Antonio Murcia/Eugenio A. Rodríguez
El odio no tiene buena prensa y ha sido puesto de moda en nuestros días como delito invocado para condenar lo políticamente incorrecto. Curiosamente hay consenso en esta acepción y valoración negativa de este sentimiento, tan central e inherente a nuestro psiquismo como su contrario: el amor. Pero este uso negativo del término odio puede que nos oculte la mitad de su verdad, lo positivo del odio en sí. Dime lo que amas y podré conocerte, pero también: dime lo que odias y sabré quién eres. Es decir, que tanto el amor como el odio hablan por igual de nosotros, ambos nos definen. Y en su acepción positiva, el odio es un sentimiento tan necesario como el amor y derivado de éste. ¿Acaso podemos amar un bien sin odiar su contrario? Sin embargo, tanto en el uso corriente del término como en la espiritualidad cristiana superficial suele pasar desapercibida esta acepción positiva, necesaria, imprescindible. ¿Por qué?
A Guillermo Rovirosa y a Tomás Malagón, verdaderos maestros de la militancia cristiana, no pasó desapercibida la desactivación burguesa del mandamiento del odio (de lo que debe ser odiado), que equivale a la desactivación del mandamiento nuevo. Qué peligrosas, por traicioneras, son las medias verdades. Qué desacertado predicar el amor sin mencionar la obligación del odio correspondiente. Lo que encontramos sobre el odio virtuoso en Rovirosa y Malagón, objeto de esta exposición, no es nuevo en la tradición cristiana, lo encontramos presente, por ejemplo, en la teología escolástica. Por eso presentamos en primer lugar lo que hallamos en un autor tan representativo de la misma como Santo Tomás, pues en su teología encuentra apoyo lo que queremos decir y que Rovirosa y Malagón supieron proponer y aplicar con pedagogía admirable.
1. Sobre el odio en Tomás de Aquino
En su "Summa theologica", el gigante de la escolástica Tomás de Aquino se hace doce preguntas acerca del odio, como pasión humana y como vicio contrario a la virtud teológica de la caridad (q. 29 de la I-IIae y q. 34 de la II-IIae). No será tiempo perdido reparar en algunas de sus respuestas, aunque no sea fácil para nosotros comprender su presentación formal ni el horizonte intelectual en que surgieron.
Tomás considera el odio una pasión del alma humana y la entiende en relación directa con el amor. Su pensamiento no es taxativo, ni estático. "La razón de pasión se halla más bien en el acto de la potencia apetitiva sensitiva que en el acto de la potencia aprehensiva sensitiva, aunque una y otra son actos de un órgano corporal"[1]. El movimiento apetitivo se desarrolla en círculo, afirma Tomás, apoyado en Aristóteles (De anima III). Aplicado al amor, éste no es sino el efecto de complacencia que el objeto apetecible provoca en el apetito; la complacencia mueve a desear el objeto apetecible y así llegar a la quietud, es decir al gozo. Hay, por tanto, un dinamismo de circularidad generado a partir de la pasión. Así, pues, concluye Tomás, "consistiendo el amor en una inmutación del apetito por el objeto apetecible, es evidente que el amor es una pasión: en sentido propio, en cuanto se halla en el concupiscible; y en sentido general y lato, en cuanto está en la voluntad"[2].
