miércoles, agosto 22, 2018

RIDERS

Las flotas de sin papeles que sustentan Glovo, la 'startup' más mimada de España ANALÍA PLAZATWITTERCONTACT 26/06/2018 05:01 ACTUALIZADO: 27/06/2018 15:02 Javi (nombre modificado para proteger su identidad) trabaja en Glovo, pero en Glovo dicen que no lo saben. Es venezolano, lleva poco tiempo en España, está en situación irregular y le 'alquila' la cuenta a otro repartidor que sí está de manera regular y dado de alta como autónomo. A final de mes, paga el 30% de lo que gana (entre 3 y 5 euros por pedido, según la distancia) al repartidor 'oficial'. No es el único: conoce a varias personas que reparten en la misma condición. "Se regó la voz entre paisanos", cuenta un repartidor, también venezolano, mientras espera a que le entren pedidos en la glorieta de Cuatro Caminos de Madrid. "Hay gente que alquila su cuenta por horas a indocumentados que acaban de llegar. Yo mismo trabajé para alguien con papeles que me tendió la mano cuando vine. Se hacen pactos. Pero nadie lo reconocerá, porque está mal". Una jueza de Valencia da la razón a un 'rider' de Deliveroo: es un falso autónomo Teknautas Alquiler de licencias Javi fue a asesorarse a la Unión de Asociaciones de Trabajadores Autónomos y Emprendedores (UATAE). "Nos contó que entre tres y cuatro de cada diez mensajeros están en situación de irregularidad, sobre todo los que van en bicicleta", apunta su secretaria general, María José Landaburu. "Cuando recogen pedidos en los restaurantes no tienen que acreditar quiénes son: basta un código que pertenece a la persona a la que alquilan la cuenta". Cuando recogen los pedidos, los 'glovers' no tienen que acreditar su identidad. "Basta con un código" El sistema de Glovo -una 'app' en la que los trabajadores 'escogen' sus horas de trabajo- fomenta este esquema de subcontratación irregular, que la mayoría de repartidores consultados reconocen como habitual: cada uno tiene una puntuación que sube o baja según su rendimiento y puntúa mejor las horas con más demanda (noches de fin de semana y días de partido). Si uno no quiere perder puntos, deja (altruistamente) o alquila (a cambio de comisión) su cuenta para que otros le cubran. "El problema no es solo que la empresa defraude a través de falsos autónomos", denuncian desde UATAE. "Es que abre la puerta a un abanico de precariedad inimaginable: repartidores irregulares que no pueden defenderse legalmente". "Hay casos y casos. El alquiler de licencias se hace por necesidad, porque no te queda otra", añade otro repartidor. "No creo que sea el grueso, pero claro que sucede. El 90% de los que estamos en Glovo somos venezolanos. Cuando llegas, es eso o la mendicidad". Óscar Pierre está en Barcelona. Tiene 26 años y dirige una compañía en plena expansión. En septiembre del año pasado, Glovo recaudó 30 millones de inversión de fondos extranjeros que se sumaron a los 7 que ya tenía de inversores españoles: de Seaya (el fondo de Beatriz González, la hija del presidente de BBVA), dinero público de ENISA y el Instituto Catalán de Finanzas y varios 'business angels' del sector. Entre ellos, los fundadores de Wallapop (Miguel Vicente y Gerard Olivé), los de Tuenti (Zaryn Dentzel y Félix Ruiz) y Bernardo Hernández (uno de los primeros inversores de Idealista). Por comparar, es la cuarta 'startup' española que más financiación ha recibido en los últimos dos años, solo por detrás de Cabify, Ontruck y Spotahome. Compañías que monten un servicio de entrega a domicilio -una 'app' que te promete lo que quieras, cuando quieras, con solo pulsar un botón- nacen muchas, pero que lleguen a obtener dinero suficiente para sobrevivir, no. En los últimos años hemos visto a varias abrir en España -la alemana Foodora, la belga Takeateasy, la valenciana Yexir y la londinense, de dueños españoles, Jinn- que, por falta de financiación, no tardaron en cerrar. El caso de Glovo es especial. Sus competidores -los gigantes extranjeros Deliveroo y UberEats- solo hacen reparto de comida, así que Glovo gana en todo lo demás. Y es la única que tiene un acuerdo de reparto con McDonald's, cuyos locales se han convertido en sinónimo de concentración de mochilas amarillas. "Es una de las historias más bonitas del panorama emprendedor español", comenta uno de sus inversores. "Han creado algo único". Por haber nacido aquí, es también la que más crece: Glovo ya opera en 30 ciudades, incluyendo las del sur (Móstoles, Alcorcón, Fuenlabrada, Leganés y Getafe) y el norte (Las Rozas y Majadahonda) de Madrid. "En Deliveroo no te cogen fácilmente" El despegue de Glovo está siendo tan rápido que la captación de repartidores ('glovers') es constante. El mensaje ha corrido como la pólvora entre los recién emigrados a nuestro país. "En Deliveroo no te cogen fácilmente", dice un repartidor venezolano que lleva seis meses en Madrid y es ingeniero pero no ha encontrado otro trabajo. "Aquí sí. Ten en cuenta que algunos acabamos de llegar. Si no tengo esto, ¿qué hago? Mucha gente se somete a esta explotación". "Puede que algunos estén contentos, pero acuérdate de que los negros de las plantaciones también lo estaban si no les pegaban", añade su compañero. "Y venimos de un sitio donde ir contra estas prácticas se castiga. Si encontrase algo mejor, aunque tuviera que prescindir de 200 euros, lo preferiría. Esto supone estar todo el día en la calle". "Glovo se diferencia en la excelencia operativa: todo llega a tiempo", continúa el inversor. "Todos hemos ayudado a Óscar, pero pocos saben ejecutar así". Esa ayuda de sus inversores -que se concreta en consejos, contactos y más inversión- es la que explica cómo ha llegado Glovo hasta aquí. Quién pone la pasta en Glovo Óscar fundó Glovo en verano de 2014, con 22 años, al terminar ingeniería aeronaútica, junto a su compañera Marta Ripoll. Ella no tardó en abandonar: no quería dedicarse a tiempo completo y vendió su parte. Óscar buscó financiación y llegó al inversor Josep Sanfeliu. "Era amigo de su familia. Los primeros 120.000 euros los consiguió fácil", cuentan desde su entorno. Con el dinero apalabrado, se presentó en Conector: un programa de 'startups' con sede en Barcelona Activa, la entidad pública que impulsa el desarrollo económico de la ciudad. Conector está dirigida por Carlos Blanco, un conocido inversor. "Uno de los motivos por los que cogí a Óscar es porque su padre había sido emprendedor de éxito", cuenta. "Lo conocí hace años en una conferencia. Me acordé del nombre y pregunté: ¿tú tienes algo que ver con él? 'Sí, es mi padre'. Me dio confianza". El padre de Óscar es Óscar Pierre Prats y dirige Aggity, una compañía de 'software'. Antes tuvo su propia empresa tecnológica, así que es 'conocidillo' en el sector. Su abuelo materno es una institución empresarial en Cataluña: Ramón Miquel, fundador de la gran distribuidora Miquel Alimentació. "Viene de buena familia y tiene ADN emprendedor", continúa Blanco. "Y se ha dejado tutelar por gente sénior. Te llama, te pide consejo y te escucha". Dentro de Conector, Óscar conoció a Sacha Michaud, un empresario inglés con recorrido: vendió LatinRed a StarMedia antes del pinchazo de las puntocom y dirigió durante nueve años la casa de apuestas Betfair para España. Sacha "rondaba la idea" cuando le comentaron que un chaval que acababa de volver de Estados Unidos también la iba a montar. "Dije: quiero participar. Mejor lo hacemos juntos. Óscar es muy inteligente y yo lo tenía claro", contó recientemente. "Y así arrancó". Todo salió de un simple chat Como suele suceder en estos casos, Glovo no inventaba nada: Postmates hacía lo mismo -entregar de todo a base de repartidores mal pagados en bicicleta- desde 2011 en Estados Unidos. En Europa, varios emprendedores se fijaron en el modelo. Recuerda que a Jinn (el Glovo que montaron tres españoles en Londres) le echó la bronca el fundador de Postmates, que les dijo que dejaran de copiar. Glovo lanzó en Barcelona con un simple chat. "Era limitado, pero cumplió su función: podías pedir lo que quisieras y tener la ciudad en tu bolsillo", dice Sacha. La argucia de entonces era que la 'app' "conectaba a ciudadanos con tiempo libre" con otros que querían recibir cualquier cosa (ya fuera tabaco, alcohol, flores o condones) para que los primeros sacaran "un sobresueldo". Víctor de la Fuente fue a una de las primeras reuniones de repartidores que hizo Glovo en Barcelona. "Lo conocí por redes sociales. Fui a la entrevista, que hacía el CEO, pero no quise trabajar para ellos. Yo trabajaba en Domino's y estudiaba. Quería un trabajo extra. Pero me parecía arriesgado: tenías que hacerte autónomo y lo que pagaban por pedido no parecía seguro". Glovo empezó cobrando 4,5 € por pedido, de los cuales se quedaba 0,75 € y daba 3,75 € al repartidor. La segunda gran ronda de inversión Un año después de empezar, Glovo recaudó su segunda ronda de inversión. Fueron dos millones y entraron más nombres conocidos: por un lado, la escuela Wallapop (Miguel Vicente y