martes, agosto 19, 2025

Meter la para entera y tener media pata metida

Cuando vemos a alguien que mete la pata entera muchas veces no dos damos cuenta de que la nuestra está medio metida y al ver al que la mete entera nos quedamos tranquilos porque la nuestra no está metida entera. En el país de los ciegos el tuerto es el rey. El tuerto no se da cuenta de que está tuerto cuando ve a otros ciegos. Si vemos a otro que tiene la pata metida entera podemos quedarnos tranquilos cuando vemos que otro la tiene metida entera. Si alguien con una mano cortada se quedara tranquilo porque ve a otro sin un brazo no nos parecería normal.

Cuando un eclesiástico de “alto rango” mete la pata a fondo ya sabemos quienes van a salir raudos a frotarse las manos. ¿Por qué con tanto interés? A mí con esta gente me parece más razonable hacer como con los aristócratas, ni caso. ¿Recuerda que pasó cuando un aristócrata dijo que estaba bien que las niñas se prostituyesen si así sacaban para ir viviendo? Sentimos asco y seguimos, no se le dio más importancia. Cosas de aristócratas. Cosas de salvajes. No recuerdo ni el nombre del tipo.

Pero los medios de intoxicación son así. Lo explica bien el presidente de la Conferencia episcopal y le hacen menos caso que al que mete la pata hasta el corvejón y se hace eco toda la ristra que estaban deseando que ocurriera para hacer caja económica y satisfacción de sus instintos. Un chollo.

Hace poco a una amiga de absoluta fiabilidad un importante programa de televisión la tuvo dos horas y media al sol para que hiciera unas declaraciones sobre inmigración. Los reporteros le dijeron varias veces que desde los servicios centrales del programa decían que no valía. ¿Qué pretendían? Que dijera lo que ellos querían que dijera.

No soy experto en historia de la espiritualidad pero los auténticos revolucionaros no parecen haber tenido esa mirada. Francisco y Clara de Asís, Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, Ignacio de Loyola, Carlos de Foucauld, hermanita Madeleine (paridad casi casi…) no se han fijado en los desnortados sino que han emprendido con vigor la revolución en si mismos, en el pueblo y en sus comunidades, aunque lo llamaran reforma. Porque si ponemos la lupa sobre estas salidas de tono no nos damos cuenta de nuestro mas o menos fango y hasta nos creemos buenos.

Los medios eclesiásticos que destacan esas frases de ciertos eclesiásticos lo único importante que hace es dejarnos tranquilos en nuestra mediocridad. El racismo no puede hacer más tragable el microrracismo. El machismo no hace tragable el micromachismo. La dictadura no debe hacer más tragable la democracia formal. El paro no debe hacer más tragable la explotación laboral. La guerra no hace más tragable la violencia. La mediocridad nunca es la solución. Frecuentemente no es más que la justificación de formas un poco menos injustas.

¿sufrimos porque pecamos?

La doctrina cristiana de la redención, en buena parte de su desarrollo histórico, ha puesto un énfasis excesivo en la dimensión de la culpa y el pecado individual, presentando la salvación casi exclusivamente como liberación de la condena personal. Esta perspectiva, en muchos casos, ha dramatizado la condición pecadora de la humanidad, situando el centro de la fe en la reparación por el pecado más que en la restauración de la vida.

Sin embargo, al acentuar de tal modo la culpa, se ha tendido a relativizar el sufrimiento real de las víctimas de la injusticia, de la violencia y de las estructuras de pecado. La cruz, interpretada únicamente como pago por la culpa, se reduce a un drama individual y espiritual, perdiendo su fuerza como signo de la solidaridad radical de Dios con los crucificados de la historia.

Una teología de la redención más fiel al Evangelio debe poner en el centro no solo la superación del pecado, sino también la liberación del sufrimiento. El clamor de las víctimas, tan presente en la Escritura, es inseparable del misterio de Cristo que muere y resucita. Recuperar esta dimensión significa reconocer que la salvación no es solo perdón para el pecador, sino también justicia, consuelo y vida para quienes han sido heridos por el mal.


jueves, julio 31, 2025

El p*rnocardenal dscubierto por Javier Cercas

Cuando dediqué un artículo al significativo libro del conocido Javier Cercas sobre Bergoglio-Francisco, me pareció que entre todas las entrevistas merecía un espacio especial la dedicada a quien algunos habían llamado el p*rnocardenal.

