La eutanasia es dar pasaporte a los más débiles |
Sugerencias para un cristianismo del siglo XXI: dialogante, comprometido, plural, vocacional, misionero, en crecimiento
lunes, diciembre 28, 2020
domingo, diciembre 27, 2020
NAVIDAD PARA NIÑOS Y FAMILIAS
En su última encíclica nos propone que seamos hermanos de todos, que llevemos a la vida social la forma de relacionarnos que tenemos en la familia.
El signo que les hemos ofrecido es un mapamundi, con unas palabras de Helder Cámara quien decia que regalaría todo los niños del mundo un mapa del mundo para que se sintieran hermanos de todos.
Los que no pudieron venir ese día lo pueden recoger cuando vengan con la Bendición de Nochebuena.
Para más detalle de los talleres pinchar (aquí)
viernes, diciembre 25, 2020
jueves, diciembre 24, 2020
NAVIDAD, FIESTA Y COMPROMISO
Compartir alegrías
Afima un conocido axioma psicológo: “Las penas compartidas se dividen; las alegrías compartidas se multiplican”. Comparto vuestras alegrías navideñas para que se multiplique, con todos los que quiero y somos más cercanos espiritualmente, con mis hermanos carnales, los sobrinos y sobrinas, hermanos y hermanas de la familia espiritual, los miembros de la “Comunidad San Pablo” (Vigo), de la “Comunidad San Felipe y Santiago” (Montevideo), del “Grupo Larpeira” (Vigo), y con todos lo amigos y amigas extendidos por distintas geografías. Esta es mi felicitación cordial, cálida y cariñosa. Es mi humilde aguinaldo para cada uno de vosotros, vosotras y también para vuestros familiares. Estoy seguro que “por vuestra disposición, vuestra hambre interio, el Señor os llenará de bienes”, como cantó María con la acogida de la reflexión.
Me parece oportuno hacer algunas indicaciones con respecto al uso de esta larga reflexión en torno a los misterios navideño. Creo que lo más fecundo será leerla entera en un primer momento para tener una visión global de ella, para, después, meditarla, contemplarla y orarla por apartados, de modo que sirva de tema para el encuentro con el Señor a lo largo de las celebraciones navideñas. Como podréis constatar, por encima de todo, son Palabra de Dios. Le doy la Palabra al Señor y a sus portavoces. La reflexión será más fecunda si es compartida. Por otra parte, una urgencia misionera: Gustarla, alimentarse con ella a solas, sería un egoísmo inadmisible. Procura, pues, sentar a tu mesa para que también se nutran con ella a los que quieres y ellos quieren, naturalmente. He escrito la reflexión con ganas porque sé que la consumiréis con ganas y la compartiréis con generosidad. Buen provecho. Gracias. Besos y abrazos a todos de la comunión en las alegrías navideñas. Vuestro hermano y amigo, Atilano.
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Navidad es, ante todo, fiesta
Pablo lanza un pregón que ha de dar el tono a toda nuestra vida, personal, familiar, comunitaria y social: “Como cristianos,estad siempre alegres; os lo repito: estad siempre alegres” (Flp 4,4). Hay que advertir la reiteración que hace de la consigna: “os lo repito”, por si alguien de sus lectores tomaba a la ligera la consigna. Y hay que advertir que que Pablo señala que nuestro estado habitual y permanente ha de ser la experiencia de la alegría: “estad siempre. La alegría para el cristiano no puede ser sólo algo circunstancial: en los días de sol, en los días de éxito, en los días de salud desbordante. La verdadera alegría cristiana desafía los días de tormenta, de fracaso y de sufrimiento. Es la experiencia que vive y confiesa el propio Pablo: “Me siento lleno de ánimos, reboso de alegría en todas mis penalidades” (2 Cor 7,4). Es la experiencia de todos los demás Apóstoles. De Pedro y Juan, afirma Lucas en Los Hechos de los Apóstoles: “Salieron del Consejo contentos de haber padecido aquel ultraje (los 49 azotes legales por blasfemos por proclamar que Jesús es el Mesías) contentos haber merecido aquel ultraje por causa de Jesús” (He 5,41). Es la experiencia a la que hace referencia Jesús, de la mujer parturienta