Gerard Olivé, que dirigen la 'constructora' de 'startups' Antai) y por otro la escuela Tuenti: Zaryn Detnzel (fundador), Félix Ruiz (fundador, presidente de Jobandtalent e inversor en Hawkers) y Bernardo Hernández (antiguo presidente de Tuenti y cofundador de Idealista). La escuela Tuenti, por cierto, es la misma que ha hecho fortuna con las licencias VTC. ¿Por qué entró toda esta gente en Glovo? Porque Glovo se fusionó con JustBell, una 'startup' que en aquel momento tenían Zaryn y Gerard Olivé y que copiaba a la estadounidense Magic: un "mayordomo personal bajo demanda" (un chat al que le puedes pedir cosas) que no terminó de cuajar. Olivé entró a Glovo como presidente. Zaryn y sus contactos, como inversores. "Ser solución europea en logística de última milla colaborativa". Eso es lo que busca Glovo Esta ronda supuso tres cosas más. Una: los nuevos mentores de Óscar, especialmente Gerard y Bernardo, que le ayudarían a crecer como empresario. Dos: un acuerdo de 'media for equity' (publicidad a cambio de acciones) con Atresmedia para poner anuncios en televisión, que vino de la mano de los fundadores de Wallapop. Y tres, la captación de dinero público: 200.000 euros del Instituto Catalán de Finanzas y 200.000 de ENISA, la Empresa Nacional de Innovación. "La compañía tiene como objetivo convertirse en la solución de referencia europea en logística de última milla colaborativa beneficiando a comercios urbanos y generando empleos de repartidor para su flota de 'glovers", dicen desde ENISA. Si el empleo que genera es irregular, no pasa nada. "La única causa de resolución de un préstamo que contemplamos es la del impago". Con la segunda ronda, Glovo empezó su expansión internacional (París, Milán) y cambió de modelo de negocio. Ahora los 'glovers' ya no irían a cualquier tienda como clientes normales, sino que se empezó a trabajar con comercios y restaurantes a los que Glovo cobra una comisión. Así llegaría, meses más tarde, el acuerdo con McDonald's. "Antes el 'glover' hacía cola normal. Ahora utilizamos los McDonald's que nos dejan y que están reformados para el reparto. El 'glover' va a un apartado y recoge el pedido con su bolsa cerrada", explicaron desde la empresa. "El tiempo de entrega ha bajado un montón". Cobrando a los comercios una media del 30% por pedido, Glovo pudo rebajar el precio de envío para usuarios. También lo que pagaba a repartidores: pasó de 3,75 € a 2,80 €, con variable por distancia. En las entrevistas con 'glovers', Glovo siempre dice que puedes ganar 10 euros por hora. "Hay tanta gente trabajando que el principal atractivo es el boca a boca. La gente dice: métete. Muchos entran por lo goloso que es lo que pagan por pedido. No se plantean que tienen que quitar gastos mensuales, el IRPF, que no estás asegurado... y en el primer trimestre se van", explica de la Fuente. "Y la bonificación de 50 euros de autónomos solo dura un año. El tiempo medio, nos dijeron en la entrevista, es de cinco meses". Evitar la 'vía Deliveroo' Hasta la fecha, Glovo ha sorteado las inspecciones de trabajo, que solo han cazado a Deliveroo. Tiene varias abiertas: Empleo investiga si la relación entre 'glovers' y empresa es laboral o no. La inspección fue capaz de pillar a Deliveroo porque pudo acceder a Staffomatic, el 'software' externo con el que los repartidores gestionaban sus horarios, para determinar que no eran 'libres' de escoger sus horas de reparto. Posteriormente, Deliveroo sustituyó ese 'software' por uno propio, similar al de Glovo. UGT lo denunció: consideró que era una "maniobra para esquivar una nueva inspección laboral". Glovo siempre ha usado 'software' propio y un sistema de puntuación que premia la fidelidad de los 'riders', a los que llama "colaboradores" y cobra 50 euros al año por trabajar. El aguante tiene recompensa: a más tiempo, más probabilidades de subir tu nota y de acceder a las mejores horas. "Es una mierda", resume un repartidor venezolano en Madrid. "A mí me dan una hora diaria. Para ganar mil euros al mes, necesito estar aquí seis meses". Por eso se ha extendido la costumbre de subarrendar cuentas: para que quienes llevan más tiempo no pierdan su puntuación. “Me destrocé la rodilla en un accidente y Deliveroo pasó de mí”. La odisea de ser 'rider' Michael Mcloughlin Hay motivos de sobra para inferir que Glovo influye en las condiciones de sus repartidores y que no son libres al trabajar. "Si pido vacaciones, cuando vuelvo tengo la cuenta hecha trizas. Si marco la