Desde que fue elegido Francisco llamaba la atención la perspectiva pastoral de quien empezaba a ser llamado el teólogo del Papa, el Rector de la Pontificia de Buenos Aires. Circulaba por nuestros email un libro suyo escaneado, “La conversión pastoral”, realmente colosal. Era para varios lo mejor que habíamos leído: la pastoral necesitaba una conversión.

Por entonces un obispo auxiliar de Bergoglio visitaba España por razones familiares y nos decía que el Papa había pedido al teólogo que no se manifestara demasiado, que mantuviera un “perfil bajo”. Y así lo hizo Tucho -como muchos le llamaban- pero siguió opinando de manera normal en su Facebook ¡e interactuaba!, siempre con buen criterio.

A Cercas le llamó la atención precisamente el tono amistoso del ahora cardenal Victor Manuel Fernández. Tucho le cuenta a Cercas que una vez el arzobispo de México propuso a Bergoglio salir a comer algo, disfrutar de un asado y Bergoglio le convenció de que se quedasen en casa a comer un poco de pollo y verduras. Bergoglio “no sale nunca a cenar, nunca en su vida se ha tomado vacaciones, nada, no sé de ningún gusto personal”, dice el cardenal.

Tucho es un hombre libre y sorprende a Cercas recurriendo a un poema erótico para explicarle el máximo don de Dios, lo que ha hecho siempre la gran literatura mística, del Cantar de los Cantares a santa Teresa y san Juan de la Cruz: usar el erotismo para alabar a Dios, el amor humano para describir el amor divino.

El famoso escritor español quedó tan sorprendido que tuvo que investigar y descubrió: "También el padre Fernández lo ha hecho siempre: en 1995 publicó un libro titulado Sáname con tu boca. El arte de besar; en 1998, otro, La pasión mística. Espiritualidad y sensualidad, que consta de capítulos con rótulos como «El camino hacia el orgasmo» o «Dios en el orgasmo de la pareja», y donde se lee: «Acaricio tu rostro, señor Jesús, y llego a tu boca. [...] Acaricio tus labios, y, en un inaudito impulso de ternura, tú me permites que los bese suavemente».

Así entiende Cercas que a Tucho haya quien le llame el pornocardenal. Un gran teólogo. Un místico. Un influyente colaborador de la exhortación “La alegría del amor”.

EL PRIMER ARTÍCULO FUE:

¡Qué poco nos conoces chaval! Javier Cercas y el Papa Francisco como “El loco de Dios en el fin del mundo”

Cuando alguien del Vaticano ofreció al escritor español Javier Cercas viajar con el Papa a Mongolia y la posibilidad de que hiciera un libro sin revisión alguna y para la editorial que él quisiera se quedó perplejo y preguntó si no sabían que era un tipo peligroso. Podemos suponer que el enviado vaticano calló diplomáticamente y sabía que seguramente se creía más peligroso de lo que era en realidad. Podemos afirmar que posiblemente el escritor español Javier Cercas sea el ateo que más sabe de Francisco. Lo es gracias sobre todo a su Trabajo, esa palabra que por responder a una experiencia humanísima y humanizadora quizá debiera escribirse con mayúscula.

La chispa, sin embargo, que lo hizo posible fue la designación a dedo por algunas instancias vaticanas para que escribiera un libro sobre el viaje de Francisco a Mongolia. Así nació el libro “El loco de dios en el fin del mundo”. En el fondo está el espíritu de Francisco de tender puentes. Ese Francisco que prefirió ser entrevistado por la Sexta a por TreceTV. Ese Francisco que entiende literalmente lo de Pontífice (el que tiende puentes).

En el libro se desvela el intelectual que sabe preguntar. Y relatar las entrevistas que hace. Las entrevistas al jesuita Spadaro y al cardenal Tolentino son sabrosísimas. Y además los describe bien, el primero un jesuita cauto, el segundo un poeta abierto. Otra entrevista magnífica (merecedora de ser comentada aparte) es la que tuvo con el cardenal Victor Manuel Fernández, llamado a veces el teólogo de Francisco y a veces el pornocardenal por las tan abiertas reflexiones sobre sexualidad como teólogo que se han hecho desaparecer sus libros sobre la cuestión.

