e incluso el tema de las generaciones, sus derechos, porque el cuidado tiene una dimensión no solo intra generacional, sino que la dimensión generativa del cuidado se traduce en las nuevas generaciones y en sus derechos, ya que somos herederos de algo que se nos ha dado y lo hemos de legar);
- micro cuidado: limpieza, higiene, apoyo espiritual, la ayuda del otro: hoy se habla del cuidado del cuerpo, del cuidado holístico, integral; es una dimensión vinculada con el yo, el cultivo del yo, a veces estamos algo enmimismados pues el sistema social queda encerrado en el yo. De ahí un tipo de cultura y de prácticas individualistas, atomistas, vivimos en sociedades atomizadas, donde cada átomo cuida de sí, de su propio cuerpo.
- Pero se olvida o se deja a un lado el cuidado institucional, una dimensión clave ya que las instituciones han de tener rostro, estar al servicio de las personas: los bancos, las instituciones de justicia, las administraciones, los colegios no son fines en sí mismos sino han de estar al servicio y son una forma de cuidado.
La dimensión dialógica
Entramos en la hermenéutica o fenomenología del cuidado. La vida humana es encuentro, es cuidado. Por tanto se da la recuperación de una dimensión dialógica de la vida donde el encuentro es fundamental. Se recupera la persona, la conciencia, el sentido de comunidad: no hay persona sin comunidad. No estamos cerrados, nos vamos haciendo. La clave del propio currículo vitae no está en los cursos que hemos hecho, la clave de la construcción de la persona es el tipo de relaciones que ha mantenido, porque el otro es constitutivo del yo, de ahí la importancia de la alteridad. Yo soy por un tú que me ha constituido. De hecho, es decisivo ser llamado por el propio nombre, porque hasta que no se dice el nombre, uno no sabe quién es. La identidad de la persona es día-lógica, per-sonal. Uno no se reconoce si nadie ha dicho su nombre: la alteridad es constitutiva, el otro no es solo el diferente, sino alguien con quien tratar. Pasamos de la persona como átomo a la persona como abierta.
Carácter intencional del cuidado
Y aquí hay un elemento fundamental, que es el carácter intencional del cuidado, de modo que este no es un dato que se pueda recoger en una tabla de Excel, en un registro de datos. Los datos no recogen la intencionalidad, el carácter personal del cuidado. Cuando nos referimos al cuidado no pensamos solo en la objetividad sino en el significado, y esto es clave en la sociedad de la información y de la comunicación en la que vivimos. Debemos repensar el cuidado desde esa clave de la comunicación. Decía Laín Entralgo que la gran herramienta de la medicina es la silla, porque el médico tiene que saber escuchar para hacer un buen diagnóstico. Por eso es tan importante entrenarse en la escucha y en la gestión de la palabra.
La bioética se preocupa por los problemas que tienen que ver con el principio de la vida, eugenesia, y por el final de la misma, eutanasia. Sin olvidar lo que hay en el medio de ambas: la eudaimonia, o sea, la ilusión, el sentido. A veces la sanación es recuperar el sentido: una palabra sanadora, consoladora, que tiene mucho que ver con la palabra, el saludo. El saludo es clave para personalizar el trato, por lo que el agente de pastoral de la salud tiene la misión de introducir ilusión, calidad, en los profesionales sanitarios para que estos lleven un saludo cordial. Son prácticas de comunicación que hay que cuidar para percatarnos de la transcendencia de la escucha y de la palabra. Y hemos de entrenarnos, igual que entrenamos el cuerpo en el gimnasio.
Las bases éticas para el cuidado son la atención, el diálogo, la capacidad de respuesta y la personalización. O sea, acoger al otro, el uso de la palabra, la relación y, sobre todo, hacer que el mundo no sea de objetos atomizados sino de personas. El otro a menudo es visto como un cliente, un usuario, un paciente, un ciudadano, un consumidor. Son muchos roles, y pueden olvidar que se trata de una persona que tiene derecho a la atención, al cuidado. La personalización es la clave.
Veamos algunos personajes relevantes en la bioética del cuidado. En primer lugar, Levinas.
