domingo, febrero 05, 2023

¿Llevamos a los niños pequeños a Misa?

Joaquín Mª García de Dios 
(Revista Catequista)
(sobre al autor)

A veces para que se vayan acostumbrando, otras porque no tenemos con quiénes dejarlos y otras porque daño no les va a hacer, solemos llevarlos con nosotros a la misa de cada domingo. ¿Está bien? ¿Qué es lo que deberíamos hacer? ¿Conoces sitios en donde hayan solucionado este problema?

Una vez más: la eucaristía no es una celebración para niños. Incluso las eucaristías para niños muchas veces no son más que sucedáneo que satisface, pretendidamente, algunos tópicos, pero suscita interrogantes muy inquietantes.

Habría que evitar que asistan a la eucaristía sin participar en ella. Y, por cierto, esto no sólo los niños sino los mayores que sólo oyen los altavoces, no la palabra de Dios. Porque también fue mala idea eso de formular un mandamiento como oír misa entera todos los domingos como sin se mandase oír y se hiciesen acomodaciones para puntualizar el sentido de entera haciendo rebajas para justificar los mínimos.

Cuando existe una comunidad de creyentes que celebra su fe en la eucaristía, la presencia de los niños va siendo progresiva, cuando ya se están preparando para participar en la misma el día de la Primera Comunión.

Cuando lo que se quiere resolver es el problema de atender a los niños para que sus padres puedan vivir sin agobios la eucaristía, y todos los fieles concentrados en una iglesia no tengan que estar aguantando (por generosamente que lo hagan) que los niños procedan como niños durante una misa, entonces se encuentran múltiples soluciones: desde un rincón suficientemente retirado y acondicionado en la iglesia para que los niños jueguen, hasta la organización de actividades paralelas y tuteladas por monitores adecuados para esta tarea en locales cercanos a la iglesia.

La asistencia precoz a la eucaristía no va a mejorar su manera de comprenderla ni de vivirla. Más bien al contrario. La expresión de una fe comprometida y compartida no puede hacerse en falso, y justificar así, de una manera bienintencionada pero equivocada, el que se siga viviendo el resto de la vida en falso.

Ni rezar sin rezar. Ni ir a misa sin vivir la misa. Ni el soportar unos ritos, unas oraciones, unas predicaciones que no se pueden entender, y que dejan como poso que ir a misa es un rollo y, en cuanto podamos, ya no iremos.

El respeto a los niños y el respeto a la eucaristía son las dos coordenadas que pueden orientar a los que andan buscando soluciones. Y la existencia de una comunidad de fe que celebra la eucaristía de verdad será la que encuentre las soluciones concretas para los niños nacidos, bautizados y catequizados por esa misma comunidad.
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