opción de que no me asignen pedidos automáticamente, también", continúa. "El otro día fui a la oficina porque mi puntuación era absurda y me dijeron: haz 40 pedidos y se te quita. No eres autónomo, no tienes la libertad que te pintan. Tú llamas a un fontanero: si no va, no tiene más consecuencias que no cobrar. Aquí sí. Eso es lo que está mal". Glovo lo niega todo Más allá del que ejerce la propia 'app', los repartidores creen que la empresa está tomando medidas de control para evitar el trapicheo de cuentas. "Escuché que echaron a varios por eso", dice una repartidora. "Te pueden pillar porque te llaman o porque hacen pedidos estratégicos. A mí me ha pasado: he tenido que llevar cosas a casa de los supervisores, sobre todo por las noches". En algunos restaurantes, el pedido empieza a ir acompañado de la foto del repartidor, aunque estos restaurantes no han recibido órdenes de comprobar si su identidad se corresponde o no. Glovo lo niega todo: no hay más control, dice, que reuniones mensuales con algunos 'glovers'. Y asegura desconocer que haya repartidores lucrándose de otros en situación irregular. Glovo niega desconocer si tiene trabajadores en situación irregular o no "Para ser superhonesto, la primera vez que escucho esto es por ti", dice el CEO, Óscar Pierre. "No sabíamos nada. Nosotros firmamos un contrato de prestación de servicios con cada 'glover': si se saltan la ley, es su responsabilidad. Trabajaremos en la verificación. Y la precariedad la pongo en duda: pagamos 5 euros por pedido, así que puedes hacerte una idea de lo que ganan por hora. Nuestro perfil de repartidor es gente joven que busca un ingreso adicional. No pretendemos ser el trabajo de su vida, sino una solución de dinero fácil. Si hay gente trabajando a tiempo completo, serán 'outliers". 60 millones más En octubre de 2016, Glovo levantó 5 millones más. Ahí entró Seaya, uno de los fondos de capital riesgo más grandes de España, dirigido por Beatriz González e inversor en 'startups' grandes, como Cabify y Spotahome. "Seaya invierte en 'marketplaces' y rondas A o B (a partir de tres millones). Y busca fundadores a los que ayudar en temas estratégicos", explican fuentes del fondo. "Eso se personaliza en Beatriz. En Glovo, al ser un chaval joven, tiene aún más sentido". El principal apoyo de Óscar ahora es Beatriz. "Bea es la mejor inversora que puedo imaginar", incide. "Es muy 'supporter' del emprendedor. Es fácil y cercana. Hay semanas en las que hablamos todos los días". También le asesora el exvicepresidente de Uber, Niall Wass. "Es la persona que expandió Uber a nivel mundial. Ha visto tanto mundo que va a una velocidad muy bestia". La inversora que confió en Cabify o Spotafome o el gurú de Uber son algunos de los 'aliados' de Glovo El contacto con Beatriz permitió, en septiembre de 2017, que Glovo levantara otra ronda más: la de 30 millones de euros, liderada por los fondos extranjeros Rakuten y Cathay. "Rakuten vino por Bea", explica una fuente conocedora de la operación. Previamente, este fondo japonés había invertido en Cabify. La conexión entre ambas compañías es evidente: en Latinoamérica han fundado una empresa juntas para expandirse. ¿Saben los inversores de Glovo que muchos repartidores están en situación irregular? Aunque en los círculos del sector -tecnológico- se sabe que sí, todos los consultados niegan la mayor y repiten la consigna: todo el sector logístico trabaja igual, si esto pasa es culpa suya, los repartidores están encantados y su 'startup' da trabajo a un montón de gente. En una de sus últimas entrevistas, Óscar dijo que con Glovo quería crear "una gran ONG". "Pues sí. No sé si es gracioso, pero nos mueve el impacto social", dice a este periódico. "Movemos y moveremos muchísimo volumen. No será fácil porque estamos en un sector en el que necesitas capital para crecer, pero nuestro sueño es poder tomar nuestras propias decisiones y garantizar que la flota de mensajeros está contenta, que creamos una fuente de ingresos y una solución sin barreras de entrada para miles de personas". Glovo seguirá necesitando dinero ajeno para crecer: aun pagando 2,80€ por pedido a sus repartidores, rentabilizar un negocio así lleva su tiempo porque los márgenes son ínfimos. En 2017, ingresó 17 millones pero dio pérdidas de 9. De aquí a finales de año, dice Óscar, levantarán al menos otros 60 millones más. "Esos millones están muy bien. ¡Si yo soy procapitalista!", concluye riendo uno de los repartidores consultados en Madrid. "Aunque si Glovo es tan bueno, ¿por qué no hay ningún español trabajando aquí? Si tienen tantos millones... que bajen, que bajen". 