sábado, diciembre 21, 2024

El motivo de la Encarnación -Sin fe en la Encarnación no hay fe cristiana - La encarnación como conversación

Martin Gelabart

La cuestión del motivo de la Encarnación, clásicamente se ha formulado así: si no hubiera habido pecado, ¿el Verbo se habría encarnado? Santo Tomás advierte que solo Dios sabe el motivo por que el quiso hacerse hombre, pero aún así, y siendo consciente de que este asunto tiene muchas vertientes, el santo se inclina a pensar que la encarnación tendría principalmente una función redentora. Para la escuela franciscana, encabezada por San Buenaventura, la encarnación es querida por sí misma, y no en función de un bien menor. La encarnación manifiesta la primacía del amor de Dios. Con pecado o sin pecado, Dios se hubiera encarnado, porque con pecado o sin pecado, el único modo de encontrarnos con Dios es a través de Cristo. En esta línea dice Juan Pablo II: “A través de la encarnación, Dios ha dado a la vida humana la dimensión que quería dar al hombre desde sus comienzos, y la ha dado de manera definitiva”. Ya desde los comienzos el encuentro con Dios tenía que haberse dado a través de Cristo.

El Catecismo de la Iglesia Católica, cuando trata del motivo de la encarnación, ofrece cuatro líneas de respuesta: el Verbo se encarnó para salvarnos reconciliándonos con Dios; para que nosotros conociésemos el amor de Dios; y para ser nuestro modelo de santidad. La cuarta razón es la que me resulta más interesante: el Verbo se encarnó para hacernos partícipes de la naturaleza divina. Para apoyar esta afirmación, el Catecismo ofrece una serie de citas patrísticas, y termina con estas palabras de Tomás de Aquino, tomadas del oficio del “Corpus”: “el Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los hombres”. Un buen apoyo bíblico para estas palabras lo encontramos en la segunda carta de Pedro (1,4): por su divino poder, Dios nos ha concedido las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas nos hagamos partícipes de la naturaleza divina.

Con la Encarnación se produce un maravilloso intercambio: Dios se hace hombre para que el ser humano pueda ser hijo de Dios. El asume nuestra débil naturaleza para hacernos partícipes de la gloria de su inmortalidad. Cristo es necesario para la divinización humana, para que Dios sea nuestra gloria y nosotros podamos ser glorificados, ser divinizados, y así alcanzar la condición de hijos. Dios Padre nos ha bendecido (o sea, ha hablado bien de nosotros, ha dicho cosas buenas) y nos ha elegido de antemano (o sea, antes de cualquier decisión nuestra) “para ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo” (Ef 1,5); “a los que de antemano conoció (de nuevo la insistencia en esta actitud primera y previa de Dios antes de cualquier pecado), también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo” (Rm 8,29). Con nuestras fuerzas no podemos ser divinizados, porque la divinización y la filiación es gracia, don, no derecho ni conquista. Esta gracia es siempre cristiana, o sea, se recibe por medio de Cristo. La necesidad de Cristo es eminentemente teologal.

Sin fe en la Encarnación no hay fe cristiana


Si quitamos la fe en la encarnación, o sea, si no creemos que el Verbo de Dios asume una naturaleza humana, destruimos totalmente la fe cristiana. Así se expresa Sto. Tomás de Aquino. La encarnación es la clave de nuestra fe y lo que la diferencia de cualquier otra concepción religiosa. Ahí está la maravilla de la fe cristiana, lo que la hace única, distinta, insuperable. La encarnación es la máxima cercanía de Dios a una criatura humana y, en consecuencia, la máxima cercanía de Dios a toda la humanidad. Porque no hay mayor cercanía posible entre dos seres que el hacerse uno con el otro.

Esto que entre los seres humanos solo es posible tendencial y afectivamente, y que encuentra en el matrimonio una buena realización, a saber, ser dos en una sola carne (pero dos que siguen siendo dos, aún estando unidos) en el caso de la unión de Dios con la criatura humana se ha hecho totalmente real en la persona de Jesús: una persona que asume dos naturalezas, una naturaleza que le es propia desde siempre y que es imposible que deje (la divina) y una naturaleza asumida libremente por amor, tan propia como la anterior. En la persona de Jesús las dos naturalezas están unidas inseparablemente en una única persona.

La Encarnación es la expresión insuperable del amor de Dios a la criatura humana: “tanto amó Dios al mundo”, dice el cuarto evangelio, “que le entregó a su Hijo”. Tanto amó, o sea, no es posible amar más. Porque Dios ama con todo su amor, y su amor es divino, infinito. Cualquier comparación se queda corta para expresar un amor como este: “porque los montes se correrán y las colinas se moverán, mas mi amor de tu lado no se apartará y mi alianza de paz no se moverá, dice Yahvé que tiene compasión de ti” (Is 54,10). Y como amó tanto se entregó a sí mismo. La máxima prueba del amor no es dar cosas, es darse uno mismo. Y Dios se da al unirse con la humanidad.