que sufre los grandes dolores del alumbramiento en el cuerpo, pero que goza de profunda alegría en el alma, porque está con los brazos abiertos para acoger y besar al hijo soñado. Es una experiencia agridulce en la que permanece inextinguible la alegría (Jn 16,21). No hemos de olvidarlo jamás: El Evangelio es Buena Noticia, un pregón que invita a la alegría honda y permanente: Así lo proclamaron los ángeles mensajeros a los pastores (a todo el mundo): “Os traigo una buena noticia, una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: Os ha nacido un Salvador” (Lc 2,10-11). El Movimiento de Taizé tiene como sagrado un lema que repite: “El cristianismo es una fiesta. Cristo enciende una fiesta continua en el corazón del hombre”. Dicen con toda verdad que se trata de una fiesta continua, no a ratos, no circunstacial, también en tiempos del coronavirus. Las celebraciones litúrgicas, las lecturas bíblicas, los encuentros gozosos en familia, en grupos de amigos, las comunicaciones afectuosas en estas fiestas navideñas han de ser más leña al fuego, a la hoguera de la alegría, para que crezca en nuestro vivir cotidiano, para que el 2021 sea más alegre y jubiloso.
Alegrías de fuera adentro
Pero hay que distinguir entre alegrías de fuera adentro y alegrías de dentro afuera. Unos amigos y amigas organizan un día de fiesta, un banquete, sin nada que celebrar, simplemente porque, según su confesión “llevamos un tiempo sin celebrar nada, estamos un poco aburridos, y hay que levantar los ánimos”. En cambio, otro grupo de amigos y amigas, organizan una fiesta, un banquete, porque “un par de miembros del grupo han sufrido una operación peligrosa y han salido bien; están recuperados”. Hay fiestas y fiestas. Hay fiestas que se organizany se celebran “para” estar alegres, para romper la monotonía de la vida; y hay fiestas que se organizan y celebran “porque” se está alegre. En el primer caso, la fiesta es la causa de la alegría; en el segundo caso, la fiesta es el efecto de la alegría. Ha habido un acontecimiento gozoso y las personas que han sido agraciadas con él exclaman espontáneamente: “Esto hay que celebrarlo”. Este es el caso de Mateo y de Zaqueo al sentirse liberados interiormente de sus esclavitudes y agraciados con la amistad del Liberador: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa” (Lc 19,9; Mt 9,10). Las alegría que van de fuera adentro duran poco (lo que dura la carcajada por un chiste gracioso, el tiempo que dura el regusto de manjares exquisitos en u banquete; luego renace de nuevo el aburrimiento de la rutina. Todo queda en una billetera más vacía, en un colesterol más alto, y el anhelo de otra fiesta para romper la monotonía. Todo se reduce a comentar: “¡Qué bien lo pasamos!” En estas fiestas convencionales sucede, como confesaba Francisco Javier a Ignacio de Loyola, estudiantes los dos de la Universidad de París: “¿Qué es lo que me pasa que, después de mis triunfos universitarios, hay algo dentro de mí algo que no se ríe?” A lo que le responde Ignacio de Loyola: “Lo que ocurre es que te estás traicionando. Javier, en el fondo de ti mismo, sin darte cuenta, estás anhelando más que unos breves aplausos, estás hambreando valores profundos y eternos, la amistad de Jesús de Nazaret”. Javier se rindió. El amor de Jesús le enloqueció. Las alegrías de fuera adentro son las alegrías de quien tiene la casa revuelta e inhóspita y huye fuera de ella hacia la calle para distraerse y distenderse. Las alegrías que vienen de fuera hay que esperarlas como se espera que caiga la lluvia sobre la plantación reseca; no dependen de uno; dependen de que ocurra un acontecimiento halagüeño, el trato de los demás, sus alabanzas, del éxito pasajero. Esta es, tristemente, la Navidad, la Pascua, el Pentecostés y fiesta del Patrono de la parroquia de muchos. El estudio Global Happiness 2020 deja constancia de que sólo el 38% de los españoles afirma ser feliz. ¿Y todos los que se confiesan felices lo son de verdad? ¿De qué felicidad hablan?
