martes, enero 01, 2013

Miró la humildad


La recepción del Espíritu Santo exige un vuelco radical, no solo con relación a este mundo, sino con relación al moralismo, al fariseísmo de la virtud y de la ascesis a que se ha reducido el cristianismo. Virtudes y proezas ascéticas en si mismas son estériles. Nuestra voluntad propia, que en realidad nos somete a la voluntad diabólica, no consiste solamente en el abandono del mal; nos impulsa también a practicar la virtud por vanidad o únicamente por el bien. A hacer el bien en nombre del bien. Tal era el caso de las vírgenes necias de la parábola. Eran virtuosas, pues habían conservado su virginidad, pero espiritualmente estériles, cerradas a la gracia del espíritu. Lo que cuenta –y este es el aceite de las vírgenes prudentes- es el abandono a la gracia por la humildad, la fe y el amor. “Estoy a la puerta y llamo”. Partir de la conversión profunda del corazón, de la transformación del corazón de piedra en corazón de carne, partir del encuentro personal con el Dios vivo, el desconocido, hablarle, callar para escucharle. Y esta relación, esta humilde oración, puede reafirmarse incluso en nuestra incapacidad para practicar las virrtudes y las obras. Más que perseverar incansablemente en la superficie o encerrarse en una culpabilidad o en una vanidad crecientes hay que dejar que Dios nos ame y hay que cambiar nuestro corazón.




Pierre Claverie (Arzobispo de Oran, asesinado en 1996 en un atentado terrorista junto con su amigo Mohamed, durante la guerra civil que asoló Argelia desde 1993).