Las tres hermanas Wojcicki han logrado el éxito. Una está al frente de YouTube, otra fundó una compañía de biogenética valorada en miles de millones y la tercera es profesora en una de las universidades más prestigiosas. ¿Cuestión de genes? ¿De educación? Su madre, Esther, nos lo explica.
Por Danny Fortson / Fotografía: Cody Pickens
Por Danny Fortson / Fotografía: Cody Pickens
Seguro que no ha oído hablar de esta mujer de 78 años, pero ha influido en su existencia, aunque sea indirectamente y usted no lo sepa. Esther Wojcicki, profesora de instituto, es madre de tres hijas que han tenido un éxito formidable en la vida: Susan, de 50 años, es directora ejecutiva de YouTube. Anne, de 45, fundó 23andMe, compañía pionera en el campo de las pruebas genéticas caseras con un valor en Bolsa de 2600 millones de dólares. Y Janet, de 48, es profesora de epidemiología en la prestigiosa Universidad de California
Los Wojcicki no son una familia del montón. Stan, el patriarca, era físico en Stanford. Los métodos educativos de Esther han atraído la atención de compañías como Gap, que recaban sus consejos para motivar a sus empleados. Los principios que utiliza en el aula -sí, sigue dando clases- son los mismos que aplicó con sus hijas. Ahora ha escrito un libro sobre el tema, How to raise successful people (‘Cómo criar personas de éxito’), con la esperanza de poner freno a lo que ella tacha de «fracaso a la hora de ser padres».
LO QUE NO HAY QUE HACER
Parejas que sobreprotegen a los hijos. Madres que les exigen demasiado. Padres que se desviven para que no sufran el menor inconveniente… Todos se equivocan, dice. Están criando una generación de hijos «sin las aptitudes necesarias para salir adelante en el siglo XXI». «Son corderitos», a quienes sus propios padres han despojado de iniciativa y determinación. Chavales que viven «aterrados por el fracaso».
Esther vive en Palo Alto (California), epicentro mundial de la revolución tecnológica, donde hay «un multimillonario en cada esquina». «Sus hijos tienen demasiadas cosas. No les dan importancia. En el instituto donde trabajo hay una habitación para objetos perdidos. ¡Debería verla! Parece una pasarela de moda…».
Su forma de criar -el ‘método Woj’- se puede resumir en: confiar en los hijos, cederles responsabilidades, dejar que fracasen y que aprendan de los batacazos. «Los hijos pueden hacer mucho más de lo que esperas de ellos. Si confías, te asombrarán. Si crees en ellos, también creerán en sí mismos y conseguirán imposibles».
Quizá el lector no esté de acuerdo con mucho de lo que Esther recomienda. Por poner un ejemplo, dejaba que sus hijas fueran solitas a comprar chuches a la esquina con solo cinco y cuatro años de edad. Los resultados, sin embargo, están a la vista. Las mujeres de esta familia han llegado a lo más alto y se lo deben a su madre. «Las tres somos resultado directo de la filosofía de nuestra madre», escriben en el prólogo del libro.
El método Wojcicki no es conductista. Esther promueve una serie de valores que estuvieron ausentes en su niñez. Sus padres, humildes, eran judíos ortodoxos. Un suceso marcó su vida. su hermano David engulló un bote de aspirinas con dieciséis meses. Les negaron asistencia en tres hospitales, quizá porque creyeron que no podrían pagarla, y el niño murió. «Ese día aprendí que no tienes que fiarte de las personas en situación de poder, por muchos títulos que tengan. Desde entonces no he cesado de ponerlo todo en duda, y ese legado se lo he transmitido a mis hijas».
BAJO EL ‘ORDENO Y MANDO’ DEL PADRE
Esther fue una estudiante precoz, lo que no complacía a su padre. «Quería que me casara con un judío rico y tuviera un montón de hijos». El padre le repetía que los hijos varones «eran más importantes». Empeñada en escapar de aquel entorno, consiguió una beca en la Universidad de Berkeley. Allí conoció a Stan. Se casaron y él empezó a trabajar en la Universidad de Stanford. En 1968 tuvieron la primera de sus hijas, Susan, futura emperatriz de YouTube.
Madre joven, Esther no sabía cómo criar a sus hijas y confió en su instinto, un arte que, en su opinión, se ha perdido. «Los padres deben tomárselo todo con calma, confiar en su capacidad. Sin estrés». Este es uno de sus principales mensajes: tener confianza en uno mismo y en los hijos. Confianza,
Suena bonito, claro, pero se trata de una labor ardua y complicada. Esther dejó su empleo como maestra para ser madre a tiempo completo y fue desarrollando el método Woj. Si sus hijas se portaban mal, hacía que se disculparan por escrito. «Escribir es pensar, y el pensamiento lleva a que uno cambie», sentencia esta acérrima partidaria de la frugalidad. Una tarde por semana, toda la familia recortaba cupones de descuento. Si la cajera del supermercado trataba de engañarla con el cambio, montaba un numerito… para consternación de sus hijas. «Estaba decidida a que nada se interpusiera en nuestro camino. Nos trazábamos un objetivo, nos preparábamos para alcanzarlo y lo conseguíamos. Yo me encargaba de predicar con el ejemplo -explica-. Los chavales hacen lo que tú haces, no lo que les dices que hagan». Las hermanitas Woj gozaban de gran independencia. Su madre les permitía hacer la compra; les asignaba dinero y dejaba que ellas adquirieran lo necesario.