Cercas tiene buenas preguntas. Pregunta a casi todos lo mismo. Una de las preguntas más importantes es si la sinodalidad es algo similar a la democracia. Unos dicen que sí, otros que no. El poeta cardenal Tolentino ofrece quizá una de las entrevistas más interesantes. Tolentino dice que Bergoglio es muy jesuita en la forma en que usa la imaginación. “Hay dos tipos de personas: los que tienen miedo de los demás y los que sienten curiosidad” señala. Francisco -dice- no tiene miedo de la imaginación, aunque es normal -como decía Santa Teresa- verla como la loca de la casa el Papa tiene fe en la imaginación, una fe tremenda. Por eso el año Santo 2015 lo inauguró abriendo la puerta Santa en la catedral de Bangui en República Centroafricana. Según Tolentino un sacerdote suele tener un discurso que vale para cualquier momento, en cambio Francisco busca sintonizar en el presente para intervenir en él y no le da miedo hacerlo.

Otra pregunta insistente de Cercas es que le parece en reportajes sobre el Papa que lo espiritual brilla por su ausencia, que lo religioso parece eclipsado por lo político. Todos le contestan prácticamente lo mismo, sobre qué es realmente lo religioso para el cristiano. En este asunto se mantiene el tozudo intelectual que parece Cercas completamente inamovible.

El bagaje cultural de Cercas normalmente le ayuda. Por ejemplo cuando Brunelli le cuenta que el Papa le dijo que el sentido del humor es la expresión humana que más se parece a la gracia divina, Cercas le recuerda que en español una persona con sentido del humor es una persona que tiene gracia. Francisco sabe bromear sabe reírse de las cosas y de sí mismo, dice Brunelli.

Sin embargo sorprende que Cercas confunda el dogma de la Inmaculada Concepción con el de la virginidad de María. No parece razonable que no haya dejado el original a alguien que sepa de estas cosas, por muy laica que sea la editorial. Parece que se fía demasiado de esa idea de Europa cristiana que él defiende y que merece muchas matizaciones.

Otro de los temas recurrentes es si la razón de ir Francisco a Mongolia es realmente acercarse a China. Algo parece haber en ello y algunos lo ven razonable, pero no CercaS quien ve con desilusión que el Papa no viaje a Mongolia por ser periferia sino para seducir al gigante, por “terrenales intereses políticos”.Y aquí me parece que se desvela la típica exigencia de muchos ateos por la pureza de los creyentes que ellos mismos menosprecian para sí mismos.

Los más queridos por Cercas resultan ser los misioneros. Quizá una admiración que se prefiere, en realidad, mantener en la distancia. De los misioneros admira la valentía, el sacrificio y la capacidad de hacerse de otro pueblo, lo que suele llamarse inculturación. Dice de una reunión de misioneros que se celebra “en medio de una atmósfera de fraternidad sin restricciones que hasta hoy no había respirado en ninguna parte”. Pero en el trato directo estos no se dejan embaucar Cuando dice al padre Ernesto, uno de sus admirados misioneros: “cuando todos los cristianos sean como ustedes se acabaron los problemas de la Iglesia”, según cuenta el autor ”el padre Ernesto me escucha riéndose de nuevo, negando con la cabeza y cuando termino de hablar me da una palmada piadosa en la mejilla: ¡Que poco nos conoces chaval!”, ¿la frase más importante del libro?

El libro me ha resultado muy interesante y me ha hecho reflexionar aunque resulta largo y no termina uno de saber qué busca el autor. En debates televisivos el autor ha sido criticado desde parte del pensamiento laicista por colaborar con la Iglesia. Me temo que Cercas haya sido un simple intelectual que ha sentido la fuerza de la fe pero no se plantea para si mismo lo que cita de Dostoievsky: “Mi fe surge del horno de mis dudas”.

lunes, julio 21, 2025

Kit de supervivencia para la salud mental y retirada de psicofármacos. Por Prof. Dr. Peter Gøtzsche.