Lo original de la fe cristiana no es tanto la búsqueda de Dios por parte de la criatura humana, sino la búsqueda del hombre por parte de Dios. Dios mismo se propone salir al encuentro de cada persona. El acto supremo de esta búsqueda divina es la Encarnación del Hijo, que entra en la historia y revela la intimidad de Dios en términos y conceptos humanos.

El misterio de la Encarnación, expresión máxima del amor de Dios al ser humano, nos hace tomar conciencia de la imposibilidad de ser odiados o rechazados. Porque si Dios odiara o rechazara lo humano, se odiaría y rechazaría a sí mismo. Se podría aplicar a esta relación entre Dios y lo humano lo que dice la carta a los efesios (5,28-29) sobre la relación entre el marido y la esposa: si la esposa es carne del esposo, odiar a la esposa es odiar a su propia carne, odiarse a sí mismo. En el caso de Dios, cualquier brizna de odio no puede ser divina, porque en Jesucristo se nos ha revelado que Dios es Amor sin ningún asomo de no amor.

La Encarnación como conversación

En la teología de Tomás de Aquino, el término “conversación” resulta de lo más adecuado para explicar el misterio de la Encarnación. La encarnación es una conversación de Dios con el ser humano. Por cierto, también el Vaticano II entiende que la revelación es una conversación de Dios con sus amigos, los seres humanos, y cita Bar 3,38: “Dios apareció en la tierra y conversó con los hombres”. Pero dejo el Concilio y me centro en Tomás de Aquino.

Posiblemente el más conocido de los himnos eucarísticos compuestos por nuestro santo es el Pange lingua. ¿Qué debe cantar la lengua? El misterio del glorioso cuerpo y la preciosa sangre de Cristo que, nacido de una virgen inmaculada, conversó con el mundo (et in mundo conversatus) sembrando la semilla de su palabra. Desgraciadamente las traducciones del término “conversatio” no expresan toda la fuerza que tiene, entre otras cosas, porque buscan sinónimos y olvidan la palabra tan castellana de “conversación”.

En la tercera parte de la Suma de Teología, tratando de la Encarnación, santo Tomás dedica una cuestión al tipo de conversación que Cristo tenía con nosotros. Por “género de vida” han traducido al español la pregunta que el santo formula por el tipo conversación que Cristo tenía con nosotros: de modo conversationis Christi. Y lo primero que plantea es si Cristo debía conversar con los hombres o vivir en soledad. La dificultad estaría en que, si Cristo era Dios, no es adecuado para Dios conversar con los hombres. Sin embargo, dice el santo, la conversación es lo que más conviene al fin de la encarnación, pues conversando familiarmente con los hombres nos dio confianza y nos acercó a él. “Cristo quiso manifestar su divinidad por medio de su humanidad. Y por eso, conversando con los hombres, lo que es una actitud propia del hombre, manifestó a todos su divinidad, predicando y haciendo milagros, y llevando entre los mismos una vida inocente y justa”. El texto bíblico de referencia que utiliza Tomás es el mismo que utiliza el Vaticano II, a saber, Baruc 3,38: “Dios se dejó ver en la tierra y conversó con los hombres”.

En sus comentarios bíblicos Tomás de Aquino utiliza con frecuencia el término conversación. Me limito a traducir lo que escribe al final de su comentario a Jn 1,14. El evangelista dice que la Palabra habitó entre nosotros “para mostrar la admirable conformidad de la Palabra respecto de los hombres, con los que ha conversado de tal modo que parecía uno de ellos. Pues no solo en la naturaleza quiso asimilarse a los hombres, sino también en la convivencia y en la conversación familiar, cuando quiso estar con ellos para atraer a Sí a los hombres por la dulzura de su conversación”.

Conversar implica atención, cercanía, interés por los problemas y necesidades del otro, familiaridad, intimidad. Conversar es dialogar, entrar en relación. No imponer desde arriba, sino buscar una relación horizontal entre amigos. Así es como Cristo quiso estar entre nosotros. Ese es el misterio de la Encarnación según Tomás de Aquino.

jueves, diciembre 12, 2024

MÚSICA JOVEN

Unos cuantos temas musicales elegidos y brevemente comentados por jóvenes: Harvey Galué, Juan Pablo Zelkovich, Pedro Velicia. Juan Pablo Marín, Doble B,  Ángela Galán, Dani Urueña yJóvenes de la Asociación SAL!


