El texto ha sido aprobado con los votos del PSOE, Unidas Podemos, Ciudadanos, ERC, EH Bildu, BNG, CUP y PNV pese a tratarse éste último de un partido de orientación cristiana.
María-Luisa Carcedo, secretaria ejecutiva de Sanidad y Consumo del PSOE, ex ministra de Sanidad, diputada y principal impulsora de esta ley, manifestó: “Estamos ante una ley que parte de un amplísimo consenso social. Es muy demandada por la mayoría de la ciudadanía. Cuando se les pregunta si la creen necesaria, la respuesta es concluyente: la aprueban de media el 84% (40.000.000 de españoles), que oscila entre el 56% de los católicos practicantes, el 80% de los católicos no practicantes y el 97% de los declarados ateos”. Estos porcentajes me recuerdan a Manuel Fraga Iribarne, ministro de Información y Turismo con Franco, cuando, en el referéndum del 14 de diciembre de 1966 sobre la Ley Orgánica del Estado, tanto la quiso asar que la quemó al decir que en Málaga había votado el 110% del censo electoral y que lo habían hecho a favor el 98,95% de los que emitieron su voto.
Votaron en contra de la ley de eutanasia y suicidio asistido PP, Vox y Unión del Pueblo Navarro (UPN). Estos tres últimos partidos han propuesto los cuidados paliativos como alternativa a la eutanasia, pero el resto de diputados han manifestado que no bastan.
Ignacio Echaniz, del PP, ha acusado al PSOE de aprobar esta ley “al final del último día, del último pleno ordinario, sin informes técnicos ni jurídicos, sin audiencia pública, sin estudios demoscópicos recientes y sin permitir la comparecencia de expertos”. A su juicio, el gobierno ha aprobado esta ley “frívola” de forma “atropellada” en lugar de decidirse por la alternativa de los cuidados paliativos que “encaja en el sentir mayoritario de los españoles”.
Lourdes Méndez, de Vox, calificó la ley de “ilegítima”, porque implica la “firma de sentencias de muerte” y, a partir de ahora, sólo podrán acceder a cuidados paliativos quienes tengan medios para pagarlos: el resto se verán “coaccionados a morir”.
Por su parte, el representante del UPN, Carlos García Adanero, llamó la atención sobre la diferencia de coste que hay entre los cuidados paliativos y la eutanasia. Ésta última es “gratis”. “Ustedes prefieren empujar al que quiera tirarse al vacío que proporcionarle la ayuda necesaria para evitarlo”.
En España, pese a lo que digan los políticos partidarios de la eutanasia y del suicidio asistido, “ no hay una demanda social de eutanasia, pero sí hay una demanda social de cuidados paliativos. No hay un demanda de morirse, pero sí para que les alivien el dolor”, manifestó Mario Iceta, obispo entonces de Bilbao y actualmente arzobispo de Burgos, médico, presidente de la subcomisión episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida, el 4 de diciembre de 2019 al presentar el documento “Sembradores de Esperanza. Acoger, proteger y acompañar en la etapa final de esta vida”, aprobado en la Asamblea plenaria de la Conferencia episcopal en noviembre de 2019.
Los partidarios de la eutanasia y del suicidio asistido suelen poner como argumentos a favor hechos concretos, como el de María-José Carrasco, de 61 años y enferma de esclerosis múltiple desde hace 30 años. En 2010 solicitó una plaza en una residencia asistida de la Comunidad de Madrid, pero no se la dieron. Eso motivó que su marido, Ángel Hernández, entonces de 61 años, pidiese la jubilación anticipada. Llegó un momento en que ella no quiso aguantar más y le pidió ayuda a su marido para morir. Proceso que él grabó en video el 3 de abril de 2019 para dejar constancia de la dramática solución. El problema fue la falta de recursos y la dejadez de la Comunidad de Madrid. ¡Una vergüenza!
“El problema no es la eutanasia ni el suicido asistido. El problema es una sociedad que no brinda los apoyos suficientes para cuidar bien de sus enfermos terminales y crónicos, una sociedad que padece una epidemia de soledad por el debilitamiento progresivo de los lazos de reciprocidad. El sistema empuja hacia el suicidio sea o no asistido, y hacia la eutanasia”, en palabras de José-Ramón Amor Pan, director del Observatorio de Bioética y Ciencia de la Fundación Pablo VI.