El amor es anterior al odio y éste es causado por aquél: "es necesario que el amor sea anterior al odio, y que no se tenga odio a ninguna cosa sino por ser contraria al objeto conveniente que se ama. Y según esto, todo odio es causado por el amor"[3]. No debemos perder de vista este equilibrio y casi simetría en el planteamiento tomista, que nos permite afirmar que es necesario odiar (y debemos odiar) lo que es contrario a lo que (amamos y) debemos amar. En cierto sentido, odio y amor, dos caras de la misma moneda, y podemos preguntarnos si al mirar la cara "negativa" no solemos olvidar su aspecto "positivo": la necesidad de odiar lo que debe ser odiado. Esto queda meridianamente claro tanto en Tomás como en la tradición de la teología moral cristiana. Para él, hay una "armonía o aptitud natural para con lo que le es conveniente" al ser y una disonancia natural "para lo que (le) es opuesto y corruptivo" ("en esto consiste el odio natural"). En consecuencia, añade que el odio es causado por el amor y proviene de éste, "pues por la misma razón se ama una cosa y se odia su contraria". Si esto es así, ¿de dónde viene que el odio sea percibido como una pasión nociva para la conducta virtuosa? Tomás responde explicando que si hay contradicción no se atribuye al ser (porque éste no tiene razón de contrariedad) sino a la aprehensión: "se aprehende como bueno algo que verdaderamente no lo es" o "se aprehende como malo algo que verdaderamente no es malo"[4]. Y acerca de la bondad o malicia de las pasiones, ya dejó en claro que ésta no depende de la pasión en sí, sino de si están fuera del imperio de la razón natural u ordenadas por ella[5]. En coherencia con esto, al tratar del odio como vicio opuesto a la caridad, como contrario al amor mismo, la distinción obtenida al hablar de las pasiones es tenida aquí en cuenta: "Es lícito odiar en el hermano el pecado y lo que conlleva de carencia de justicia divina; no se puede, empero, odiar en él, sin incurrir en pecado, ni la naturaleza misma ni la gracia." (II-IIae, q. 34, art. 3). La pregunta, no obstante, seguirá siendo cómo aplicar en concreto esa distinción a la hora de odiar el pecado y amar al pecador.
La moral cristiana ha recogido el planteamiento tomista y enseñado la necesidad del odio y el deber moral del mismo, distinguiendo previamente entre dos tipos de odio: de abominación y de enemistad. "El primero (opuesto al amor de concupiscencia) es un estado de aversión contra una persona o una cosa porque es un mal en sí y, por ello, detestable; el segundo (opuesto al amor de benevolencia o de amistad) es odio formal contra una persona o una cosa, cuyo mal se desea, y activamente, de un modo directo o indirecto, se intenta causar. El odio de abominación, en cuanto directamente adverso al mal (pecados, delitos, injusticias…), es lícito y justo, más aún, si está bien regulado ayuda a las demás facultades a perseguir con todas sus fuerzas el bien y aborrecer el mal". Retengamos lo subrayado. Pero ante la dificultad de distinguir entre uno y otro, y de odiar la conducta odiosa pero no al sujeto que la realiza, advierte: "Cualquier exceso en el odio de abominación desemboca fácilmente en el odio de enemistad" (721). La cita está tomada del artículo "odio" del Diccionario de Espiritualidad dirigido por E. Ancilli (Herder, 1987). De manera parecida, cuando pasa revista a las diversas especies de odio según su objeto, concluye: "Finalmente puede darse un odio de clase, como el que hay entre ricos y pobres, entre ignorantes y científicos… y, en un campo todavía más amplio, un odio entre naciones y naciones. Es siempre causa de discordias, de enemistades y de malestar social, siempre hay que condenarlo" (722). Francamente, aquí advertimos alguna diferencia, al menos de sensibilidad, de lo encontrado en Tomás y tenemos que preguntar cómo se regula "bien" el odio de abominación y cómo se produce esa transición o transformación de la abominación a la enemistad. Los ejemplos finales nos confirman en la sospecha de que estamos ante una sensibilidad proclive a dispensar del odio de abominación en favor del "bienestar social".
Volvamos al texto de la Summa. El tratamiento que hace Tomás de las pasiones del alma humana pone de manifiesto que éstas no son un hándicap sino un presupuesto de la conducta humana. Su reflexión en este sentido se distancia tanto de la opinión clásica (del estoicismo y de Aristóteles) como de una ética espiritualista, que no atienda al valor de la realidad corporal humana. No al estoicismo y sí al ministerio del cuerpo, sería la divisa de esta aportación. "Dice san Agustín, en el libro XIV De civ. Dei: Si la voluntad es perversa, serán perversos estos movimientos, es decir, los de las pasiones; pero si ella es recta, ellos serán no sólo inculpables, sino incluso laudables." Y sigue explicando Tomás: "Discrepan sobre este particular los estoicos y los peripatéticos. Los estoicos sostuvieron que las pasiones del alma no pueden existir en un hombre sabio o virtuoso. Los peripatéticos, en cambio, … sostuvieron que las pasiones pueden coexistir con la virtud moral, pero reducidas al medio. Pero esta divergencia… era más de palabras que de pensamiento." Y concluye: "Si se llama pasiones a las afecciones desordenadas, no pueden existir en el hombre virtuoso, de tal modo que consienta en ellas, habiendo precedido deliberación, como sostuvieron los estoicos. Pero si se llama pasiones a todos los movimientos del apetito sensitivo, entonces pueden darse en el hombre virtuoso, en cuanto que están ordenados por la razón"[6].