Rafa Pascual. Ciclo C Adviento II - Misericordia

Este año, el pasado domingo, en España no hemos leído las lecturas del II domingo de Adviento por coincidir con la Inmaculada, pero de cara al próximo domingo puede estar bien oír el comentario de lo que va el II de adviento del ciclo C.

lunes, diciembre 09, 2024

martes, diciembre 03, 2024

El árbol de Navidad - Juan Pablo II

1. La fiesta de Navidad, quizá la más querida por la tradición popular, está llena de símbolos, vinculados a las diversas culturas. Entre todos, el más importante es ciertamente el belén, como puse de relieve el domingo pasado. 

2. Junto al belén, como en esta plaza de San Pedro, encontramos el tradicional "árbol de Navidad". Se trata de una costumbre igualmente antigua, que exalta el valor de la vida, porque en la estación invernal el abeto siempre verde se convierte en signo de la vida que no muere. Por lo general, en el árbol adornado y en su base se ponen los regalos navideños. Así, el símbolo se hace elocuente también en sentido típicamente cristiano:  nos recuerda el "árbol de la vida" (cf. Gn 2, 9), figura de Cristo, don supremo de Dios a la humanidad. 

3. Por tanto, el mensaje del árbol de Navidad es que la vida permanece "siempre verde" si se convierte en don:  no tanto de cosas materiales, cuanto de sí mismos:  en la amistad y en el afecto sincero, en la ayuda fraterna y en el perdón, en el tiempo compartido y en la escucha recíproca.

Domingo 19 de diciembre de 2004

domingo, diciembre 01, 2024

Si hubiera otra oportunidad - Chojin/Ambkor

 [
[El Chojin]

¿Y, dónde esté el botón del reset? que me lo inventen
quiero empezar de nuevo, a ver si así aprendo a entenderme
Lo haría diferente,
me centraría menos en las cosas y más en mi gente

Habrían más disculpas y menos excusas
y no ocultaría mis dudas, lo hice tantas veces
¿RAP? Seguiría habiendo siempre,
pero, alguna que otra letra no debí permitir que saliese

¿Lo de haber sido inconsciente? No me preocupa
hay que serlo a veces, como hay que hacer locuras
Pero esa lista de gente, que sufrió por mi culpa
a día de hoy, aún me hace sentirme basura

Lo haría distinto, sin duda,
la cagaría haciendo singles, pero no volvería a hacer que sufran
Papa, mama, os quiero y no os lo digo nunca
sería un mejor hijo, estaría a la altura

No lo hice todo mal, pero si mejorable
siempre pensé que pude dar más, y me sentí culpable
¿Si hubiera otra oportunidad? Trataría de calmarme
el drama no es fallar, el drama es conformarse

Estudiaría más, haría más viajes
hablaría menos de los demás, me aceptaría a mi antes
Iría con más tranquilidad, menos arrogante
sin creer que es mía la verdad, sería más consciente

¿Si hubiera otra oportunidad?
Yo sé que la aprovecharía
¿Si todo volviera a empezar?
trataría de compensar los errores que hice en la vida

¿Si, si hubiera otra oportunidad?
En cosas me equivocaría
¿Meter la pata? No está mal
lo que quiero mejorar es la gestión que hice de mis heridas

[Ambkor]
¿Otra oportunidad?
no sé si la sabría gestionar con lo cabezón que soy
Creo que empezaría por pedir perdón...
papa no te escuché, porque sabía, que tenías razón

A mis amigos, os digo lo mismo,
sé que a veces no os sentisteis entendidos
Sé que el micro y mi obsesión, hizo que fuera lo mío,
pero, ahora sé que la victoria, era el equipo, no el partido


Que lo bonito es que se queden conociendo tus defectos,
no que te aplaudan y te vean perfecto
Yo me quedé con el aplauso y todo eso
y ahora cada dos por tres, tengo un vacío inmenso, dentro

A mis parejas, les diría que lo siento,
ahora sería más atento
Dejaría de pensar que nadie ve lo que yo hago
porque por culpa de eso, nunca he visto claro, todo lo que tengo

Fui exigente con mi abuelo,
me quedé con lo malo, cuando era bueno, por algún comportamiento
Dame un botón y estaré a tiempo,
de no juzgar a un hombre de principio de mil novecientos

Supongo que falto empatía,
no solo con él, sino en mi vida, en general
Que movida es verlo cuando es tarde ya,
y te ves llorando en frente de una foto en la sala de estar

¿Si hubiera otra oportunidad?
Yo sé que la aprovecharía
¿Si todo volviera a empezar?
Trataría de compensar los errores que hice en la vida

¿Si hubiera otra oportunidad?
En cosas me equivocaría
¿Meter la pata? No está mal
Lo que quiero es mejorar en la gestión que hice de mis heridas

PROFUNDO - SHE