Eugenio A. Rodríguez
En las flores nos lo jugamos todo. En las celebraciones manifestamos lo que somos y lo que somos hace nuestra forma de celebrar, especialmente en las flores. En las flores ponemos el amor, ponemos la belleza, ponemos la vida. Mi madre preguntó una vez a un gran luchador por la justicia:
-¿Y qué podemos hacer contra el hambre?.
-Gloria ¿usted sabe plantar flores?, -dijo el luchador.
-Sí, claro, contestó ella.
-Entonces, plante flores.
No imaginábamos esa respuesta los que creíamos conocer al vehemente mitinero, al perseguido por el franquismo, al infatigable luchador; pero el que quiere ser persona resulta una caja de hermosas sorpresas.
Recientemente en la Universidad de Zaragoza nos hemos reunido personas sin conocimientos sanitarios, estudiantes y sanitarios de altísimo nivel que hasta colaboran en destacadas revistas y congresos, para echar una mirada al Covid desde la Solidaridad. En realidad llevamos más de año y medio viéndonos online y debatiendo mediante miles de correos electrónicos que aluden a miles de artículos en varios idiomas, sin dejar de conocer los problemas a pie calle, tratando sobre esta sindemia con análisis rigurosos cualitativos y cuantitativos.
¿Qué somos en esta batalla en que a todos se nos obliga a pronunciarnos? ¿Negacionistas? ¿afirmacionistas? Algunos, intentando decirlo en pocas palabras, decimos que “no somos negacionistas, ni tragacionistas”. Sendero quizá no fácil de transitar porque es como el filo de una navaja. Pero triste es dejarse caer en el abismo de negar un problema más que evidente, y no menos triste es caer en la mentira sistemática de una farmamafia que no sirve al paciente sino que se sirve de él. ¿Por qué sorprenderse si la cosa no es nueva? Solo es el negocio. Negocio a veces es curar, pero también -o más- cronificar. Como negocio es alimentar, pero también -o más- hacer pasar hambre. Como negocio es educar, pero también -o más- mantener en la ignorancia.
Los del Seminario de Innovación en Atención Primaria (SIAP) hemos manifestado dudas. Hemos pedido que se recojan datos. Que se haga con trasparencia. Que se comparen los posibles beneficios con los posibles riesgos. ¿Hay que aceptar que no se oiga ni a los gobiernos que pedían formas que atenuaran la propiedad de las patentes? ¿Hay que aceptar mejor trato a mascotas que a niños? ¿Hay que aceptar muertes masivas de ancianos asilados? ¿Hay que aceptar que los niños con problemas de tipo psíquico lleven un pañuelo azul? ¿Hay que aceptar lo que nos echen?
Nos han acusado de antivacunas pero no lo somos. Yo mismo iré estos días a por la tercera dosis. No somos antivacunas. Hemos manifestado, avalados por muchas horas de estudio y publicaciones científicas, dudas científicas sobre las vacunas, algunas de las cuales reconocen los propios fabricantes. No somos antimedicación, hemos manifestado dudas sobre algunos medicamentos. No somos anticonfinamiento, hemos manifestado dudas respecto de confinamientos desproporcionados, universales, que generaban nuevos problemas de salud como se ha podido demostrar. Y así un montón de cuestiones más. Las consecuencias sobre el estado de salud físico y mental están siendo devastadoras.
En Zaragoza nos hemos reunido sin patrocinadores, “sin humos” de creernos mejores, “sin humos” de una industria que financia y así suavemente compra silencios. Cada uno se pagó el viaje, también lo hicieron los excelentes ponentes. Cuando en la “comida final” íbamos pagando nuestro bocata de cafetería de universidad (ya se sabe el nivel) se respiraba libertad, alegría, compañerismo, verdad, búsqueda, imaginación del amor, “perdedores de largo recorrido” gustamos decir. El lector interesado puede leer aquí con más detalle las conclusiones: (pinchar aquí).
En la mesa de los “ponentes” había unas flores. No eran de floristería. Las trajo una de las organizadoras, médica jubilada, cultivadas por ella misma. Eran todo un símbolo. Para transformar el mundo, para hacer la revolución, hay que plantar o encontrar flores, cuidarlas, regalarlas