Cómo cada vez que aparece algo que nos choca en el Evangelio, tenemos que darle vueltas a nuestra memoria intentando mirar a la realidad y no al ombligo que tantas veces es como un pozo. Si no se entiende toca buscar eso en la realidad. No falla nunca.
¿Dónde el que parece ganar resulta que pierde? ¿Cuándo el que parece perder realmente gana?
A una hermana de un amigo cura le tocó la lotería: 200 millones de pesetas. Contentos todos menos el cura que se hinchó a hacer advertencias y no quiso hacer una Misa de Acción de Gracias. Al principio arreglaron el paro de un hijo; pero poco menos de un año después el beneficiario se había matado con un cochazo que se había comprado.
Te mueves de ciudad a otra por razón solidaria. Te avisan de que pierdes amigos, oportunidades, la ciudad que conoces y dónde tienes tejidas tus redes. Te lanzas a la aventura y al cabo de los años aquellos amigo siguen siendo amigos, en aquella ciudad sigues teniendo lazos y disfrutas cuando vas. Pero además aprendes otra cultura, ensanchas tu horizonte, haces nuevos amigos y recibes el ciento por uno. Los misioneros son quizá el caso más claro. No hace falta explicarlo.
En el trabajo también pasa. Te parece que te dan un ascenso y cuando te quieres dar cuenta lo mismo has perdido el humor y las amistades. No pasa siempre pero a veces ganar es perder.
Tienes una trifulca familiar (o donde sea) no te empecinas en llevar razón, reconoces que metes la pata y la sacas. Parece que pierdes esa "batalla" y has ganado como persona, como amigo, como compañero. Sin embargo si te empeñas y sigues, “vuelta la burra al trigo” y pierdes paz y todo.
Se casa una hija, ¿la pierdes o ganas un hijo? La suegra en vez de pelear colabora y ama; en vez de pelearse con la nuera gana una hija.
Te unes a otros, te asocias, para una empresa grande o pequeña, para hacer deporte o trabajar por los demás. ¿Pierdes libertad o más bien la ganas? Cuando nos unimos a otros perdemos caprichos, manías y obsesiones; con otros ganamos amistad, alegría y eficacia.