Alegrías de dentro afuera
Hay otras alegrías que, en dirección contraria a las anteriores, que van de dentro afuera que se verifican en las fiestas que organizan Mateo y Zaqueo para celebrar su renacimiento, su nacimiento a una vida enteramente nueva (Mt 9,10; Lc 19,9). Un amigo mío, convertido gracias a la lectura de mi libro “Vivir, ¿para qué?", organizó un banquete con su familia y sus amigos para celebrar el comienzo de una nueva vida. No están alegres porque hay fiesta, sino que hay fiesta porque están alegres. Aquí la alegría no acaba con la fiesta, sino que la fiesta sigue. Son las alegrías de Mateo y Zaqueo, del pastor que encontró a su oveja extraviada, la de la ama de casa que encuentra la moneda perdida, la del padre que recupera al hijo perdido, la de Lázaro por haber revivido no se acabó con el banquete; más bien, empezó. Las alegrías que nacen de dentro no hay que esperar que “lluevan” los acontecimientos gratos, o que “nos alegren” los otros. Como caudalosamente señala Jesús en el relato de la Samaritana, no hay que esperar que llueva ni hay que ir a pozos extraños a coger agua, sino que cada uno tiene en el hondón de su ser un manantial: “El que beba agua de ésta vuelve a tener sed; el que beba el agua que yo voy a dar nunca tendrá sed: porque esa agua se convertirá dentro en un manantial que saltará para una vida sin término” (Jn 4,14). Los cristianos deberíamos tomar más en serio esta promesa divina de Jesús. ¡Supone tanto para una vida fecunda y feliz! ¿Hay en nuestra vida personal, familiar o comunitaria experiencias nuevas, cambios fecundos que podemos celebrar con el misterio de la Navidad como alegría que vienen de dentro a fuera? ¿Cuáles?
La fiesta continua de los cristianos
¿Qué razones para esa alegría continua nos grita el misterio de la Navidad? Pues, porque, como dice Jesús, somos importantes para Dios, su Padre y nuestro Padre (Jn 20,17). Tan locamente nos quiere que nos ha hecho el regalo supremo: “Tanto ha amado Dios al mundo que le dio a su Hijo único” (Jn 3,16). “Le envió para que fuera el Hermano Mayor de una muchedumbre de hermanos para que reproduzcamos los rasgos de su espíritu” (Rm 8,29-30). No sólo eso: “permitió que muriera en una cruz como un vulgar delincuente. Siendo así, ¿cómo es posible que con él no nos lo regale todo? (Rm 8,32-33). San Pablo y san Juan nos invitan al asombro ante el amor enamorado de la Familia Divina a nosotros: “Mirad qué magnífico regalos nos ha hecho el Padre: Que nos llamemos y seamos de verdad sus hijos; y ahora todavía no sabemos todo lo que esto significa” (1 Jn 3,1). San Pablo nos señala que el Espíritu nos impulsa a dirigirnos al Padre con toda ternura llamándole “Abba” (Papá). ¡Sorprendente!
Parangonar la fiesta del Nacimiento de Jesús con cualquier aniversario de los personajes más eminentes de la historia es empequeñecerlo absurdamente: Cervantes nos dejó sus obras, asombro de belleza, Velázquez el prodigio de sus cuadros, Miguel Ángel Buonarrotti, su herencia artística asombrosa, pero murieron, no podemos entrar en comunión con ellos, no puede haber interacción; pero el Niño recién nacido hace veintiún siglo y recostado en un pesebre, cuyo nacimiento estamos celebrando, es ahora el Resucitado, está entre nosotros, vivo y operante, aunque inalcanzable para los sentidos. No importa. Lo que importa es saber, a ciencia divina, que es Dios, que Dios se ha hecho uno de nosotros, que le podemos tutear, que es nuestro Hermano Mayor (Jn 20,17); que es nuestro Amigo: “No os llamo siervos, sino amigos” (Jn 15,14); somos más que hermanos y amigos: Formamos un todo con él: “Yo soy la vid, vosotros los sarmientos “ (Jn 15,5); afirma Pablo: “unidos a Cristo formamos un solo cuerpo” (Rm 12,5). ¿Cómo no nos va a amar, a amparar, a mirar por nosotros si “somos carne de su carne y hueso de su hueso?” (Ef 5,29). Nos conoce a cada uno, nos llama por nuestro nombre (Jn 10,3), como llamó por el suyo a Pedro, a Felipe, a María, a Zaqueo. Somos importantes para él. Hay que decirle con el alma enardecida: ¡Qué bueno que viniste!
