viernes, marzo 27, 2020

¿Defraudados o desesperanzados?

Hoy, presuntamente llegamos al meridiano de nuestro responsable encierro, advertidos de que los científicos aseguran convencidos que es la forma más eficaz de parar la contaminación por el Coronas Virus.
Nuestra situación psicológica se resiente junto con la de los que nos rodean. Tiramos de teléfono, whatsapp, correo electrónico, o en el mejor de los casos, de videoconferencia, en busca de un apoyo, una señal de ánimo o desánimo que sume o reste evidencia a nuestro propio parecer. En su cara,  en su voz, en su tono, en frases certeras o dubitativas en las caras televisivas, gestos posturales, podemos apreciar si su estado de ánimo se asemeja al nuestro o nos intentan convencer de lo contrario. Y al volver a nosotros nos preguntamos. 
Todo nos vale, ya que no depende de nosotros la decisión de seguir o plantarnos. Es por saber si esto que pienso con mi familia es una majadería mía o un estado general de desánimo. 
Y da igual el resultado de mis pesquisas. El imperativo es el mismo “Hay que continuar con el aislamiento”. 
Pero, ante esta situación, sí me corresponde posicionarme y ayudar a mi familia a hacer lo mismo. Y comienzo, cual Hamlet, a deshojar dilemas en busca de posibilidades. Enfadarme, deprimirme, maldecir la situación, buscar culpables o calmar mi espíritu, buscar alternativa a mi deprimente estado de ánimo: leer, ver la tele, hablar con los que me rodean, seguir llamando a los amigos, buscando entre todos apaciguar el desánimo, contar algún chiste, a pesar del “malditas las ganas que tengo de…”
Nuestros políticos tampoco anoche fueron muy espléndidos, su asertividad saltaba por los aires, su empatía no nos llegaba. No lograron aplacar nuestro desánimo. Ante nuestro sufrimiento por la pérdida, en absoluta soledad, de nuestros seres queridos, indiferente sus rostros, expresión quizá de sus últimos pensamientos: la comedia no dio salida a su dolor de verse morir por falta de medios. Sus “pésames” sonaron fríos, protocolarios, poco sentidos. Nuestros políticos con el tan manido  “y tú más” se repartían las irresponsabilidades, las desidias y las culpas, mientras todos alardeaban de sus certeras profecías a toro pasado. Mientras, a nuestros mayores, ante tanta miseria humana, no les quedó otra que entregar su alma a Dios con la esperanza de encontrarse con otro cielo mejor.
Aquí quedamos nosotros con la cruz a cuesta, como siempre, sobre nuestros hombros, viendo como se bate el cobre y lo que trabajan, jugándoselas por salvar la situación. A todos les recordamos con nuestros aplausos que se me antoja oraciones. Nos parece bueno el slogan del gobierno frente a la campaña: “Lo que haga falta, como haga falta y donde haga falta”. “Nadie va a quedar atrás en esta crisis sanitaria” 
Mi vecina se asoma al balcón y  grita, cuando de esto se habla y dice:
-Lo que falta ahora es que sea verdad.
Cierro la ventana de mi balcón, rumiando responsabilidades. Me siento en el  sofá, sonriendo la frase de mi vecina que denota realismo y me devuelve toda la responsabilidad ¡No sé si a ustedes también! 
Junto a mí se sienta, un poco asustada mi mujer, ante la pregunta un tanto agitada y chillona de qué es lo que me pasa, toda mi familia sale de sus trincheras y se sientan junto a mí, los más pequeños en el suelo. Mi única preocupación  al verlos, es egocéntrica y pienso sonriente: “nunca más volveré a sentarme en el suelo como ellos, con las piernas cruzadas por debajo de sus nalgas.
Muevo la cabeza como quitándome de encima pensamientos, cargas inútiles, reflexiones baldías. Miro a mi mujer, Nos hacemos gestos de victoria y ¡arriba! Con el dedo. Ella pegando sus dedos a su boca, los aprieta contra sus labios y los devuelve por el aire en señal de beso apasionado. Mientras, un largo uhuhuhuhuhuh, suena de fondo mientras dura la escena llena de ternura, convertida en una expresión de un bello lenguaje no verbal.
 Todos reímos y comenzamos  conjuntamente nuestra recuperación. 
- Lo mejor es la alegría por estar juntos tanto tiempo, abuelos.
- La mejor ayuda es quedarnos en casa. –La abuela susurra por lo bajo
- Sí por aquello de que, bien ayuda quien no estorba. (risas)
- Aquí nos estamos descubriendo lo que es cada uno, lo que puede, lo que siente. Dijo algún adulto.
Jamás hemos disfrutado de nosotros mismos al estar juntos, tanto tiempo. (ojos húmedos) 
-“Jodíos” chiquillos, dijo una madre, una de mis hijas, limpiándose los ojos.
Ellos, me permiten contar mis “batallitas” de viejo y algo nuevo ven en mí que sonríen, se interesan por el tema y preguntan sobre ello.
 ¡Qué más queremos¡
Cierra el tema mi nieto de ocho años. Se levanta, se estira y mirándome fijamente me increpa:

Abuelo, ¿no deberíamos darles las gracias por todo esto al Coronas Virus?