NOGRACIAS (29 OCTUBRE 2020)

“Este libro ayudará a las personas con problemas de salud mental a sobrevivir y volver a una vida normal. La población general está convencida de que los medicamentos contra la depresión o la psicosis y los ingresos en unidades psiquiátricas son más a menudo dañinos que beneficiosos, y esto es también lo que muestra la ciencia. Aun así, la mayoría de las personas continúan tomando medicamentos psiquiátricos durante muchos años. Esto se debe principalmente a que han desarrollado dependencia a esas sustancias. Los psiquiatras y otros médicos han contribuido a que cientos de millones de personas dependan de los medicamentos psiquiátricos y, sin embargo, no han hecho prácticamente nada para averiguar cómo ayudarlas a dejarlos de manera segura, algo que puede ser muy difícil. El libro explica en detalle cuán dañinos son los medicamentos psiquiátricos y le enseña a la población cómo pueden retirarse de manera segura. También informa sobre cómo las personas con problemas de salud mental pueden evitar convertirse en pacientes psiquiátricos etiquetados de por vida y perder 10 o 15 años de su vida debido a la psiquiatría”.

“Peter Gøtzsche es un médico danés que combina sus extensos conocimientos prácticos y teóricos para producir textos que ayudan en la toma de decisiones diarias a médicos y a pacientes del mundo entero. Su dominio de la metodología científica da un enorme crédito a dichos trabajos. A destacar sus estudios sobre las mamografías de cribado del cáncer de mama, que demostraron su nulo impacto sobre la mortalidad y sus daños por sobrediagnòstico. También sus trabajos sobre la falta de efectividad y los daños del uso generalizado de psicofármacos, que le han llevado a estimar que en conjunto han producido más daños que beneficios y a acusar a las industrias de prácticas mafiosas para lograr su prescripción sin ciencia” por Juan Gérvas (miembro de No Gracias).

“Peter C Gøtzsche estaba «solo» cuando criticaba las prácticas que querían aplicarle a su mujer en el hospital al dar a luz. Con la creación de la Nordic Cochrane Center (entre otros centros internacionales) se balanceó (algo) esa asimetría actuativa médica. Sus (totalmente lógicos) requerimientos de los datos duros en el campo oncológico, farmacéutico y psiquiátrico causaron mumerosas quejas al periodista y C.E.O. de la Cochrane Mark Wilson que trató reiterativamente de amonestar a Peter de de una manera intimidante (mostrando así qué importaba realmente en la investigación científica a gran escala y a qué popes o espaldas plateadas no debía molestar). El desenlace con el cese de Peter como director del Centro Nórdico Cochrane tuvo proporciones bíblicas. Se volvió a desequilibrar el sonambulismo sanitario. Fuera de su blog y del Instituto para la Libertad Científica tiene a su alcance el blog NoGracias para poder errar las veces que quiera (albergando en cada intento suyo la posibilidad de acertar con sus críticas). La cosa no es defender a quienes no se equivocan. La cosa es dar voz a los que han sido «afonizados«. Y con su nuevo libro, Peter facilita un kit para ayudar a dar el carácter «post-psiquiátrico» a quienes andan bajo su yugo en vez de servirles de apoyo existencial” por Marc Casañas (miembro de No Gracias).


LIBRO ENTERO GRATUITAMENTE EN 

https://www.nogracias.org/2020/10/29/kit-de-supervivencia-para-la-salud-mental-y-retirada-de-psicofarmacos-por-prof-dr-peter-gotzsche/

Enseñar exige reconocer que la educación es ideológica


Paulo Freire

El saber que se refiere a la fuerza, a veces mayor de lo que pensamos, de la ideología, es igualmente indispensable para la práctica educativa del profesor o de la profesora. Es el que nos advierte de sus mañas, de las trampas en que nos hace caer. Es que la ideología tiene que ver directamente con el encubrimiento de la verdad de los hechos, con el uso del lenguaje para ofuscar u opacar la realidad al mismo tiempo que nos vuelve "miopes".