CREATIVIDAD CONTRA MEMORIZACIÓN
Tras pasar una década en casa, Esther entró a trabajar en el instituto de Palo Alto, cuyo programa de estudios incluía un curso de periodismo al que nadie hacía caso. Cuando empezó, tenía 19 alumnos. Hoy tiene 700 y es un modelo muy imitado. Al final de curso, los alumnos dan las clases y se encargan de todo mientras ella queda en segundo plano. Su objetivo: «Que yo termine por estar de más».
A medida que la revolución tecnológica se extendía a su alrededor, fue convenciéndose de que la creatividad era más decisiva que la memorización. Sin embargo, tenía la impresión de que sus alumnos estaban cada vez peor preparados para el mundo. «Al entrar en clase por primera vez, tienen aspecto desvalido. Parecen corderitos, se sienten aterrados».
Algunos de ellos viven sometidos a las tremendas presiones de unos padres con gran éxito profesional. Terminan por sumirse en la apatía y hay casos graves. Hace cinco años, en Palo Alto hubo una ola de suicidios de estudiantes. «Muchos chavales se sentían atrapados, estaban convencidos de que nunca iban a triunfar en la vida», cuenta Esther.
Otros jóvenes con padres sobreprotectores son incapaces de manejar los fracasos. El reciente escándalo de familias que pagan millones en sobornos para abrir las puertas de los centros educativos más prestigiosos a sus hijos es la culminación de esta protección exagerada. «Lo siento mucho por esos chicos. El mensaje que sus padres les transmiten es. no creemos en vosotros. Un mensaje peor que negativo».
Hay un consejo de Esther que resulta controvertido. Hace referencia al divorcio. Su recomendación es: no lo hagas. «Veo a muchos hijos infelices por el divorcio. Al divorciarte, el mensaje que le das a tus chavales es: soy incapaz de resolver las cosas, no sé cómo arreglar una situación complicada, me falta capacidad de aguante». Es una cuestión que la afecta personalmente.
Anne Wojcicki se casó con Serguéi Brin, cofundador de Google, en 2007. La pareja tiene dos hijos y se divorció hace cuatro años. «Fue muy difícil para todos -cuenta Esther-. El matrimonio hay que trabajárselo. Nunca es fácil. Estamos obligados a cuidar del otro y de nosotros mismos. El tema de los hombres es delicado. A veces se sienten abandonados tras el nacimiento de un hijo. ¡Porque no pudieron entrevistar por adelantado a ese nuevo miembro de la familia!». Esther hace lo posible por hablar en términos generales, pero señala el sofá y revela que «Serguéi estuvo sentado ahí mismo hace un par de días». No dice más.
A punto de cumplir los 79, Esther no tiene intención de jubilarse. «Si me jubilo, soy muy capaz de volver locos a todos». En enero creó una organización sin ánimo de lucro, Global Moonshots in Education, para que los colegios reduzcan en un veinte por ciento sus planes de estudio y que los alumnos puedan seguir los proyectos propios que más los apasionen.
¿Las escuelas adoptarán el método Woj? Es posible. Esther tiene acceso a personas muy poderosas. «A veces me invitan a eventos con todos los jefazos de la industria. Y les pregunto si estarían dispuestos a echar una manita».
Haber criado a hijas exitosas también tiene inconvenientes. Las tres llegan a la sesión fotográfica con hora y media de retraso. «Las personas con tanto éxito se olvidan de que el tiempo existe», se disculpa.
Consejos para evitar que tu hijo se enganche al móvil
Establezca un plan con sus hijos, no para sus hijos.
Los móviles están prohibidos durante las comidas.
También después de la hora de acostarse.
Es conveniente que los chavales establezcan sus propias normas de uso del móvil durante las vacaciones y los fines de semana u otras actividades sociales. Asegúrese de que ellos mismos fijan los pequeños castigos que se aplicarán en caso de infracción.
A partir de los ocho años, los chavales pueden aprender a ejercer el control por su propia cuenta. Si no cumplen con lo que ellos mismos han prometido, el control vuelve a los padres.
Los padres tienen que predicar con el ejemplo.
Debata con sus hijos qué fotos pueden tomar y qué audios pueden grabar. Explique que todo cuanto uno hace en la Red deja una huella digital y que lo mejor es sentirse orgulloso de dicha huella.
Explíqueles lo que es el cyberbullying. No resulta fácil enseñar qué es lo que define el humor, pero tiene su importancia.
Explique a sus hijos que nunca conviene proporcionar demasiada información personal