"Robaron las antenas, / la miel de las colmenas, / no nos dejaron ni banderas que agitar"
–¿Tienen sentido las banderas? Recuerden que en Catalunya ondean con fuerza.
–Juan Manuel Latorre: Lo que viene a decir precisamente es que se pueden tener banderas. Banderas de cosas que verdaderamente importen. Y nos han despojado de ellas haciéndonos creer que no importan. Que da igual lo que hagas. Hay una especie de sistema que tiene su propia inercia, funciona de una forma determinada y no admite matices. Se pueden recuperar muchas banderas. Y si nos sentáramos a hablar, estaríamos de acuerdo en lo que defienden. No es una cuestión de pertenencia o no a algún colectivo. Es cuestión del ser humano. De la dignidad. De los derechos.
"Cambiaron paz por deudas, / ataron nudos, cuerdas / y la patrulla nos detuvo por mirar"
–¿Se están incentivando guerras por intereses económicos?
–J. M. L. : Exacto. Y cualquier persona de bien te dirá que no es de recibo. No creo que nadie tenga las narices de decirte a la cara que está bien montar una guerra para mantener una industria. Entonces, sentémonos para que esto tan obvio no suceda, ¡por favor!
"Llevaron los finales / a tierra de neutrales, / no nos dejaron líneas ni para empezar"
–¿Por dónde empezarían si pudieran arreglar el mundo, más allá de la canción denuncia?
–J. M. L. : Aclaración: no nos gusta que digan que hacemos canción denuncia o protesta. Nuestras letras siguen hablando de cuestiones personales, de emociones. De sentimientos. También de rabia, de acuerdo. Pero no pretendemos hacer una revolución tuiteada. Es un análisis personal: cómo digerimos lo que pasa a nuestro alrededor.
"Fue un atraco perfecto, / fue un golpe maestro / dejarnos sin ganas de vencer. / Fue un atraco perfecto, / fue un golpe maestro / quitarnos la sed"
–¿El desánimo es el peor enemigo de la lucha?
–J. M. L.: Probablemente, sí.
–Guillermo Galván: De la lucha. Y de todo. La vida es un estado de ánimo. La subjetividad en la que se viven los hechos hacen que se mueva el mundo. Y la creación es algo que parte directamente del estado de ánimo. El desánimo es el peor de los compañeros. El veneno más extendido, por parte de la gente que quiere tenernos inactivos, en modo avión permanente. Pero soy optimista. Hay mucha más conciencia de todo lo que está pasando. Por ejemplo, la abuelita ya sabe quién le quita sus ahorros. Y cada vez son más los que avisan de que, "señores, esto no puede seguir así".
"Robaron las linternas, / la lumbre en las cavernas, / no nos dejaron mapas de la oscuridad"
–'Mapas' era el título del disco anterior. ¿Qué norte marca su brújula?
–J. M. L.: No tenemos mapas. Ni tan siquiera tenemos GPS [risas]. Ahí es donde entra nuestra parte más intuitiva, que es ver en cada momento qué nos apetece contar cuando estamos haciendo canciones. No llegas a una canción como 'Golpe maestro' y un disco como 'La deriva' de cualquier manera. Son fruto de lo que te preocupa, emociona, te hace reflexionar. Es lo bonito de la incertidumbre.
"Vendieron humo y calma, / lingotes de hojalata,/ palacios de ceniza y cartas sin marcar"
–¿Qué deberían hacer los políticos para recuperar la credibilidad?
–Juan Pedro Martín, 'Pucho': Actuar en consecuencia con lo que dicen. Todos son promesas y programas electorales que luego se quedan en agua de borrajas.
–G. G.: Y ser menos políticos y más ciudadanos. Que recuerden que han de ejercer la responsabilidad política que le han otorgado. Al final, se queda todo en un campo tan virtual que los programas parece que ni existan. La distancia entre el político institucionalizado y el ciudadano es tan grande, defiende cosas tan distintas de las verdaderas necesidades… El político debe volver a ser un ciudadano al servicio del ciudadano.
–J. P. M.: Y tienen que hacerlo ya. La solución está en las instituciones. Es una responsabilidad de la clase política. Me saca de mis casillas que miren hacia otro lado, que criminalicen determinadas actitudes sociales y ver sus caras de desconcierto cuando la realidad les salpica. Que cambien la situación en vez de culpabilizar a los ciudadanos. Y que se ganen la confianza. Si la hemos perdido, está claro que es por su culpa.
–G.G.: Los políticos han de pagar por sus errores. Sus actos han de tener consecuencias. Asusta comprobar cómo funcionan ciertos procesos judiciales, cómo quitan de en medio al juez instructor… Da para hacer una película de género. Hay demasiados casos, demasiadas coincidencias, lo que te lleva a pensar que aspirar a que todo culpable sea declarado como tal, con su correspondiente pena, no va a ser fácil. Cuando es importantísimo, y no solo por un tema económico, también moral, saber que hay una persona que se ha demostrado que es un sinvergüenza. O instituciones enteras que han incurrido en fraudes. Que eso no tenga consecuencias, e incluso que el mensaje que vamos dando a las futuras generaciones sea que no pasa nada, ¡es tremendo!
–J. P. M.: Y más en estos tiempos que vivimos, con fenómenos como el de WikiLeaks, en los que toda la mierda sale a flote.
–G. G.: Parece incluso que la sociedad está como inmunizada. Se demuestran los casos de corrupción y luego va y no pasa nada. Ya va siendo hora de que se tomen cartas en el asunto. De que los políticos empiecen a ser personas como nosotros, que cojan el tren, el autobús… que se bajen de su nave espacial.
"Fundieron plomo y cobre, / pusieron sal en sobres. / Alerta, hay un testigo./ Nos han dejado vivos. / Fue un atraco perfecto, / excepto por esto: / nos queda garganta, puño y pies. / No fue un golpe maestro, / dejaron un rastro, / ya pueden correr. Ya vuelve la sed"
–Entoces, ¿hay esperanza en la deriva?
–J. M.L: ¡Claro que sí! Hemos de ver las cosas desde la atalaya de la esperanza y del optimismo. Desde la ética de las causas perdidas. No porque vaya a haber una recompensa, sino porque es el mejor punto para ver lo que sucede, para sobrevivir. Insisto: el desánimo es un veneno que no permite construir nada. Eso solo es posible desde la ilusión.