La diferencia en este punto con la doctrina del estoicismo es importante y rica en consecuencias. La espiritualidad resultante de la moral estoica encamina al sabio, al virtuoso, por una senda similar a la popularizada por el budismo. Sin ser injustos en la percepción de ambos sistemas espirituales, parece que ambos comparten el ideal de la ataraxia. No así la espiritualidad cristiana propuesta por la teología tomista, que no sugiere una conducta angélica, sino realmente humana, es decir, la de un ser corpóreo. El resultado es una propuesta que reclama una espiritualidad que admita las pasiones, una vez discernidas, y las incorpore al dinamismo de la conducta virtuosa. La teología tomista propone un odio discernido (bajo la guía de la razón) y cultivado (podemos añadir), incorporado a la conducta personal y social. No es una moral para ángeles, sino para criaturas corporales.
Al apartarse de la tradición estoica, y de su gemela peripatética, Tomás abre la puerta a una opinión positiva acerca de la condición humana, que no está "sometida" a las pasiones, sino que cuenta con ellas para percibir la realidad (aprehensión del apetito natural) ¿Cabe virtud sin pasión? En Dios y en los ángeles, sí; en el hombre, no. Tal es, en síntesis, la respuesta de Tomás, en I-IIae, q. 59, a.5: "¿Puede darse alguna virtud moral sin pasión?... En Dios y en los ángeles no se da el apetito sensitivo, como se da en el hombre. Por tanto, la operación buena en Dios y en los ángeles excluye toda pasión, como excluye todo cuerpo; mas la operación buena del hombre va acompañada de pasión, lo mismo que media en ella el ministerio del cuerpo". Y la clave para la valoración moral ya sabemos que no está en la pasión en sí misma, sino en el discernimiento que emite la razón: "según que la pasión sea contraria a la razón o siga al acto de razón"[7]. Ahora bien, ¿qué razón? Porque la conciencia histórica nos impide aunar la disparidad que el pensamiento escolástico, dados sus presupuestos, subsume bajo el término "razón". Ciertamente que una razón absolutista o mercantilista no coincidirá en su discernimiento con una razón emancipadora o democrática.
Finalmente, al igual que hay un dinamismo o circularidad producida por la pasión del amor, la pasión del odio también genera un dinamismo, de sentido complementario (cuando se odia lo que debe ser odiado) o de sentido contrario (cuando se odia lo que debe ser amado). Tomás describe el dinamismo que tiene su origen en la pasión del amor, que genera deseo y lleva al gozo, y también describe el dinamismo inverso y su resultado en el caso del odio contrario a la naturaleza del ser: "Cuando se actúa contra la naturaleza lentamente se va corrompiendo lo que le pertenece, porque lo primero en la construcción es lo último en el derribo. Pues bien, lo primero y más natural en el hombre es amar el bien divino y el bien del prójimo. De ahí que el odio, que se opone a ese bien, no es lo primero en la destrucción de la virtud causada por los vicios, sino lo último”[8]. Pero no encontramos una descripción de la contribución del odio (de lo que debe ser odiado) a la mejora y perfección del hombre y del mundo. Esta omisión puede haber contribuido a obviar la contribución positiva que la pasión del odio, regida por la razón, tiene para la conducta humana virtuosa. Nos parece, por tanto, tarea pendiente indicar qué movimiento genera el odio de lo que es urgente y necesario odiar siempre, cómo se despliega, cómo afecta a la conducta personal y a la construcción social.
