martes, diciembre 01, 2009

EDUCACIÓN HUMANA Y CRISTIANA

Diego Velicia
La educación camina sobre dos pies: el apoyo y la exigencia. Desde el nacimiento los padres expresamos el amor por nuestros hijos y les exigimos, cambiamos nuestro tono de voz para dirigirnos a ellos y les vamos exigiendo tareas que están un poco por encima de su capacidad. Esto permite a los niños crecer. Caminando sobre estas patas se construye la autoridad de los padres. Lo normal es que los hijos vayan necesitando menos presencia de los padres en sus vidas a medida que van creciendo, porque esto quiere decir que ellos van asumiendo las responsabilidades propias de su edad en relación con el estudio, la colaboración en las cosas de la casa, en la relación con los demás... Lo normal es que un niño de 2 años requiera más atención, más tiempo de los padres que uno de 6 y el de 6 más que el de 12 y así progresivamente. Cuando un muchacho de 12 años requiere más atención que el de 8 años es síntoma de algún problema, probablemente que en las edades tempranas no se haya afianzado la autonomía. Es importante la colaboración de los padres para realizar esta tarea. Y además es imprescindible que se realice en los tres planos de la vida de las personas: el personal, en la relación directa con los niños, el social, en los ambientes en los que se mueve y el institucional, en el que se deciden aspectos que influyen directamente sobre la vida de aquellas personas a las que amamos. Este último es la política, parte imprescindible de la vida.
A la hora de transmitir valores religiosos a nuestros hijos sólo Jesús debe ser el modelo, nadie más. Sus vida, su mensaje, su oración... deben ser las que vayamos haciendo nuestras, para que lo vayan siendo de nuestros hijos.