Él habla del cuidado como solicitud, y tiene una reflexión de gran hondura sobre la maternidad, la mujer. Plantea el hecho de que el tú es el que nos mueve. El origen de la ética no está en el yo (Descartes, Kant), hay ética cuando tú me movilizas: el tú es el origen de la ética. Y dice que tenemos que entender el diálogo en clave de asimetría. En la bioética principialista, cuando se habla del principio de autonomía se habla del consentimiento informado. No se trata de un papel que se firma, es una práctica comunicativa que busca recuperar la confianza entre el médico y el paciente. En cualquier caso se piensa en clave de relaciones simétricas. Levinas dice que en el cuidado no hay simetría; hay asimetría entre alguien que cuida y alguien que necesita cuidado. El que cuida acude a la demanda del rostro del otro, y se en-carga de él. Se hace cargo de él, porque el otro va a ser una carga, un peso. Más allá de la simetría del consentimiento informado, el cuidado genuino recupera la asimetría estructural de la relación de cuidados. En el modelo de la bioética principialista hay una cláusula de contrato, ese es el documento principal, pero la responsabilidad es carga; cuidar es asumir que la vida es una tarea pesada. Rezamos porque creemos que la gracia nos ayuda a llevar el peso. Hay una dimensión teológica vinculada al peso: hacerse cargo del otro.
Lo más fácil es que del cuidado se haga cargo el estado, que organiza los servicios de atención a los mayores, a los dependientes en condiciones de simetría (régimen liberal contractual), racionalizando, institucionalizando el sistema de cuidados. Pero en la pastoral de la salud recuperamos una dimensión asimétrica de la responsabilidad que a veces se olvida en el discurso social, político. La ética del cuidado tiene que ir más allá, hemos de cargar con el otro, asumir el cuidado . Levinas da más importancia al rostro que a la palabra, pues la comunicación no se termina en la palabra. Contamos con la caricia, la mirada, el consuelo. Así pues, el cuidado no puede ser solo apalabrado, expresado en un documento. El cuidado tiene que ver con la fuerza expresiva del rostro. El cuidador tiene que cuidar también su rostro, para que destelle ilusión, agrado, al margen del rostro del otro, que es el que nos mueve. El cuerpo recoge una sensibilidad que se nos va de las manos y nos interroga.
Levinas menciona tres figuras bíblicas: la viuda, el huérfano y el extranjero, para comprobar el ejercicio de la justicia. Son tres símbolos que funcionan como indicadores de un cuidado ético. Y habla del diálogo como apelación, reclamación, exigencia de responsabilidad, que el otro me reclama antes de que yo tenga propiamente conciencia de ello. El otro es el tú que reclama mi cuidado.
La segunda figura es Hans Jonas
otro pensador judío, que habla de la responsabilidad y afirma que la responsabilidad es el cuidado, que debe tener un carácter proléptico pues debemos pensar en nuestros hijos y en las futuras generaciones. No puede ser solo un cuidado cortoplacista, y el primer mandamiento es que la humanidad en el futuro siga existiendo, porque el conocimiento científico y el desarrollo tecnológico nos está conduciendo a la catástrofe. El imperativo kantiano (haz siempre lo que debes) es insuficiente. A partir de ahora tiene que haber un nuevo imperativo, el de la responsabilidad, que guíe la investigación científico-técnica. Porque el hecho de que podamos coger los genes (técnica de los Crispys), cortarlos, repararlos, ponerlos, para decidir el color del pelo, la altura, etc, de los seres humanos hacen ver que las posibilidades de manipulación genética son tan grandes, tenemos tanto poder en el laboratorio, que estamos consiguiendo que nuestra civilización sea eugenésica, no nacen personas imperfectas, porque buscamos la perfección, y porque la política liberal capitalista en que nos movemos, nuestro sistema sociosanitario va hacia la eugenesia liberal: queremos la perfección de la especie y no nos preocupa la curación y el crecimiento, sino el mejoramiento. Pero ¿qué es mejorar la especie? La investigación se centra en perfeccionar en el sentido de mejorar, pero se olvida de otras cosas. La bioética trabaja hacia la perfección, pero nadie da gracias por lo que se tiene. Nadie recuerda que la vida es un don, solo se piensa que es una masa que hay que experimentar y manipular. Jonas advierte de que las estrategias de mejoramiento plantean la distinción entre crear, crecer, curar. A su juicio, el coche de la investigación científico-técnica va demasiado acelerado, y nadie le puede poner freno. La ética de la responsabilidad consiste precisamente en poner el semáforo en rojo, detenerse, gestionar el cambio de marcha. No hay que ser ingenuos respecto a la investigación científica, es preciso reforzar los controles y la ética para asumir la responsabilidad. Para ello, la ética ha de dejarse ayudar de la metafísica.
MICROQUIMERISMO MATERNOFETAL Y DIOS
Pero ¿estamos dispuestos a aceptar que las realidades con que nos topamos cotidianamente pueden iluminar la realidad trascendente? Parece que sí.
Si esto es así, en la realidad actual hay un hecho tremendamente iluminador y que exige una reflexión teológica. Hoy sabemos algo de lo que lo que se llama microquimerismo. Dice wikipedia: “En humanos, y quizás en todos los placentarios, la forma más común es el microquimerismo fetomaternal en el que las células del feto pasan a través de la placenta y establecen una estirpe de células en el interior de la madre. Se ha documentado que las células fetales persisten y se multiplican en la madre durante décadas.” Es decir, hoy es claro que el bebé aporta a la madre desde el útero, desde antes del parto.
La pregunta teológica que yo me hago es: ¿El ser humano puede enriquecer a Dios? No digo que lo que ocurra en la vida humana sea obligatorio que tal cual ocurra en Dios. Digo que puede pasar. La teología clásica puede afirmar que al ser Dios infinito no puede ser enriquecido. Me parece un poco dogmático, un poco simplón (¡con perdón!).
Sin embargo, a mi favor quiero decir que la teología buena ha sido muchas veces muy abierta, al menos, a plantearse cuestiones. Una de los pensamientos tradicionales que en los últimos decenios ha vivido cierta conmoción es el Dios Todopoderoso convertido en el Dios crucificado. El Dios impasible en el Dios que padece, comparte, sufre. Que el viejo Dios inmutable ya no entusiasma es más que evidente, entusiasma el Dios que se siente afectado. Este pensamiento de gran presencia actualmente tiene hondas raíces tradicionales. San Bernardo decía por ejemplo “Dios es impasible, pero no es incompasible”, es decir Dios no padece pero compadece.
En este sentido la realidad del microquimerismo fetal nos puede hacer pensar. Es frecuente por otra parte la experiencia de los padres aprendiendo de los hijos, del dialogo sí, ¡pero también de lo que viene del tiempo actual! ¿Y si está experiencia vital de los padres en.hechos cotidianos fuera también algo inscrito en la experiencia vital y cerebral de la relación materno fetal?
Y de ello se puede deducir que el Dios infinito también pueda ser un Dios que crece. ¿Cómo? No sabemos pero podemos preguntarnos si sus experiencias amorosas le hacen crecer. ¿Es posible que la Cruz no le haya aportado nada? Me da la impresión de que Dios se enriquece con lo que recibe de la Humanidad. Como la madre durante décadas llevará células que proceden del bebé.
miércoles, noviembre 19, 2025
Nada humano nos es ajeno
Imanol Zubero
www.imanol-zubero.blogspot.com/
El 26 de noviembre de 1985, dos centenares de personas se reunieron en silencio durante quince minutos en la Plaza Circular de Bilbao. La convocatoria había surgido del grupo Itaka-Escolapios. No había discursos ni altavoces, solo una pancarta blanca con letras negras que decía: “Han matado a un hombre. ¿Por qué no la paz?”. Era una pregunta sencilla, casi ingenua, pero cargada de verdad.
Aquel día, el silencio habló. En realidad, el día anterior ETA había asesinado no a uno, sino a tres hombres: en Donostia, al cabo Rafael Melchor García y al soldado José Manuel Ibarzabal Luque; en Pasaia, al guardia civil Isidoro Díez Ratón. Tres nombres concretos, tres biografías truncadas, tres ausencias que se sumaban a una lista ya insoportable. Sin embargo, la respuesta de la sociedad no fue la rabia ni la venganza, sino el silencio compartido, el gesto sereno de quienes decidieron decir "basta" sin gritar. Ese día nació, sin saberlo todavía, la semilla de la Coordinadora Gesto por la Paz, que se constituiría formalmente en mayo de 1986.