Sabemos que hay algo enclavado en la penumbra pero no lo vemos bien. La propia "miopía" que nos asalta dificulta la percepción más clara, más nítida de la sombra. Es todavía más seria la posibilidad que tenemos de aceptar dócilmente que lo que vemos y oímos es lo que en verdad es, y no la verdad distorsionada. La capacidad que tiene la ideología de ocultar la realidad, de hacernos "miopes", de ensordecernos, hace, por ejemplo, que muchos de nosotros aceptemos con docilidad el discurso cínicamente fatalista neoliberal que proclama que el desempleo en el mundo es una fatalidad de fin del siglo. O que los sueños murieron y que lo válido hoy es el "pragmatismo" pedagógico, es el adiestramiento técnico-científico del educando y no su formación, de la cual no se habla más. Formación que, al incluir la preparación técnico-científica, la rebasa.

La capacidad de "ablandarnos" que tiene la ideología nos hace a veces aceptar mansamente que la globalización de la economía es una invención de ella misma o de un destino que no se podría evitar, una casi entidad metafísica y no un momento del desarrollo económico, sometido, como toda producción económica capitalista, a una cierta orientación política dictada por los intereses de los que detentan el poder. Sin embargo, se habla de la globalización de la economía como un momento necesario de la economía mundial al que, por eso mismo, no es posible escapar. Se universaliza un dato del sistema capitalista y un instante de la vida productiva de ciertas economías capitalistas hegemónicas como si Brasil, México, o Argentina, debieran participar de la globalización de la economía de la misma manera que Estados Unidos, Alemania o Japón. Se toma el tren en marcha y no se discuten las condiciones anteriores y actuales de las diferentes economías. Se pone en un mismo nivel los deberes entre las distintas economías sin tomar en cuenta las distancias que separan a los "derechos" de los fuertes y su poder de usufructuarlos de la flaqueza de los débiles para ejercerlos. Si la globalización significa la superación de las fronteras, la apertura sin restricciones al libre comercio, que desaparezca entonces quien no pueda resistir. No se indaga, por ejemplo, si en momentos anteriores de la producción capitalista las sociedades que hoy lideran la globalización eran tan radicales en la apertura que ahora consideran una condición indispensable para el libre comercio. Exigen, en la actualidad, de los otros, lo que no hicieron con ellas mismas. Una de las destrezas de su ideología fatalista es convencer a los perjudicados de las economías subordinadas de que la realidad es eso, de que no hay nada que hacer sino seguir el orden natural de las cosas. Pues la ideología neoliberal se esfuerza por hacemos entender la globalización como algo natural o casi natural y no como una producción histórica.

El discurso de la globalización que habla de la ética esconde, sin embargo, que la suya es la ética del mercado y no la ética universal del ser humano, por la cual debemos luchar arduamente si optamos, en verdad, por un mundo de personas. El discurso de la globalización oculta con astucia o busca confundir en ella la reedición intensificada al máximo, aunque sea modificada, de la espeluznante maldad con que el capitalismo aparece en la Historia. El discurso ideológico de la globalización busca ocultar que ella viene robusteciendo la riqueza de unos pocos y verticalizando la pobreza y la miseria de millones. El sistema capitalista alcanza en el neoliberalismo globalizante el máximo de eficacia de su maldad intrínseca.

Yo espero, convencido de que llegará el momento en que, pasada la estupefacción ante la caída del muro de Berlín, el mundo se recompondrá y rechazará la dictadura del mercado, fundada en la perversidad de su ética de lucro.

No creo que las mujeres y los hombres del mundo, independientemente si se quiere de sus opiniones políticas, pero sabiéndose y asumiéndose como mujeres y hombres, como personas, dejen de profundizar esa especie de malestar ya existente que se generaliza ante la maldad neoliberal. Malestar que terminará por consolidarse en una nueva rebeldía en que la palabra crítica, el discurso humanista, el compromiso solidario, la denuncia vehemente de la negación del hombre y de la mujer y el anuncio de un mundo "personalizado" serán armas de alcance incalculable.

Hace un siglo y medio Marx y Engels pregonaban en favor de la unión de las clases trabajadoras del mundo contra la explotación. Ahora se hace necesaria y urgente la unión y la rebelión de la gente contra la amenaza que nos acecha, la de la negación de nosotros mismos como seres humanos sometidos a la "fiereza" de la ética del mercado.

