Recomendable. Ediciones Voz de los sin voz |
Eugenio A. Rodríguez
Nunca he votado a un partido grande. No me gustan, como se dice ahora. Pero quiero reconocer un acto justo de Pedro Sánchez, este golpista legal que nos ha caído. Ya sé que es legal, que la democracia formal "que nos hemos dado" (vaya mentira pluscuamperfecta.... qué sabremos el 99% de la población sobre ley electoral o mociones de censura) hace legal esta cosa que nos ha ocurrido. Pero sí, ha hecho una cosa justa: devolver su nombre al Ministerio de Trabajo. Los nombres no dan lo mismo. Nombrar es crear en alguna medida.
La soberbia del errante a Santa Pola, del forofo de la propiedad, no le pemitía tal respeto al Trabajo. Y tenía que cambiarle el nombre: Empleo. Y algunos dirán: ¡Vaya quisquilloso! ¡es lo mismo! Me parece que si fuera lo mismo no le habría cambiado el nombre.
Lamenté el cambio y agradezco el recambio. Trabajo es amar, trabajo es crear, trabajo es servir, trabajo es promocionarse, trabajar es crecer, trabajar es relacionarse, trabajo es solidaridad. Emplear suele ser explotar, exprimir, sacar el jugo, violar. No es lo mismo.
En el trabajo la persona es sujeto y en el empleo es objeto.
En los libros de Doctrina social de la Iglesia antiguamente se empezaba por la propiedad como derecho inalienable. Hoy se empieza por el Trabajo. No es verdadera una izquierda que quiera simplemente una renta básica porque lo humano es que todo ser humano pueda trabajar, el trabajo es mucho más que un ingreso.
Por eso está bien que haya Ministro de Trabajo. Y ministros de trabajo ha habido de todo tipo. A mí personalmente me parece que el más interesante es el granaíno Manuel Jiménez de Parga, que en los años de la Transición quiso que se desarrollara la autogestión, provocando las iras de EL País que saltó como una fiera en un editorial. Éste catedrático humanista, para mas desajuste del pensamiento autoritario cree que el derecho principal es el derecho de asociación. O sea: que me alegro que vuelva a ser Ministerio de Trabajo. Me alegro más aún de que se compruebe que la mentira tiene las patas muy cortas: esta ha durado 6 años. No es mucho.