Desde 1968 hasta ese momento, las distintas ramas de ETA habían asesinado a cerca de 470 personas. Los grupos de extrema derecha y parapoliciales habían matado a otras 66. Una veintena más había perdido la vida bajo custodia o por torturas, y decenas de miembros de ETA habían muerto en enfrentamientos armados o al manipular explosivos. Eran años oscuros, años en que el miedo se había instalado en la vida cotidiana. Como escribió Ruiz Olabuénaga en 1985, “no debería haber la mínima duda de que esta sociedad vive marcada por el dosel del miedo”. Pero el miedo, aunque real, no es la emoción que, creo, protagonizaba aquellos gestos. Ni siquiera la superación del miedo. Porque el gesto de aquel noviembre no fue un acto de héroes, sino de ciudadanas y ciudadanos. No fue una heroicidad épica, sino una afirmación moral: que la vida humana vale más que cualquier causa, que la decencia no tiene bandos.
Antes de Gesto por la Paz ya había habido movilizaciones. En 1978, la manifestación “Por una Euskadi libre y en paz” había reunido a miles de personas; hubo protestas contra el secuestro y asesinato de José María Ryan en 1981, de Alberto Martín Barrios en 1983, de Enrique Casas en 1984; los Artesanos por la Paz, los Colectivos Vascos por la Paz y el Desarme… Pero lo que aportó Gesto por la Paz fue continuidad, coherencia y una ética nueva: la destribalización del dolor.
Quienes participábamos en aquellos silencios no lo hacíamos por ser potenciales víctimas, ni por tener un vínculo personal con quienes habían sido asesinados. Podíamos no haber estado allí. Pero estuvimos. Lo hicimos porque sentíamos, de algún modo, que todo sufrimiento humano nos pertenecía. Porque sentíamos aquello que escribió Pablo Neruda en Los versos del capitán: “¿Quiénes son los que sufren? No sé, pero son míos”.
En aquellos silencios se gestó una pedagogía cívica: la de la empatía activa, la del reconocimiento mutuo, la de una ciudadanía que se sabía responsable del clima moral de su tiempo. No hubo consignas, pero hubo significado. No hubo líderes, pero hubo referentes éticos. No hubo espectáculo, pero sí ejemplo.
Si Hannah Arendt habló de la “banalidad del mal” para describir cómo personas comunes podían participar en atrocidades por mera obediencia o rutina, Gesto por la Paz nos permitió vislumbrar su reverso: la banalidad del bien. También aquí eran personas corrientes, vecinas, trabajadoras, estudiantes, quienes asumieron una responsabilidad moral elemental: decir no a la violencia.
Ese modo coral y humilde de actuar hizo posible que miles de personas “normales” se convirtieran en protagonistas morales de su tiempo. La ciudadanía de a pie, sin buscar heroísmos, sostuvo un movimiento cívico que transformó el paisaje ético y político del País Vasco.
Frente a la banalidad del mal, Gesto por la Paz nos recordó que el bien también puede ser cotidiano, repetido, y compartido: un acto simple, reiterado y profundamente humano que, precisamente por su sencillez, se vuelve revolucionario.
Y ese ejemplo nos sigue interpelando hoy. Porque vivimos de nuevo un tiempo de crispación, de deshumanización, de brutalismo. Un tiempo en que la palabra se degrada y la empatía se erosiona. Un tiempo en que los discursos se endurecen, las redes se convierten en trincheras y el otro -quien piensa distinto, quien viene de otro lugar, quien vota diferente- vuelve a ser percibido como una amenaza.
Frente a ese clima, recordar el origen moral de Gesto por la Paz no es un ejercicio de nostalgia, sino una tarea de presente. Su legado nos recuerda que la convivencia no se construye solo con leyes o instituciones, sino con actitudes éticas y gestos cotidianos. Que la paz no es un estado, sino una práctica ("No hay caminos para la paz, la paz es el camino"). Que la dignidad humana, cuando se defiende sin adjetivos, es la forma más profunda de compromiso.
Recordar que cada víctima, cada injusticia, cada dolor ajeno nos pertenece. Y entender, de una vez por todas, que la paz no empieza en los acuerdos, sino en el corazón de quienes se niegan a dejar de reconocer al otro como humano.
Porque también hoy, como entonces, es el mejor y el peor de los tiempos.