En este sentido nunca abandoné mi preocupación primera, que siempre me acompañó, desde los comienzos de mi experiencia educativa. La preocupación con la naturaleza humana a la que debo mi lealtad siempre proclamada. Antes incluso de leer a Marx yo ya me apropiaba de sus palabras: ya fundaba mi radicalismo en la defensa de los legítimos intereses humanos. Ninguna teoría de la transformación político-social del mundo consigue siquiera conmoverme si no parte de una comprensión del hombre y de la mujer en cuanto seres hacedores de Historia y hechos por ella, seres de la decisión, de la ruptura, de la opción. Seres éticos, capaces incluso de transgredir la ética indispensable, algo de lo que he "hablado" insistentemente en este texto. He afirmado y reafirmado cuánto me alegra realmente saberme un ser condicionado pero capaz de superar el propio condicionamiento. La gran fuerza sobre la que se apoya la nueva rebeldía es la ética universal del ser humano y no la del mercado, insensible a todo reclamo de las personas y sólo abierta a la voracidad del lucro. Es la ética de la solidaridad humana.

Prefiero ser criticado de idealista y soñador inveterado por continuar, sin vacilar, apostando al ser humano, batiéndome por una legislación que lo defienda contra las embestidas agresivas e injustas de quien transgrede la propia ética. La libertad del comercio no puede estar por encima de la libertad del ser humano. La libertad de comercio sin límite es el libertinaje del lucro. Se hace privilegio de unos cuantos que, en condiciones favorables, robustece su poder contra los derechos de muchos, incluso el derecho de sobrevivir. Una fábrica textil que cierra porque no puede competir con los precios de la producción asiática, por ejemplo, significa no sólo el colapso económico-financiero de su propietario que puede o no haber sido un transgresor de la ética universal humana, sino también la expulsión de centenas de trabajadores y trabajadoras del proceso de producción. ¿Y sus familias? Insisto, con la fuerza que tengo y con la que puedo reunir, en mi vehemente rechazo a determinismos que reducen nuestra presencia en la realidad histórico-social a una pura adaptación a ella. El desempleo en el mundo no es, como dije y repito, una fatalidad. Es ante todo el resultado de una globalización de la economía y de avances tecnológicos a los que les viene faltando el deber ser de una ética realmente al servicio del ser humano y no del lucro y de la voracidad desenfrenada de las minorías que dirigen el mundo.

El progreso científico y tecnológico que no responde fundamentalmente a los intereses humanos, a las necesidades de nuestra existencia, pierde, para mí, su significación. A todo avance tecnológico debería corresponder el empeño real de respuesta inmediata a cualquier desafío que pusiera en riesgo la alegría de vivir de los hombres y de las mujeres. A un avance tecnológico que amenaza a millares de mujeres y de hombres de perder su trabajo debería corresponder otro avance tecnológico que estuviera al servicio de la atención a las víctimas del progreso anterior. Como se ve, ésta es una cuestión ética y política y no tecnológica. El problema me parece muy claro. Así como no puedo usar mi libertad de hacer cosas, de indagar, de caminar, de actuar, de criticar para sofocar la libertad que los otros tienen de hacer y de ser, así también no podría ser libre para usar los avances científicos y tecnológicos que llevan a millares de personas a la desesperación. No se trata, agreguemos, de inhibir las investigaciones y frenar los avances sino de ponerlos al servicio de los seres humanos. La aplicación de los avances tecnológicos con el sacrificio de millares de personas es más un ejemplo de cuánto podemos ser transgresores de la ética universal del ser humano y lo hacemos en favor de una ética pequeña, la del mercado, la del .

Entre las transgresiones a la ética universal del ser humano, sujetas a penalidades, debería estar la que implicara la falta de trabajo de un sinnúmero de personas, su desesperación y su muerte en vida.

Por eso mismo, la preocupación con la formación técnico-profesional capaz de reorientar la actividad práctica de los que fueron puestos entre paréntesis, tendría que multiplicarse.