2. El odio en Rovirosa
Cuando Rovirosa comienza su apostolado en la puesta en marcha de la HOAC (1946) en algunas ocasionesutiliza la palabra “odio” de la manera común cuya máxima expresión pueda ser Francisco de Asís: “Donde hayaodio que yo ponga amor”. Es la idea generalizada. Rovirosa la usa con frecuencia.
En aquel momento además, procuraba oponerse con igual fuerza al capitalismo (que atizaba la avaricia) y al comunismo (que atizaba el odio): “La HOAC no se hace con dinero ni odio. Organizaciones que muevenmillones no mueven ningún hombre. Nos mueve el amor”[9]. “La cólera por causa mía lleva al odio; la cólerapor nuestra causa conduce al amor. ¡Señor! ¡Dame el amor!”[10].
Pero encontramos también una forma poco común de hablar del odio. No es frecuente en los maestrosespirituales de esa época, Ni la encontramos en los teólogos en general. Y si preguntamos a los teólogos actualeses frecuente que no sepan decirnos nada sobre ese punto en santo Tomás. Algunos textos rovirosianos:
“Odio a muerte al paternalismo… y al mendiguismo”[11].
“El espíritu combativo es la resultante de un gran amor y un gran odio. Pero tanto el amor como el odio no sevenden, ni se compran; no se enseñan, ni se aprenden: se contagian"[12].
“Hoy vamos a hacer una apología del Odio. Odio santo. Odio indispensable. Odio necesario. Odio inmenso yodio eterno. Reflejo en lo humano del odio infinito de Dios[13].
“El amor sobrenatural hay que completarlo con el ODIO SOBRENATURAL a la injusticia, al pecado, al error, a la opresión, en una palabra, al mundo, el demonio y la carne[14].
“El Odio santo es necesario, indispensable, y eterno. Refleja en lo humano el odio infinito de Dios. Se habla delamor pero la medida del amor la da el odio. Dios odia el pecado en razón del amor que se tiene a Sí mismo. Elodio que yo tenga al pecado, al error, la injusticia, me dará la medida del amor que tengo a Dios. ¿Puede enverdad amar a Dios quien transige con la injusticia? Muchos creen en Dios. Pero son rarísimos los que creen enel diablo. Cuando les habláis del diablo como entidad presente y operante en todos los momentos de nuestra vida... te miran como anormal. ¿Cómo se compaginará el odio feroz al pecado y un amor inmenso al pecador? En la HOAC necesitamos odio encendido, odio operante, odio contagioso, odio sin medida ni término... POR AMOR DE DIOS Y DEL PRÓJIMO ODIARÉ EL PECADO, ERROR E INJUSTICIA POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS. AMÉN .
¿Quién te enseñará los odios perfectos? Una multitud de herejías pulula sobre esta cobardía que no sabe odiar al mal y al error. Por este camino se ve tratar a Pilato de gentleman. El amor sin odio es mentira. Tiempopara amar y tiempo para odiar. El que odia al hermano es homicida[15].
En su día preguntamos a Gómez del Castillo sobre esta sorprendente idea, según la cual la medida del amor lada el odio, y nos dice que la espiritualidad burguesa, negándose a ver el odio dentro de sí, termina padeciéndoloy odiando a las personas. Es necesario verlo y conducirlo contra el pecado.
3. El odio en Tomás Malagón
Tenemos un magnífico resumen sobre la idea de Odio según Tomás Malagón. Ofrecemos el texto tal cual pero hagamos una consideración clarificadora sobre el contexto. No conocemos ningún artículo suyo sobre elOdio, este texto está en los Apuntes que elaboró para los responsables del Cursillo apostólico de Primer Grado.Era el cursillo esencial para entrar en la HOAC. Se desarrollaba en cinco días intensísimos de internado. En la introducción para responsables se dice que pretende que los asistentes no se distraigan. Esto exigía que la jornada tuviera diferentes metodologías. Después de comer se planteaban, sin apenas tiempo libre, tres diálogos para aclarar en grupo los mismos temas de la mañana pero planteados de otra manera. En uno de esos diálogos, correspondiente a la mañana en que se había hablado del Mandamiento Nuevo, se hablaba del Odio.