Y quizás, como entonces, el gesto más revolucionario sea el más simple: mantener viva la ternura cívica, el coraje silencioso, la humanidad compartida que hizo posible, en medio de la violencia, un espacio de paz. Y quizá la tarea que nos toca sea sostener la memoria de quienes eligieron el silencio frente al odio y seguir afirmando, una y otra vez, que nada humano nos es ajeno.
martes, noviembre 18, 2025
Martín Gelabert: Teología para este tiempo. ENTREVISTA RADIO
domingo, noviembre 16, 2025
DESTELLOS DE UN CURSO SOBRE FAMILIA Y EDUCACIÓN

jueves, noviembre 13, 2025
El espejismo del retorno religioso: nostalgia clerical, liturgias pop y misticismo de elites.
Guillermo Jesús Kowalski/religiondigital.com
Hay fenómenos con sensibilidad espiritual como lux de Rosalía, el simbolismo del film Los domingos o los masivos conciertos juveniles de Hakuna— que indican que lo religioso conserva una fuerza estética y simbólica en la cultura. Pero esto no significa necesariamente una vuelta a la fe eclesial. Más bien evidencia que el anhelo de profundidad sigue vivo, aunque no encuentre un cauce institucional claro.
Muchos prelados, sin embargo, interpretan estos signos como confirmación de que la Iglesia está recuperando su centralidad social perdida. Pero es una nostalgia engañosa. Se corre el riesgo de confundir un destello cultural con un renacimiento religioso, de ver en cada guiño espiritual un retorno a la “religión de antes”, que "tapa" las incómodas heridas provocadas por la Iglesia, que todavía supuran: imposición violenta de la religión, abusos encubiertos, clericalismo estructural, descarte de mujeres y sacerdotes casados, etc.
La cultura -con sus poetas, músicos y narrativas cinematográficas- está planteando preguntas espirituales, pero no necesariamente está buscando los pastores de siempre con sus respuestas prefabricadas. Dorothee Sölle lo expresó con lucidez: “Cuando la religión institucional deja de hablar el lenguaje del sufrimiento, los artistas y los marginados lo hablan en su lugar.”
La tarea pastoral entonces no consiste en “adueñarse” de estos fenómenos, ni en utilizarlos como marketing proselitista, sino en escucharlos, discernir y aprender. En preguntarse por qué las nuevas generaciones buscan espiritualidad fuera de la religión instituida. Y en asumir que la Iglesia debe convertirse en un espacio donde la sed humana de justicia, belleza y compasión encuentre hogar.
El revival neocon: mística sin conflicto y fe sin pobres
Entre los sucesos más celebrados están Hakuna y movimientos similares. Sus adoraciones luminosas, su estética cuidada, sus cantos de sensibilidad afectiva y disciplina juvenil brindan una imagen atractiva para quienes anhelan ver iglesias llenas de jóvenes “alegres en la fe”. Sin embargo, estos grupos plantean desafíos teológicos y pastorales que no deben ocultarse bajo la alfombra del triunfalismo.
La espiritualidad que proponen es intensa pero políticamente aséptica: mucho brillo, poca carne; mucha emoción, poca compasión estructural. Una fe desconectada del sufrimiento del mundo corre el riesgo de transformarse en mero bienestar religioso, en un refugio emocional que evita preguntas radicales sobre justicia, desigualdad, migración, violencia o pobreza.
Metz definió esta tentación con claridad: “Religión burguesa del sentimiento”, capaz de consolar pero no de transformar. Y Sölle fue aún más incisiva: “Cuando la mística olvida el sufrimiento ajeno, se convierte en narcisismo espiritual”.
Este tipo de revival de -la fe como “experiencia” emocional para jóvenes de clases acomodadas- corre el riesgo de convertirse en la banda sonora religiosa de su statu quo. Es una fe amable, luminosa, pero desencarnada; con lágrimas sinceras, pero sin memoria del sufrimiento; con guitarras, pero sin margen para los crucificados de la historia.
Por eso la Iglesia no puede celebrar estos movimientos como ovejas que vuelven al redil institucional. Más bien debe acompañarlos para que sus búsquedas espirituales se encarnen, tomen conciencia de sus sesgos de clase, se abran al dolor del mundo, abracen a migrantes, mujeres excluidas, pobres y descartados.
El desafío pastoral es profundo: ayudar a transformar una mística de consumo en una espiritualidad de compasión; pasar de las lágrimas ante el Santísimo a las lágrimas compartidas con los crucificados contemporáneos.
La tentación clericalista más persistente consiste en interpretar todo fenómeno espiritual como una oportunidad para “recuperar fieles”, “volver a llenar los templos”, “reconquistar influencia” o “restaurar la religión de antes”. Pero la fe cristiana nunca fue una empresa de clientes espirituales. Es acontecimiento, no marketing. Es compasión, no prestigio. Es servicio, no poder.
