viernes, febrero 03, 2023

EDUCACIÓN: CUATRO LADRILLOS QUE NOS CONSTRUYEN COMO PERSONAS (RADIO)

En la emisora diocesana de Canarias el psicólogo Diuego Velicia ofrece cuatro puntos cardinales de la Educación (pinchando en la flecha)

Estos cuatro elementos surgen de la revisión, de la reflexión y del diálogo de nuestra tarea como padres, profesionales, como monitores, como familia, acerca de nuestra tarea educativa con niños y jóvenes.


No es ninguna teoría científica (al menos de momento) que se estudie en las universidades, sino que pretende colaborar con todas aquellas personas que les interesa la educación y el crecimiento integral de los niños y de los jóvenes. Se trata de reflexionar sobre cuatro elementos que son como la base sobre la que se va construyendo y madurando la personalidad a lo largo de la vida. Esta reflexión está abierta al diálogo y a las aportaciones de todos los que quieran hacerlas.

 

REFLEXIVIDAD


El primero de estos 4 elementos es la reflexividad. Reconocemos una etapa en la vida de los niños, normalmente una etapa temprana, en la que los niños nos hacen preguntas y se hacen preguntas, ¿por qué pasa esto? y cuando les damos una respuesta, vuelven hacer otra vez la misma pregunta y ¿por qué pasa eso? 


La reflexividad la podemos definir como la capacidad de hacerse preguntas. Es importante hacerse preguntas, yo diría que es el primer paso, el primer ladrillo para construir una personalidad adecuada al mundo en que vivimos. Hacerse preguntas requiere la cualidad y la capacidad de centrar la atención, es decir, la capacidad de dirigir la atención hacia un objeto determinado, mantenerla durante un tiempo. Esta capacidad nuestra de concentrar la atención se ve atiborrada por un montón de cosas. Necesitamos la sorpresa, la capacidad de sorprendernos. Esta capacidad es muchas veces imprescindible para hacerse preguntas. Además de la necesidad de centrar la atención es importante también ser capaces de contener el primer impulso que muchas veces brota ante una pregunta, el primer impulso de dar una respuesta sin abrir una pausa. Esta pausa, a menudo imprescindible entre la pregunta y la respuesta, es la que nos permite introducir nuevas opciones, nuevas variantes de respuestas, nuevas posibilidades, ser más creativos. No solo es importante dar buenas respuestas sino abrir este espacio entre la pregunta y la respuesta que permita considerar las alternativas, que nos permita valorar nuestro primer impulso. A veces puede ser un primer impuso adecuado o correcto, pero otras veces podemos encontrar mejores respuestas cuando somos capaces de hacer este "alto".  


Esta dinámica de la reflexividad tiene mucho que ver con la capacidad o la dinámica de los adultos de hacernos preguntas a nosotros mismos en alto delante de los niños y darnos respuestas. Quizás si los adultos nos hiciéramos más preguntas y diéramos menos órdenes potenciaríamos más en los chavales esta cualidad de ser reflexivo. También tiene que ver con la capacidad nuestra de hacerles preguntas a ellos, no interrogatorios sino preguntas acerca de cosas que vemos en la realidad y dejar que ellos den sus propias respuestas. Esa dinámica desde pequeños permite acrecentar la cualidad de la reflexividad.

 

AUTONOMÍA


El segundo elemento es la autonomía. Si en la primera hablamos de la capacidad de hacerse preguntas, la autonomía tiene que ver con la capacidad de plantearse a uno mismo la pregunta sobre “¿qué tengo que hacer ahora?” “¿qué pide de mí esta situación?”. También con la capacidad de responderse a esa pregunta y poner la respuesta en marcha. Lo que sucede es que muchas veces, no hay pregunta porque esa pregunta es constantemente respondida exteriormente. “Tienes que lavarte los dientes”, “ven a comer”, “ayuda a poner la mesa”, “estudia, vamos hacer los deberes”, “vístete”… En demasiadas ocasiones los padres, y los adultos en general, lo que hacemos es decir a los chicos lo que tienen que hacer, sin dar espacio para que ellos se hagan la pregunta.