En el contenido se aprecia una orientación plenamente cristiana. La predicación habitual era “buenista” yhabía que ofrecer a obreros combativos un enfoque que sirviera de puente con sus ideologías. Malagón defendíaque de éstas había que salvar todo lo que supusiera justicia. Aclaremos que la persona que transmitió estosdocumentos, Julián Gómez del Castillo, quizá el más destacado de aquellos responsables de cursillos nos decía que este documento Malagón lo había hecho “para la censura”. Parece que de manera más o menos oficial, algunos eclesiásticos importantes se habían interesado por el contenido de estos cursillos. Esto no quita valor aldocumento sino que nos asegura aún más el cuidado que el siempre meticuloso Malagón puso en redactarlo.
AMOR Y ODIO - PRESENTACIÓN de la pregunta
Si esto se hace así, parece no quedar sitio alguno para la lucha. Nuestra lucha obrera, como toda lucha, es contra algo, que se aborrece y que se quiere que desaparezca. Cuando no existe ese “algo” contra lo que se lucha, no hay combate. Combatir es batirse con o contra otra cosa.
Cuando esa cosa no existe, para el avance, para la superación, no hace falta correr el riesgo y la dificultad de lalucha, y simplemente si se quiere, se va a donde se quiera “en paz”. Mas ese algo contra lo que se lucha en todalucha es algo que se odia, algo ante lo cual uno no se limita a permanecer indiferente, sino que se les des-ama,que esto es odiar.
Y aquí es donde se nos presenta la dificultad. ¿Puede odiar el cristiano, cuando su religión es de amoruniversal?, Y, si no puede odiar, ¿cómo podrá luchar contra algo?, Y, si puedo odiar ¿qué podrá haber que esté excluido de la ley universal del Amor Cristiano?
RESUMEN
1) Salta a la vista, a poco que se considere, que tanto el amor como el odio, son dos pasiones de suyo indiferentes, ni buenas ni malas. No todo amor es bueno, simplemente por ser amor. NI es malo cualquier odio, simplemente por ser odio.
La razón o sinrazón de los adjetivos “bueno” o “malo”, no está en los verbos, sino en los adverbios, que necesariamente los acompañan siempre en la vida. Y es que los adjetivos “bueno” o “malo” (moralmente, se entiende) nunca califican ideas, sino hechos; nunca califican al pensamiento sino al pensar; nunca califican al ser sino al vivir.
De aquí se deduce el mal planteamiento de la cuestión: “¿es bueno el amor?, ¿es malo el odio? (Así comotambién está mal el planteamiento, cuando se trata de cualquier otra cosa, si se prescinde de su historia, o de susparticularidades, como cuando algunos, sin tener en cuenta ni su proceso, ni los elementos constitutivos del vivir capitalista, hablan de la “bondad” –moral, quieren decir– del capitalismo).
2) El amor y el odio son buenos o malos, entre otras cosas por el motivo o por el modo, o el objeto al que se tiende cuando se ama o se odia. Según esto, puede haber un “mal amor” y un “buen odio”.
Todos nos damos cuenta de que el amor al dinero, por cuanto este es necesario para la vida, y porque, socialmenteél ha hecho fácil el comercio, y se ha convertido en un gran instrumento del progreso, es buen amor; pero, amaral dinero porque con él se hace posible poder más que los demás, y como instrumento de lujo y de placer, ¿quién duda que tal amor es mal amor?
Igualmente, odiar a una persona, o a una clase de personas, es un mal odio. Cuando se odia a personas, ese odiotambién lo recibe Cristo, que dijo: “lo que hicisteis a cualquiera… a mí me lo hicisteis”. Pero odiar lo que hacedaño, lo que es un mal para las personas, ¿no es, ciertamente, un buen odio, que acompaña siempre al buenamor?
Hay un odio, en efecto, que es inseparable de todo amor. Odiar la injusticia, o la incultura, o la suciedad, es un aspecto del amor que se tiene a las personas.