Zygmunt Bauman definió este proyecto restauracionista como “retrotopía sacralizada”: el intento nostálgico de reconstruir un mundo que el Espíritu ya desmontó.
Por eso la Iglesia debe renunciar a la interpretación triunfalista de estos fenómenos y adoptar una escucha más humilde. En vez de ver en ellos un regreso de la religión institucional, debe preguntarse qué está diciendo el Espíritu a través de la cultura, qué voces emergen en las periferias, qué reclaman los jóvenes, qué heridas necesitan ser cuidadas. Metz decía: “El futuro de la fe no depende de su triunfo, sino de su compasión”.
Y Francisco lo amplía desde una clave pastoral imprescindible: “Prefiero una Iglesia accidentada por salir que enferma por encerrarse.” (Evangelii Gaudium, 49)
Estos fenómenos contemporáneos no son un test para medir la salud del catolicismo, ni son la tabla de salvación de la Iglesia. Son llamadas, grietas, susurros. Son el recordatorio de que el mundo sigue buscando. Y la pregunta decisiva es si la Iglesia será capaz de acompañar esa búsqueda con humildad y compasión, o si preferirá reclutarla para un proyecto de restauración identitaria que no conduce al Reino de Dios.
La esperanza no es celebrar “retornos” religiosos que tal vez no existen, ni en instrumentalizar fenómenos culturales para reforzar un clericalismo moribundo. La esperanza nace allí donde la Iglesia se atreve a escuchar sin miedo, a discernir sin triunfalismo y acompañar sin controlar.
Fenómenos, entre muchos otros, como Rosalía, Los domingos o Hakuna no son la tierra prometida para reivindicar el poder perdido, sino oportunidades para abrir los ojos. Son señales de que el alma humana sigue buscando algo más, aunque sea en claves ambiguas o fragmentarias. Y también son reclamos a la propia Iglesia: a purificar su historia, a reconocer sus sombras, a abandonar la retrotopía sacralizada de la religión “de antes”, a renunciar al proselitismo superficial que tantas víctimas ha dejado.
El criterio final del discernimiento no puede ser la estética ni la cantidad de fieles, sino aquello que Jesús mostró como signo más claro del Reino: la compasión y la justicia, el cuidado de los descartados, la cercanía con los migrantes, con las mujeres excluidas, con los rotos del sistema —incluyendo los rotos que la Iglesia produce dentro de sí misma.
Metz nos recuerda que no hay fe sin memoria del sufrimiento. Francisco insiste en una Iglesia que se ensucie en las periferias. Sölle clama contra la mística sin carne. Gutiérrez nos grita desde los pobres que “la teología nace del clamor de los oprimidos, no del aplauso de los poderosos”.”
Por eso el futuro de la fe no pasa por reproducir viejas formas religiosas ni por coronar nuevos festivales devocionales. Pasa por caminar con humanidad, por escuchar donde el Espíritu habla hoy, por acompañar con ternura las búsquedas espirituales de nuestro tiempo sin domesticarlas ni utilizarlas.
poliedroyperiferia@gmail.com
Bibliografía fundamental
Papa Francisco: Evangelii Gaudium, 2013. Contra el clericalismo, el triunfalismo pastoral y la Iglesia autorreferencial. Fratelli Tutti, 2020. Enfatiza el “nosotros” inclusivo frente al individualismo espiritual. Christus Vivit, 2019. Importante para leer críticamente los movimientos juveniles. Laudato Si', 2015. Espiritualidad de justicia social unida a la justicia ecológica.
Teología política, memoria y sufrimiento: Metz, Johann Baptist. Memoria passionis, 2007 (ed. original 1977). Obra clave para comprender la crítica a una religión sin memoria del sufrimiento. Metz, Johann Baptist. La fe en la historia y la sociedad, 1979. Fundamenta la necesidad de una fe históricamente responsable. Gutiérrez, Gustavo. Teología de la liberación, 1972. Base para la comprensión del vínculo entre fe, justicia y opción por los pobres. Gutiérrez, Gustavo. Beber en su propio pozo, 1983. Sobre la espiritualidad que brota del compromiso con los oprimidos. Sobrino, Jon. Jesucristo liberador, 1991. Profundiza en la centralidad del crucificado en la fe cristiana. Boff, Leonardo. Iglesia, carisma y poder, 1984. Crítica al clericalismo y a la estructura piramidal de la Iglesia.
