Érase una vez un sacerdote y un fabricante de jabón que estaban dando un paseo.
El fabricante de jabón le dijo: "Padre, ¿para qué sirve la religión? Mire la miseria y las guerras y el sufrimiento que hay en el mundo. Después de tantas oraciones, sermones y enseñanzas todo sigue igual. Si la religión es buena y verdadera, ¿por qué todo sigue igual?"
Siguieron caminando y se encontraron con un niño todo sucio.
El sacerdote le dijo al fabricante de jabón: "Mire ese niño. Usted dice que el jabón limpia pero ese niño sigue estando sucio. ¿Para qué sirve el jabón?".
El fabricante de jabón le contestó: "Padre, el jabón no puede evitar la suciedad a no ser que sea usado todos los días."
“Exacto” replicó el sacerdote, “exacto”.
¿Miedo a usar todos los días la religión y a ser atrevidos?
Pero cuidado… “usar la religión” no es tanto hacer actos piadosos, sino como Tomás, el incrédulo, estar dispuesto a meter los dedos y las manos en las llagas de Jesús, hoy en las llagas de nuestros hermanos que sufren.
Practicar la religión es compartir el dolor y el sufrimiento de nuestros hermanos, hacerlo nuestro, poner todo lo que esté de nuestra parte para hacerlo desaparecer.
Es también compartir sus alegrías y vivirlas como nuestras.
Claro, que para eso hay que estar dispuesto a complicarse la vida, y…
Siguieron caminando y se encontraron con un niño todo sucio.
El sacerdote le dijo al fabricante de jabón: "Mire ese niño. Usted dice que el jabón limpia pero ese niño sigue estando sucio. ¿Para qué sirve el jabón?".
El fabricante de jabón le contestó: "Padre, el jabón no puede evitar la suciedad a no ser que sea usado todos los días."
“Exacto” replicó el sacerdote, “exacto”.
¿Miedo a usar todos los días la religión y a ser atrevidos?
Pero cuidado… “usar la religión” no es tanto hacer actos piadosos, sino como Tomás, el incrédulo, estar dispuesto a meter los dedos y las manos en las llagas de Jesús, hoy en las llagas de nuestros hermanos que sufren.
Practicar la religión es compartir el dolor y el sufrimiento de nuestros hermanos, hacerlo nuestro, poner todo lo que esté de nuestra parte para hacerlo desaparecer.
Es también compartir sus alegrías y vivirlas como nuestras.
Claro, que para eso hay que estar dispuesto a complicarse la vida, y…