Hoy celebro 28 años siendo cura. Fui como cada año a celebrar a san Juan en Las Palmas, por donde pasé -aunque solo por dos años- como párroco. Es un lugar y sobre todo unas personas entrañables. A los 28 años del “Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras, y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor” no es difícil darse cuenta que uno ha llegado menos lejos de lo que pretendía la vanidosa imaginación; también es verdad que uno ha encarnado más de lo encarnado hasta entonces. Para bien y para mal lo que hay es más real. “Lo que no te roba nadie es la experiencia” me decía un amigo ahora enfermo.
Cómo no conmoverse ante un adulto que se hace su amigo. Como no conmoverse cuando ese niño para el que hace de padre, amigo y profesor de “formación profesional” luego le salva la vida. Esa amistad también es lógico que atraiga. Una amistad que permite a Alfredo exigir al muchacho que no vuelva. Una amistad que no es apropiación sino entrega.
Esta semana me ha dado por pensar por qué me gustará tanto a mí la película Cinema paradiso. Así a bote pronto para mí es como Los Santos Inocentes, El Santo Padre, Dersu Uzala, Ladrón de bicicletas, Napola, Luces de Bohemia, Vencedores y vencidos, Capitanes intrépidos, Viridiana, Rosa Luxemburgo, Daens, ¡Adiós! y tantas otras pelis que sigo con afición y no mucho conocimiento.
Supongo que lo primero que hace atractivo Cinema Paradiso es su música embriagadora. También que es de esas pelis de perdedores que siempre me resultan tan atractivas. El protagonista parece vencer pero en realidad, tras la apariencia de victoria lo único que ha hecho -venciendo- ha sido perder: la madre, el amigo, el amor. Todo un perdedor.
Supongo que me atrae el muchacho alegre y travieso. Esas ganas de aprender. Esa originalidad. Esa capacidad para desobedecer, para salirse con la suya, para ser feliz EN MEDIO de semejante ruina. Cómo no conmoverse ante un niño sin padre por culpa de la guerra.
También conmueve ver a ese joven enamorado con esa tenacidad, con esa simpatía, con esa alegría ante la vida. Que gran símbolo de esperanza. Que dolor ante los avatares corrientes de la vida y que fuerzas salen no se sabe de dónde para salir adelante.
La madre que de joven hasta pega al niño es un personaje colosal. Que todo lo ama, que todo lo espera. Que sabe que volverá cuando muera Alfredo. Que no echa en cara nada. Que le guarda aquellos cortes de la censura.
También interesante el enfoque político sin ser una película social. Sale muy bien retraso el sindicalista que tiene que irse a Alemania. La dureza de la lucha de clases queda así constatada y también las palabras de Totó: ¡Vuelve pronto Pepino! El mismo niño también se irá por otros motivos. En todo caso creo que queda la crítica a que los hilos de la vida sean movidos por algo que no sea el verdadero deseo.
El gran director de cine no deja de ser un arrepentido. Alguien que pide perdón. Alguien que ve que la vida se le ha ido queriendo apretujarla entre las manos. Por eso la hermosura de esa colección final de besos que le ha guardado su madre. La peli critica la guerra bélica pero critica mucho más toda guerra contra el amor. Está contra la guerra que hace la guerra, pero más aún contra la guerra que hace todo el que pone su corazón en ascender.
Si ganar es pisar ganar se convierte en perder. Solo ganamos si ganamos todos. Si solo gana mi equipo es una victoria pírrica, una mentira. Bretch decía: "O todos o ninguno, o todo o nada".
Ahí va un pequeño regalo a todos los que de alguna manera viven nutriendo(nos) a los demás: Con ustedes una demostración más de la belleza de perder, Cinema Paradiso: