lunes, agosto 03, 2020

A MAS AMOR MENOS MIEDO. COMPETIR O COOPERAR


IBONE OLZA

Competir o cooperar. Confiar o temer. Compartir o pelear.  Acompañar o aislar. Al final solo hay dos estados: amor o miedo, y el uno es la ausencia del otro. A más amor, menos miedo. A más miedo, menos amor. (Abuela Margarita dixit).


Simplificando mucho esas son las disyuntivas, las opciones, las decisiones vitales, siempre, en todo momento, cada día, pero ahora es urgente recordárnoslo.  Durante mucho tiempo, tal vez siglos, nos creímos el cuento de que la evolución de las especies era gracias a la competición, que solo los mejores lograban reproducirse, que todo era una lucha, una batalla, una pelea constante.  Pero, poco a poco, hemos ido descubriendo que es justo al revés. Que la evolución parte de la cooperación entre especies y entre individuos. Que la oxitocina, la hormona que facilita la propagación y reproducción de la vida, se libera en el contacto, en el mirarse a los ojos, en las caricias y en los abrazos. Qué estamos hechos para el amor, la amistad, la alegría, el bienestar y el placer. Que la empatía, la compasión, la solidaridad y el consuelo son la base del desarrollo social humano, que nuestro cerebro es social y nuestra inteligencia sobre todo el resultado de esa sociabilidad, del lenguaje que se construye desde la primera interacción entre cada recién nacido y su madre. Que, igual que los espermatozoides no compiten, sino que colaboran para fecundar al óvulo, la naturaleza y la vida florecen al máximo esplendor en la cooperación.


La pandemia nos lo está recordando. Están pasando muchas cosas simultáneamente, unas tienen que ver con el amor y otras con el miedo. Creo que las primeras las estamos contando poco, habría que visibilizarlas mucho más. Amar es cuidar, es escuchar, es acompañar y consolar y cooperar. Lo estamos viendo, está pasando: miles de personas lo están haciendo a diario. Verlo nos emociona, se nos saltan las lágrimas, bendita emoción y empatía.


El sistema del miedo, el del estrés y el cortisol, es opuesto al de la oxitocina. Está pensado para garantizar la supervivencia individual en situaciones de máximo peligro, pero no a largo plazo. Si se mantiene el miedo se genera un agotamiento, un desgaste brutal, el camino hacia la enfermedad y la ruptura de los vínculos.


No dejemos que nos gobierne el miedo, por favor. Hagamos el ejercicio consciente de elegir la oxitocina en tiempos de coronavirus, de potenciarla. Por nuestra salud, por nuestras relaciones, por la especie. Toca mirarnos más que nunca a los ojos, confiar, regalar escucha, mientras esperamos que llegue el tiempo de las caricias y los abrazos.