Es verdad que para que exista la autonomía, además de esa capacidad de hacerse la pregunta, de esa reflexividad, tiene que existir la voluntad que supone ponerse en marcha. Se trata de decidir actuar y hallar la respuesta adecuada a esa pregunta. Muchas veces el primer paso a la hora de actuar es el más difícil de hacer, y también el que permite iniciar el movimiento. Esta autonomía la entendemos desde la capacidad de hacerse la pregunta de qué tengo que hacer, qué pide de mi esta situación, y también con la capacidad de responderse, de dar una respuesta adecuada y en tercer lugar de ponerse en marcha, es decir de dar el primer paso y llevar a la práctica aquella respuesta.  

 

SERVICIALIDAD


El tercero elemento lo llamamos servicialidad, los dos anteriores tanto la reflexividad como la autonomía se puede volver hacia uno mismo, de forma que las pregunta que yo me hago y las respuestas que me doy tienen que ver conmigo. De esto modo conducen, o podrían conducir al autocuidado, podríamos decirlo así, en una dinámica sana, y no es poco que sea así. 


La servicialidad tiene que ver con la capacidad de hacer la pregunta de "qué necesitan los demás”. En la "autonomía" nos hacíamos la pregunta ¿qué pide esta situación de mi? ¿qué tengo que hacer ahora?, pero en la servicialidad lo que valoramos,  lo que nos preguntamos es ¿qué necesitan los demás? ¿qué necesita mi familia?, o ¿qué necesita este amigo?, o ¿qué necesita este grupo de amigos, qué necesita mi clase en estos momentos?. También el gran mundo, el barrio, el colegio, la ciudad, el mundo en que vivimos, y la pregunta “¿yo qué puedo hacer ? ¿qué puedo aportar?”  Me planteo lo que yo puedo hacer, lo que pide de mi esta situación para transformar, para corregir, también para mejorar y ampliar las cosas que van bien, para también corregir las que no van bien. 


Es verdad que no todas las personas autónomas y con reflexividad  estan disponibles para los demás. La servicialidad da un paso más al introducir la mirada al pequeño y al gran mundo y preguntarse no solo por lo que me toca a mi ahora , sino por lo que necesitan los demás.  Una servicialidad sin reflexividad, no es más que obediencia, muchas veces sin mucho sentido y una autonomía sin servicialidad puede llevar únicamente al egoísmo.

 

SOCIABILIDAD


El cuarto y último elemento lo hemos denominado sociabilidad. La sociabilidad tiene que ver con la capacidad de establecer lazos y relaciones sociales sanas que vayan dirigidas también a un objetivo común. Es decir, relaciones que no se quedan única y exclusivamente en el propio beneficio.


Todas estas dimensiones han de equilibrarse entre sí. Podemos encontrarnos, por ejemplo, con un problema de sociabilidad por exceso, es decir personas que por la relación social pierden de vista el “¿para qué?”, la relación social se convierte en el objeto de la propia relación con lo cual se pueden llegar a hacer cosas o dejar de hacerlas solo para “encajar”. 


Además si la relación es el fin en sí mismo, por ejemplo en una pandilla de amigos, en un grupo o asociación, eso puede generar un círculo cerrado que se estanca. También nos podemos encontrar con chavales que tienen una sociabilidad defectuosa, retraídos, con dificultad para relacionarse con otros, dificultad para iniciar nuevas relaciones, y de esa manera, permanecen muchas veces aislados. De esa forma -aislados- tampoco pueden dar respuesta a las necesidades y problemas que detectan a su alrededor. No damos respuesta si nos quedamos aislados en que las relaciones en sí mismas sean el objetivo, pero tampoco damos respuesta si somos incapaces de establecer relaciones que nos permitan abordar ese objetivo. 


Así, la sociabilidad es el último de estos cuatro elementos o ladrillos para construir las personas que creemos que este mundo necesitn que nos permita contribuir a mejor el mundo en que vivimo