Fernando Rivera
Una vez al año el telediario, como excepción, deja de relatar tragedias para enseñar a personas felices saltando, llorando y brindando con champagne, contando los planes tan estupendos que tienen para su futuro inmediato.
No os creáis nada, es un anuncio.
No os creáis nada, es un anuncio.
Como boletín oficial del régimen, al telediario le toca la fácil tarea de vender uno de los filones del Estado: la lotería, también conocida como el impuesto de los tontos.
El año pasado unos caricaturescos famosos variopintos te vendían tu décimo de una manera surrealista. Algún niño todavía tiene pesadillas al imaginarse la campanilla de Raphael saliendo del televisor. Este año han apelado al miedo más directamente.
El mensaje es claro “El día que dejes de malgastar tu dinero en lotería puede tocar ese número, que te conoces de memoria por que llevas años echándolo, y todos se reirán mientras tú lloras”. Quieren que olvides todos los años en los que te has pasado horas viendo como los demás reían y tu te lamentabas de haber tirado a la basura, como poco, 20€ una vez más.
Y es que el miedo, la envidia y las promesas irreales son las mejores y más conocidas tácticas para vender.
Un año más millones de personas olvidarán sus necesidades y tirarán 20€ en una promesa vacía. Se ilusionarán durante meses, harán planes de en qué lo van a gastar, prometerán que cuando les toque la lotería harán esto y lo otro y el día que su décimo no salga premiado volverán a la amargura de no ser capaces de controlar su destino, quizá con la vista puesta en el siguiente sorteo, aplazando su ilusión, aplazando su vida.
Y es que si eliges dejar tu suerte en manos del azar, ya estás eligiendo perder.
Y es que el miedo, la envidia y las promesas irreales son las mejores y más conocidas tácticas para vender.
Un año más millones de personas olvidarán sus necesidades y tirarán 20€ en una promesa vacía. Se ilusionarán durante meses, harán planes de en qué lo van a gastar, prometerán que cuando les toque la lotería harán esto y lo otro y el día que su décimo no salga premiado volverán a la amargura de no ser capaces de controlar su destino, quizá con la vista puesta en el siguiente sorteo, aplazando su ilusión, aplazando su vida.
Y es que si eliges dejar tu suerte en manos del azar, ya estás eligiendo perder.
No te voy a aburrir diciéndote que tienes más probabilidades de que te caiga un rayo a que te toque la lotería y que por mucho que conozcas a un vecino que tiene un primo cuyo amigo de la infancia le tocaron 10 millones de pesetas en 1991, ese no va a ser tu caso, pero quiero que te plantees qué quieres hacer con tu vida y quién quieres que la decida.
La suerte no se echa, no está en un papel que emite el Estado para que pagues más impuestos, no está en una tragaperras que pone el dueño del bar para ganar más dinero con tus impulsos irracionales, no está en apuestas emocionales e imprevisibles sobre tu equipo favorito… La suerte tienes que perseguirla y ganártela. Crea situaciones en las que puedas tener suerte ¡Sal a buscarla!
La suerte no se echa, no está en un papel que emite el Estado para que pagues más impuestos, no está en una tragaperras que pone el dueño del bar para ganar más dinero con tus impulsos irracionales, no está en apuestas emocionales e imprevisibles sobre tu equipo favorito… La suerte tienes que perseguirla y ganártela. Crea situaciones en las que puedas tener suerte ¡Sal a buscarla!
Olvídate de dar el pelotazo, el dinero que no te cuesta ganar tampoco te costará nada perderlo y es muy probable que acabes peor de lo que estabas. Por eso deseo que jamás te toque la lotería, por eso me encantaría que jamás la vuelvas a echar.
Afronta tu destino, cumple los sueños que siempre has querido cumplir, deja de poner el dinero de excusa para no ser feliz. Para lo que sí que no tienes que tener dinero es para tirarlo en comprar un papel, ni aunque te sobre.
Recordad que estamos en noviembre (por mucho que quieran adelantar la navidad cada vez más), mentalizaos para 2 meses de bombardeo publicitario sobre cosas que no necesitáis, que nos os van a servir para nada y no os dejéis llevar por impulsos. Meditad cada compra y haced memoria de los mejores momentos de vuestra vida: ninguno de ellos se compró con dinero.