Diego Velicia
“Las familias hoy no tenemos tiempo, vamos siempre corriendo: los trabajos, las actividades de los niños, los desplazamientos… así es imposible tener tiempo para la familia” Esta es una de las cosas que en alguna ocasión se dicen cuando hablamos sobre la familia. Las prisas, la falta de tiempo… son un inconveniente para la vida familiar.
Por el contrario, no es extraño escuchar en medios de comunicación o en conversaciones… que “las rupturas matrimoniales son más frecuentes después de las vacaciones, ya que, al pasar más tiempo juntas, las parejas se soportan menos y entonces deciden romper”.
¿En qué quedamos? ¿Las familias necesitan pasar más tiempo juntas o pasar más tiempo juntas es peor para las familias? Seguramente más importante que la cantidad de tiempo que pasamos juntos, es lo que hacemos en el tiempo que pasamos juntos.
Ahora que llega el verano es un buen momento para planteárselo. No todo el mundo tiene vacaciones (privilegio del que disponen muy pocos si miramos a la humanidad entera), pero el hecho de que los días sean más largos y más soleados nos invita a tomarnos este periodo del año de una forma diferente.
José Luis Martín Descalzo, en su libro “Razones para el amor” nos ofrece algunas claves para cuidar los “espacios verdes del alma”, que pueden ayudarnos a enfocar de forma adecuada este tiempo de verano en la familia.
La primera forma es el “ocio constructivo”: “Uno de los fallos más grandes de nuestra civilización es que sólo hemos enseñado dos cosas a los hombres: a trabajar y a perder el tiempo. ¿Y todo el infinito campo que queda entre las dos? ¿Y ese trabajo que no lo es del todo porque se hace por placer? ¿Y todas esas maneras de divertirse que nos enriquecen? (…): el placer de oír música seria dejándola crecer dentro de nosotros en el silencio; el gusto por pintar; la maravilla de sentarse al aire libre, quizá bajo un árbol, a leer poesía”.
Otra forma es la lectura “de esos libros que no «ayudan a triunfar», (…) que sirven sólo (¡sólo!) para enriquecer el alma”
El tercer espacio verde del alma es la amistad “¡Qué hermoso un mundo en el que nadie mirase a su reloj cuando se reúne con sus amigos! (…) Decimos que el tiempo es oro, pero nunca decimos qué tiempo vale oro y cuál vale sólo oropel. Oro puro es, por ejemplo, el que un padre dedica a jugar con sus hijos, a conversar sin prisa con la mujer que ama, a contemplar un paisaje en silencio, a examinar con mimo una obra de arte. Tiempo de estaño es el que gastamos en ganar dinero o en aburrirnos ante un televisor” (o un teléfono móvil diríamos ahora)
Sin olvidarse de la oración “les pido simplemente que busquen algunos minutos al día de pausa cordial y mental para el encuentro con Dios (si son creyentes) o con las fuerzas positivas de su alma (si creen que no lo son). Allí, en el pozo del alma, alejándose de los ruidos del mundo, dejando por un rato de lado las preocupaciones que les agobian, que intenten buscar su propia verdad. Que se pregunten quiénes son y qué aman. Que se dejen amar. Que tomen el Evangelio -y esto tanto si son creyentes como si no lo son-, que lean una frase, unas pocas líneas, y las dejen calar dentro de sí, como la lluvia cae sobre la tierra”
Se trata en definitiva, de que lo que hagamos en este tiempo de verano sirva para hacer crecer el amor en la familia, ya que como nos recuerda el Papa Francisco en Amoris Laetitia 134 “el amor que no crece comienza a correr riesgos, y sólo podemos crecer respondiendo a la gracia divina con más actos de amor, con actos de cariño más frecuentes, más intensos, más generosos, más tiernos, más alegres”.