17/07/2108 La Inspección de Trabajo y Seguridad Social (ITSS) ha destapado 326 falsos autónomos de Glovo en la capital aragonesas, por los que reclama a la empresa 379.963,09 euros por el pago de las cotizaciones sociales atrasadas de estos repartidores, conocidos como riders, durante ocho meses que duró la investigación (desde julio del 2017 hasta marzo del 2018). Además de esta sanción hay que incluir un recargo del 20% por la demora obliga a Glovo dar de alta a estos trabajadores en el régimen general de la Seguridad Social, según adelanto El Periódico de Aragón. El acta de liquidación levantada por la autoridad laboral desmonta la precaria fórmula laboral de este tipo de plataformas digitales. La empresa ha presentado alegaciones y el asunto acabará en los tribunales, que tendrán la última palabra. Los afectados puedan solicitar la devolución de las cuotas de autónomos abonadas —siempre que no realizaran simultáneamente otra actividad por cuenta propia–, así como reclamar otros derechos como trabajadores contratados (finiquito por despido, baja por accidente...). La Inspección de Trabajo ha comprobado que los repartidores de Glovo, que opera en la capital aragonesa desde el mes de septiembre del 2016, no cumplen con la condición de trabajadores autónomos, sino que deben ser considerados empleados por cuenta ajena. Así lo concluye al constatar claros y múltiples indicios de que se cumplen los elementos de ajenidad y dependencia, los dos conceptos nucleares para determinar si un trabajador es asalariado, tal y como lo recoge el artículo 1.1 del Estatuto de los Trabajadores. A esta misma conclusión ha llegado este órgano administrativo del Ministerio de Empleo en las actas que hasta la fecha ha levantadas contra Deliveroo, el otro gran operador del sector, en Barcelona, Madrid, Valencia y la propia Zaragoza. Coincide también con el criterio de una reciente sentencia –la primera sobre el colectivo de riders– dictada por un Juzgado de lo Social de Valencia, que determinó que los repartidores de Deliveroo son falsos autónomos y condenó a la plataforma a la readmisión o indemnización de un trabajador. Trabajo realizó las actuaciones inspectoras a Glovo en Zaragoza durante ocho meses, con entrevistas a 181 repartidores en activo o que lo habían sido en el pasado, así como a los responsables de algunos de los más de 120 establecimientos de la ciudad que se publicitan a través de esta plataforma digital, la mayoría de ellos locales de comida. En este proceso, se impuso a la empresa un acta por obstrucción a la labor inspectora por no facilitar información en tiempo y forma por la que Glovo ha tenido que pagar 4.000 euros. Tras la investigación, la Inspección de Trabajo concluye que la relación que vincula a los repartidores con la empresa debe ser calificada de «laboral» al concurrir «características propias de este tipo de relación contractual de conformidad con lo establecido legal y jurisprudencialmente». Por ello, ha ordenado que los riders sean dados de alta en el régimen general de la Seguridad Social, algo contra lo que Glovo ha contraatacado enviando a los repartidores la plantilla de una carta para que renuncien a ello por «perjuicio económico y moral». Para determinar que existe una relación laboral como trabajadores asalariados –las notas características de ajeneidad y dependencia–, la Inspección esgrime que Glovo «asume los riesgos de la actividad», tanto de la inversión principal –el rider apenas aporta una bicicleta y una mochila– como los derivados de cualquier incidencia del servicio. También constata que el repartidor tiene limitada la libertad de escoger pedidos, ya que puede incluso puede llegar a ser sancionado o cesado si los rechaza. La resolución hace hincapié asimismo en que la empresa a través de su plataforma, «efectúa un seguimiento y control de cómo y cuándo se va desarrollando la prestación del servicio» por parte del rider, que está geolocalizado en todo momento. Otro de los motivos que señala el acta de inspección es que «los parámetros que sirven de base para el pago de la actividad son determinados unilateralmente por Glovo». Por estas y otras razones, considera que esta plataforma es un instrumento de la empresa para organizar la actividad, no una mera herramienta de intercambio entre la tienda, el repartidor y el cliente.