Algo que le ha llamado la atención a muchos al ver
Los Miserables es la cantidad de referencias católicas en la película. Y es cierto, uno ya no está acostumbrado a ver tantas cruces e iglesias en una película taquillera de Hollywood. Otros me han comentado que pensaban que Víctor Hugo –autor de Los Miserables– era ateo, conociendo su rol político en Francia casi siempre en contra de la iglesia. El punto es interesante porque, sin ser ateo, Víctor Hugo efectivamente era un anticlerical radical.
¿Por qué entonces escribir un libro donde el héroe es un religioso profundo, convertido gracias a la buena acción de un obispo? Esa pregunta me ha perseguido desde la primera vez que leí el libro, y esta es la conclusión a la que he llegado con los años.
Víctor Hugo vivió algunos de los años más complicados de la historia de Francia (1802-1885), de los que no fue espectador sino un activo ensayista y militante. A lo largo de su vida, sus creencias religiosas cambiaron bastante. Su padre era un republicano y ateo militante. Su madre era católica, pero según Víctor Hugo su religiosidad era pragmática y elástica. Aun así, Víctor Hugo se hizo católico, y los primeros años de su carrera muestran una profunda devoción a las enseñanzas de la Iglesia. Pero su filiación no le duró mucho, y sus convicciones católicas “se derrumbaron poco a poco frente a la edad y la experiencia”. Después de alejarse del catolicismo, experimentó primero con el espiritismo pero luego se declaró por la mayor parte de su vida como “Librepensador”.
Su antipatía por la Iglesia Católica es conocida. De hecho, en la mayoría de sus libros los sacerdotes son personajes viciosos y corrompidos (El Jorobado de Notre Dame, 1831) además de sus ensayos que tratan el tema explícitamente (El Papa, 1878; Religiones y Religión, 1880) . Víctor Hugo critica continuamente la indiferencia del clero francés con la opresión de la monarquía y la lucha de ‘los miserables’. El sentimiento, en todo caso, era mutuo. Sus libros aparecieron constantemente en el “Índice de libros prohibidos” y el mismo Víctor Hugo contó más de 740 ataques a Los Miserables en la prensa católica.
Aun así,
Víctor Hugo nunca fue ateo sino profundamente creyente, con una espiritualidad que bordeaba en el misticismo. Para él, todas las religiones eran ridículas, y la católica especialmente dañina para la Francia de su época. Pero al mismo tiempo, creía que la gracia de Dios estaba por sobre esa ridiculez. Famosa es la frase que Vincent Van Gogh le atribuyó a Victor Hugo:
“Las religiones vienen y van, pero Dios queda.” La frase en verdad es de Jules Michelet, pero Víctor Hugo habría estado de acuerdo. Tanto así, que siendo creyente cuando anticipó su muerte pidió que al enterrarlo rezaran pero “sin crucifijo ni sacerdote”.
¿Cómo se entiende, entonces, la centralidad del Obispo Bienvenue en Los Miserables?
Primero, hay que aclarar que el punto central de Los Miserables no es rescatar la religiosidad en un mundo donde no la hay, ni es tampoco un libro sobre el mal versus el bien. Los Miserables es un tratado sobre el bien versus el deber. Y digo un tratado porque casi dos tercios del libro están dedicados a reflexiones morales del estilo ¿debo hacer el bien o debo seguir las reglas? Ambas son maneras de entender lo religioso, Víctor Hugo aboga por el bien por sobre el deber, la moral por sobre la ley.
El dilema de
Jean Valjean, el protagonista de Los Miserables, es hacer el bien cuando este se opone al deber o a la ley, o incluso a un mandamiento. ¿Es correcto robar pan cuando un niño muere de hambre? ¿Es correcto mentir cuando la verdad no me permite trabajar? ¿Es correcto salvar a una prostituta que además de pecar cometió un crimen? y la más difícil, ¿Debo salvar a un criminal que está condenado por un crimen que yo cometí? El drama de Valjean es que
“Si hablo, estoy sentenciado. Si no hablo estoy condenado”.
Para Javert, el policía que persigue a Jean Valjean toda su vida, la ley y el orden están por sobre cualquier otra cosa. A primera vista pareciera que Javert es el malo de la película, y ciertamente es el antihéroe. Pero Javert no es malo, de hecho él no se beneficia en nada persiguiendo a Valjean. El policía solo defiende el orden, y un orden que ni siquiera lo beneficia a él directamente. No es que Javert no sea religioso, sino que asume que cumplir la ley es hacer el bien, y el orden su recompensa. “Es una lástima que la ley no me permita ser misericordioso”, le dice en un momento a Valjean.