Mística crítica y teologías de la resistencia: Sölle, Dorothee. Mística y resistencia, 1997. Obra imprescindible para la crítica a las espiritualidades evasivas. Lash, Nicholas. Theology on the Way to Emmaus, 1986. Sobre el discernimiento comunitario en medio de crisis culturales.
Crítica sociológica a la “retrotopía” religiosa y al triunfo del espectáculo: Bauman, Zygmunt. Modernidad líquida, 2000. Sobre la inestabilidad y volatilidad de la vida moderna. Retrotopía. 2017. Analiza el deseo contemporáneo de volver a modelos idealizados del pasado. Bauman, Zygmunt. Vidas de consumo. 2007. Sobre la conversión de experiencias humanas en productos emocionales. Lipovetsky, Gilles. La era del vacío. 1983. Clave para entender el trasfondo de espiritualidades sin densidad social.
Teología pastoral y crítica al clericalismo: Castillo, José María. La humanidad de Jesús, 2011. Para entender la fe desde la compasión y no desde el poder. Martini, Carlo Maria. Conversaciones nocturnas en Jerusalén, 2008. Sobre las crisis de credibilidad eclesial. Scannone, Juan Carlos. La teología del pueblo, 2013. Marco interpretativo para leer la religiosidad popular sin instrumentalizarla.
Abusos estructurales y credibilidad eclesial: Doyle, Thomas; Wall, Patrick; Dominic, Thomas. Sex, Priests, and Secret Codes, 2006. Sobre los mecanismos institucionales que permitieron el encubrimiento. Faggioli, Massimo. Catolicismo y ciudadanía, 2017. Para comprender los desafíos de la Iglesia en la esfera pública actual.Kepel, Gilles. La revancha de Dios, 1991. Aunque anterior, ilumina ciclos de “revival religioso” en clave crítica. Hervieu-Léger, Danièle. La religión, hilo de memoria, 2005. Fundamental para interpretar las espiritualidades líquidas.
martes, noviembre 11, 2025
Jesús Belda: ¿Qué está pasando en Cuba?
El verdadero bloqueo de Cuba
Durante más de seis décadas, el embargo económico de Estados Unidos contra Cuba ha sido utilizado por el gobierno de La Habana como la explicación de todos los males del país. No hay alimentos, medicamentos ni transporte: la culpa es del “bloqueo”. Sin embargo, ese argumento ya no resiste el peso de la realidad.
El embargo —aunque injusto, anacrónico e ineficaz— no es el verdadero responsable del estancamiento cubano. Hoy, Cuba mantiene relaciones comerciales con más de 70 países, entre ellos China, Rusia, México, España, Vietnam y Venezuela. Ninguno de ellos impide que la isla compre o venda, que importe tecnología o que acceda a créditos internacionales. La economía cubana no está completamente aislada del mundo: está atrapada en su propio sistema.
El verdadero bloqueo es interno. Es el que impone un régimen que no permite la libre empresa, que reprime la iniciativa individual, que censura las voces críticas y que convierte la supervivencia en un acto de resistencia cotidiana. Es un bloqueo que no necesita barcos ni sanciones, sino decretos, comités y miedo.
El gobierno cubano ha demostrado una habilidad admirable para perpetuarse, pero nula capacidad para modernizarse. Cada intento de apertura económica termina neutralizado por el temor a perder el control político. Mientras tanto, los cubanos siguen emigrando masivamente, no porque un país extranjero los bloquee, sino porque el suyo les impide prosperar.
Por supuesto, el embargo estadounidense debería levantarse. Es una medida obsoleta que solo sirve como excusa perfecta para quienes gobiernan sin rendir cuentas. Pero levantarlo no cambiará la esencia del problema: Cuba seguirá bloqueada mientras su propio gobierno mantenga cerradas las puertas del progreso, la libertad y la dignidad.
Porque el bloqueo más duro no está en las fronteras: está en la mente y las leyes de quienes llevan más de sesenta años impidiendo que su pueblo se desarrolle.
domingo, noviembre 09, 2025
ROSALÍA. ¡QUÉ CRUZ!
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Imanol zubero/ Facebook
