Nunca puede ser buen odio el odio a la vida de nadie, porque la vida, hasta la vida de un criminal, no es, desuyo, mala. Pero el odio a la mala educación, a los malos instintos, no es, de suyo, mala. Pero el odio a la malaeducación, a los malos instintos, a las concupiscencias, al pecado y a todo lo que de suyo es malo es la medida delamor. En cierta forma se puede afirmar: tanto amas cuanto odias.
Dios, suprema norma de Justicia, porque ama infinitamente el bien, aborrece infinitamente también, el mal. Eseodio divino a todo pecado o injusticia es la Santidad. Y el infierno es su expresión. Y es, también, expresión deeste odio de Dios al Pecado y a toda injusticia otra cosa más elocuente todavía, aquello que San Pablo expresacon estas palabras: “Al que no conoció pecado (Dios) le hizo pecado por nosotros”… y “condenó al pecado en su carne”.
3) Este “buen odio” es necesario para el cristiano. Y este buen odio que es amor, es el que nos debe impulsar ennuestra lucha por la Justicia. Y es así como el cristiano ha de amar a las personas y ha e odiar el mal. Y lo uno y lootro será el impulso para su lucha.
4. Conclusión
La cuestión nos parece tremendamente actual. Es necesaria para la identidad cristiana. El creyente no puede ser un parche del sistema actual en que hay tantas formas anacrónicas de paternalismo. El creyente tiene que unirsecon quienes quieran, como dice "Centesimus annus", demoler las estructuras injustas.
Es necesario además para tender puentes con el pueblo combativo, con las gentes que quieren una revolución social. No es bueno que la personas que se plantean la transformación social crean que los cristianos sonfuerzas naturalmente conservadoras.
Es necesario también eliminar la alta dosis de violencia que hay contra las personas. Si la fuerza humana se dirige contra las estructuras injustas no se dirigirá contra las personas. Es sorprendente y está poco presente en las reflexiones habituales como odiar las estructuras injustas es una (¿la mejor?) forma de amar a las personas que nos puedan parecer más injustas.
¿No resulta curioso que el “odio” esté presente y bien definido en Tomás de Aquino y en el apostolado obrero y no ocupe ni una sola página de los grandes teólogos, ni un solo artículo de las revistas teológicas y pastorales?
¿No es llamativo que la vida pública este llena de mensajes y relaciones de un odio solamente moderador a veces por la “educación”? ¿no nos estaremos perdiendo conducir adecuadamente una fuerza bien humana?
Acabemos citando del genial Milani aquella definición de arte que tanto llamó la atención del cineasta y literato Pasolini: “El arte es querer mal a alguien o a algo. Reflexionar sobre ello despacio. Buscar la ayuda de losamigos en un paciente trabajo de equipo. Poco a poco sale a flote lo que hay de verdadero bajo el odio. Nace la obra de arte: una mano tendida al enemigo para que cambie”.
Tan verdadero como curioso. El amor a los enemigos pasa por el odio. Por cultivarlo bien. Agradecemos al Aquinate otro importante servicio que nos ha realizado.
[1] S. Th. I-IIae, q. 22, a. 2
[2] I-IIae, q. 26, a. 2.
[3] I-IIae, q. 29, a.2.
[4] I-IIae, q. 29, art. 1.
[5] I-IIae q. 24, art. 2.
[6] I-IIae, q. 59, a. 2.
[7] I-IIae, q. 59, a. 1.
[8] II-IIae, q. 34, a. 5.
[9] G. ROVIROSA, Dolor activo: Boletín (10.1949) 2.
[10] G. ROVIROSA, Oración por cólera y amor: Militantes Obreros, I.
[11] G. ROVIROSA, La "otra" clase obrera: Militantes Obreros, II.
[12] G. ROVIROSA, Espíritu combativo: Somos, II, 26.
[13] G. ROVIROSA, Odio: Militantes Obreros, I.
[14] G. ROVIROSA, A dónde va la ACO, 5: Semana Diocesana.
[15] G. ROVIROSA, Obrero de AC: Boletín (9.1949) 24.
Articulo publicado originalmente en la revista ALMOGAREN, del ISTIC
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