Para el Obispo Bienvenue, en cambio, la bondad supera la ley. Y es así como no tiene pudor en mentir para salvar la vida de Valjean, incluso si ese hombre le ha robado. Las primeras cien páginas del libro describen la historia de Bienvenue, explicando su vida ejemplar y mostrando como su intervención en favor de Valjean no fue un evento extraño en su vida sino que parte de un camino de virtud. Bienvenue no es un modelo de caridad cristiana, sino de justicia. De hecho, el primer tomo de Los Miserables, dedicado por completo al sacerdote, se llama “Un Hombre Justo” (“Un juste”).
En conclusión, Los Miserables es sobre todo, un tratado de ética. Jean Valjean representa al hombre y mujer común, enfrentado continuamente a esta disyuntiva y tratando de hacer lo correcto. Y gracias a las enseñanzas del obispo Bienvenue, Valjean termina siempre eligiendo el camino virtuoso. Para eso, muestra Víctor Hugo, se requiere siempre evaluar la situación y sus circunstancias. Quizás, una vez que llevamos toda una vida practicando, podemos esperar ser como Bienvenue y saber qué es lo correcto en cinco segundos. Pero para Valjean, hacer el bien requiere reflexión, y nunca renunciar al juicio frente a la norma.
Víctor Hugo nos muestra también como este camino es siempre un equilibrio. Nos muestra que la ética del deber de Javert puede ser perversa, pero también lo puede ser la ética de la responsabilidad de Bienvenue si está se transforma en un “el fin justifica los medios”. Los “niños ricos jugando a la revolución” caen en esa perversión cuando deciden suicidarse por su causa, sin ganar nada y dejando a su paso “un dolor que no puede ni ser nombrado”.
Ahora bien, todavía no contesto a la pregunta original, ¿Por qué si para Víctor Hugo la Iglesia no era ejemplo de esa bondad, es un sacerdote quien se la enseña a Valjean? Víctor Hugo podría haber hecho de Bienvenue un médico o un abogado. Cuentan sus biógrafos que su hijo Charles trató de convencerlo de eso. Pero su padre no solo no echó pie atrás, sino que amplificó la importancia del sacerdote en la historia. Según Charles, Víctor Hugo esperaba que leer sobre Bienvenue hiciera reflexionar sobre el actuar de la curia.
Víctor Hugo nos muestra a través del obispo Bienvenue no un reflejo de los sacerdotes, sino como él cree que debería actuar una persona de fe. Bienvenue vive en una casa modesta y sin cerraduras, habiendo donado el palacio episcopal para hacer un hospital. Subsiste con menos de un décimo de lo que su parroquia recolecta, dejando el resto para pagar las fianzas de quienes están en la cárcel por deudas. Además, tiene “arancel diferenciado” para los servicios de la Iglesia, a los ricos les cobra mucho, a los pobres nada. En su juventud habría predicado en zonas asoladas por bandidos, asumiendo las responsabilidades que ningún otro aspirante a cura había querido. En una frase, Bienvenue es un cura sin ambición, y eso es lo que lo hace diferente al resto. Según leemos en Los Miserables, el gran temor de sus compañeros de seminario no fue que Bienvenue les ganara en la carrera episcopal sino que su bondad fuese contagiosa.
Y efectivamente, Los Miserables parte con la noche que Jean Valjean duerme en Digne (gran nombre para el pueblo de Bienvenue, “dignidad”) y se contagia de la bondad del curita. Luego de servir 19 años en prisión por robar un trozo de pan, nadie está dispuesto a darle pega y ni siquiera compartir un trozo de vereda con él. Pero Bienvenue lo acoge y le da comida. Durante la noche, en desesperación y porque “ha aprendido a odiar a un mundo que siempre lo ha odiado a él”, Valjean le roba parte de su platería. Cuando la mañana siguiente llega la policía con Valjean a cuestas, el obispo Bienvenue ni se arruga para asegurar que los platos y cubiertos fueron un regalo y que el prisionero no es ningún ladrón. Es más, Bienvenue afirma que Vanjean se ha olvidado también de 6 candelabros de plata. Al regalarle a Vanjean los candelabros no sólo le permite rehacer su vida sino que lo transforma en un nuevo hombre y “compra su alma”.
Con esta historia, Víctor Hugo nos da la lección de ética más difícil, que es mejor autoinfligirse una injusticia, que ser cómplice de una injusticia contra otro.
Nota: las comillas son en algunos casos citas literales del libro, en otras del musical, algunas las palabras de Víctor Hugo citadas en su biografía.