Me gustaría dejar bien claro que no sólo imagino sino que sé cuán difícil es la aplicación de una política de desarrollo humano que, así, privilegie fundamentalmente al hombre y a la mujer y no sólo al lucro. Pero también sé que, si pretendemos superar realmente la crisis en que nos encontramos, el camino ético se impone. No creo en nada sin él o fuera de él. Si, de un lado, no puede haber desarrollo sin lucro, éste no puede ser, por otro, el objetivo del desarrollo, en cuyo caso su fin último sería el gozo inmoral del inversionista.

De nada vale, a no ser de manera engañosa para una minoría que terminaría pereciendo también, una sociedad eficazmente operada por máquinas altamente "inteligentes", que sustituyeran a mujeres y hombres en actividades de las más variadas, y millones de Marías y Pedros sin tener qué hacer, y éste es un riesgo muy concreto que corremos.

Tampoco creo que la política que debe alimentar este espíritu ético pueda jamás ser la dictatorial, contradictoriamente de izquierda o coherentemente de derecha. El camino autoritario ya es de por sí una contravención a la naturaleza inquietamente inquisidora, de búsqueda, de hombres y de mujeres que se pierden al perder la libertad.

Es exactamente por causa de todo esto por lo que, como profesor, debo estar consciente del poder del discurso ideológico, comenzando por el que proclama la muerte de las ideologías. En realidad, a las ideologías sólo las puedo matar ideológicamente, pero es posible que no perciba la naturaleza ideológica del discurso que habla de su muerte. En el fondo, la ideología tiene un poder de persuasión indiscutible. El discurso ideológico amenaza anestesiar nuestra mente, confundir la curiosidad, distorsionar la percepción de los hechos, de las cosas, de los acontecimientos. No podemos escuchar, sin un mínimo de reacción crítica, discursos como éstos:

"El negro es genéticamente inferior al blanco. Es una lástima, pero es lo que nos dice la ciencia."
“¿Qué podríamos esperar de ellos, unos alborotadores, invasores de tierras?"
"Esa gente es siempre así: les das la mano y se toman el pie."
"Nosotros ya sabemos lo que el pueblo quiere y necesita. Preguntarle sería una pérdida de tiempo."
"El saber erudito que será proporcionado a las masas incultas es su salvación."
"María es negra, pero es bondadosa y competente."
"Ese individuo es un buen tipo. Es nordestino, pero es serio y solícito."

En el ejercicio crítico de mi resistencia al poder tramposo de la ideología, voy generando ciertas cualidades que se van haciendo sabiduría indispensable a mi práctica docente. La necesidad de esa resistencia crítica, por ejemplo, me predispone, por un lado, a una actitud siempre abierta hacia los demás, a los datos de la realidad, y por el otro, a una desconfianza metódica que me defiende de estar totalmente seguro de las certezas. Para resguardarme de las artimañas de la ideología no puedo ni debo cerrarme a los otros ni tampoco enclaustrarme en el ciclo de mi verdad. Al contrario, el mejor camino para guardar viva y despierta mi capacidad de pensar correctamente, de ver con perspicacia, de oír con respeto, y por eso de manera exigente, es exponerme a las diferencias, es rechazar posiciones dogmáticas, en que me admita como propietario de la verdad. En el fondo, ésta es la actitud correcta de quien no se siente dueño de la verdad ni tampoco objeto adaptado al discurso ajeno que le es dictado autoritariamente. Es la actitud correcta de quien se encuentra en disponibilidad permanente para estimular y ser estimulado, para preguntar y responder, para concordar y discordar. Disponibilidad hacia la vida y sus contratiempos. Estar disponible es ser sensible a los llamados que se nos hacen, a las señales más diversas que nos invocan, al canto del pájaro, a la lluvia que cae o que se anuncia en la nube oscura, al río manso de la inocencia, a la cara huraña de la desaprobación, a los brazos que se abren para abrigar o al cuerpo que se cierra en el rechazo. Es en mi disponibilidad permanente a la vida a la que me entrego de cuerpo entero, pensar crítico, emoción, curiosidad, deseo, es así como voy aprendiendo a ser yo mismo en mi relación con mi contrario. Y mientras más me entrego a la experiencia de lidiar sin miedo, sin prejuicio, con las diferencias, tanto más me conozco y construyo mi perfil.


Texto del educador y filósofo brasileño Paulo Freire, publicado en su libro "Pedagogía de la autonomía"