El Dr. Jacinto Bátiz, director del Instituto para Cuidar Mejor del Hospital San Juan de Dios de Santurtzi, decía el 28 de octubre de 2020 a propósito del proyecto entonces de Ley de la Eutanasia del PSOE: “Mientras tanto, los ciudadanos de nuestro país no disponen de una ley nacional que les garantice una atención adecuada al final de la vida para que tengan derecho a vivir sin sufrimiento mientras acaba su vida y en condiciones de igualdad entre territorios. Cuando se ha propuesto una ley nacional de cuidados paliativos para garantizar esto, en el Parlamento se ha argumentado por los defensores de la ley de eutanasia que la ley de cuidados paliativos no aportaría nada, porque estos cuidados ya están contemplados en la cartera común de servicios desde 2006 y desde 2010 hay una estrategia de cuidados paliativos. Sin embargo, se han olvidado de decir que cada año 80.000 personas que necesitan estos cuidados no pueden acceder a ellos. ¿Lo único que nos van a garantizar nuestros políticos va a ser el derecho a la eutanasia?¿Va a ser el único derecho que vamos a poder elegir para morir sin sufrimiento? (…) Me llama la atención que nuestros políticos desaprovechen una oportunidad para demostrar su sensibilidad humana ante el dolor de los que sufren. En medio de tantas muertes y batallas para luchar contra ella en la pandemia del covid-19, debaten una ley para que los médicos ayudemos a adelantarla. Invito a los representantes políticos a que se esfuercen en elaborar una ley que garantice los recursos humanos, los profesionales competentes, los tratamientos útiles para aliviar el sufrimiento, los cuidados de confort, en definitiva, la atención integral a las personas y a sus familias para que miles y miles de españoles cada año, cuando la vida llega a su fin, no se vean obligados a pedir el adelantamiento de su muerte, porque su vida es insufrible y no se ha hecho nada para que sea de otra manera. Esto sí que es urgente, no lo olviden”.
Mi hermano es médico y tengo amigos médicos en Asturias y en Alemania quienes siempre se han mostrado en contra de la eutanasia, pues la función del médico, según el juramento de Hipócrates, es tener absoluto respeto por la vida humana desde el instante de la concepción, devolver la salud al enfermo, curar sus enfermedades, cuidar de su vida, mitigar sus dolores, hacer de su vida lo más llevadera y placentera posible, pero nunca matarlo como pretende la mal llamada eutanasia, palabreja de origen griego que propiamente significa muerte dulce o digna cuando en realidad es un asesinato.
Ante el alargamiento de la esperanza de vida las enfermedades degenerativas están pidiendo de nosotros una reflexión. Pero la muerte provocada no es la solución a los problemas que tenemos en la sociedad. Acudir a la eutanasia es tirar por el camino más fácil. La Organización Mundial de la Salud propone garantizar los cuidados paliativos y no intentar empezar la construcción de la casa por el tejado.
El 11 de diciembre de 2020, cristianos, musulmanes, judíos e hindúes firmaron en Madrid, en el salón de actos de la Institución Teresiana en Moncloa, un manifiesto en el que dicen: “Pedimos a los responsables de las naciones y a nuestros gobernantes que edifiquen una sociedad basada en el valor inviolable de la vida humana y la dignidad de la persona, y que rechacen las leyes que atentan contra ella. (…) Frente a la eutanasia abogamos por una adecuada legislación de los cuidados paliativos para estar cerca de los que sufren a causa de la miseria y el abandono, y para hacer nuestro el grito de los descartados de nuestra sociedad, reconociendo en el otro siempre a un hermano”.
“No se pretende alargar la vida con obstinación terapéutica ni acortarla deliberadamente con la eutanasia, sino ayudar a sobrellevar ese dolor, porque no se puede decir que no hay nada más que hacer. Siempre hay muchas cosas que el enfermo necesita, aunque éste sepa que la ciencia ya no puede hacer nada más por su enfermedad. Pero se pueden aliviar los síntomas con la sedación paliativa para tratar de garantizar una muerte serena y en paz, no de provocarla. Y esa es la gran diferencia con la eutanasia”, afirmó el Dr. Jacinto Bátiz, ya mencionado anteriormente.
“Contra facta non valent argumenta”, decían lo latinos, lo cual, en román palatino significa: “Contra los hechos no tienen consistencia los argumentos”. Jordi Sabaté se presenta así en su perfil de Twitter: “Tengo 36 años, hace 5 años que tengo ELA, enfermedad mortal sin tratamiento. Amo la vida. Soy creyente y tengo fe en Cristo. Yo tengo fe en que Dios está con nosotros en los buenos y malos momentos de la vida. Yo no puedo moverme, no puedo hablar, no puedo comer y respiro con dificultad, pero puedo hacer muchas más cosas: puedo ver, puedo escuchar, puedo transmitir y comunicarme con la gente (por medio de una máquina), puedo sentir, puedo querer, puedo sentirme querido, puedo amar, puedo reír y divertirme. Yo creo que por todo eso le tengo que dar gracias a Dios por cada día que disfruto del regalo de la vida. Porque amo la vida. ¡Viva la vida!”.
En 2013 asistí espiritualmente a un paisano mío, Jorge Sánchez Caso, de 54 años, enfermo de ELA, que solo movía los ojos y se comunicaba a través de una máquina que movía con su mirada. Me impresionó su fe, su valentía, su fortaleza, su amor a la vida, su confianza en Dios. Falleció el 22 de septiembre de 2013 y al día siguiente celebré su funeral en la iglesia parroquial de San Bartolomé de Nava. También me impresionó la ternura, la dedicación, la competencia, la profesionalidad de su cuidadora, también paisana mía, Amelia Escobio, de Traveseu, en la parroquia naveta de Priandi. Si Jorge tuvo calidad de vida a pesar del ELA y una muerte digna y en paz fue gracias a los médicos que le atendieron, a los amigos que le acompañaron y a Amelia que le ayudo con mimo y ternura siendo para mi un ejemplo claro de amor al prójimo.
Alberto Torga y Llamedo
Sacerdote jubilado en Nava
Publicado en La Nueva España: 06.01.2021
Sacerdote jubilado en Nava
Publicado en La Nueva España: 06.01.2021