“Con vosotros me quedo”
Y, con más entusiasmo todavía, gritar: ¡Qué bueno que te quedaste con nosotros! Nos dice como a los Apóstoles, que sentían nostalgia ante la posible ausencia del querido Maestro: “Mirad que yo estoy con vosotros cada día, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). En todo momento. Me resulta contradictorio y extraño que cantemos: “Ven, ven, Señor, no tardes; ven que te esperamos”. Esto es lo que cantaban los judíos en su adviento de siglos y a los que el Bautista gritaba señalándole con el índice de su mano derecha: “Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29). Estamos llenos de la presencia de este Niño, hoy el Resucitado. Como señalaba gozosamente santa Teresa: “No le podéis echar de vosotros mismos”. Volvemos la mirada a nuestra interioridad: allí está él junto con el Padre y al Espíritu: “Si alguno me ama, pondremos nuestra morada en él” (Jn 14,23). Santa Teresa compara nuestro espíritu a un castillo en cuya morada central habita el Señor que quiere entablar una comunicación amorosa con nosotros. San Agustín llega a decir: “Él nos es más íntimo que nuestra propia intimidad”. Nos es más cercano a nosotros que nosotros mismos. Si nos reunimos en familia o en grupo, allí está él indefectiblemente: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí en medio de ellos estoy yo” (Mt 18,20). Nos asegura también como a la comunidad de Laodicea: “Mira que estoy a la puerta llamando: si uno me oye y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos” (Ap 3,20). En cada encuentro eucarístico nos dice a nosotros como hace veintiún siglos dijo a aquellos sus primeros discípulos algo desconcertante y asombroso. No se contenta con darnos un abrazo y besos; no se contenta con hacernos algún regalo cariñoso, sino que se nos ofrece enteramente: “Tomad y comed; esto es mi cuerpo; tomad y bebed, esta es mi sangre” (Mt 26,26-29). ¡Asombroso! Se hace nuestro alimento y nuestra bebida para transformarnos en él. En el quehacer de cada día, en nuestro trabajo profesional, en las labores de casa, en nuestros andares como en los de los discípulos de Emaús, “entre pucheros anda el Señor, le tendréis en todas partes”, testimonia desde su propia experiencia santa Teresa de Jesús. Nos encontramos con cualquier persona para comunicarnos, topamos con él, porque está identificado con el prójimo, con cualquier prójimo. Tal vez nos pase como a los de Emaús: Soñamos con su presencia, imploramos la ayuda de quien camina con nosotros, aunque por nuestra ceguera interior no sintamos su presencia. “Está siempre vivo para interceder por nosotros” (Hb 7,25). Si nos reunimos como pueblo sacerdotal para alabar, bendecir y glorificar a la Familia Divina, allí está él presidiendo la asamblea; le escuchamos como sus oyentes de hace ventiún siglos; está presente en su Palabra, la Palabra definitiva. ¡Qué misterio incomprensible: Dios que se hace niño y llora en el pesebre, se hace también Pan y Vino para identificarse con nosotros! Esta es la Navidad que nos corresponde vivir a los cristianos en serio, y no en serie. Esta es la alegría más verdadera y profunda, nuestra alegría de la Navidad y de la vida entera. Es la alegría desbordante de Francisco de Asís, de quien afirman sus biógrafos que, después de haber montado en primer belén de la historia, “se pone a cantar y a bailar como hombre que ha perdido el juicio”.
Con las manos llenas
De lo que se trata, pues, no es de esperarle, sino de acogerle, porque él es el “Enmanuel” (Dios con nosotros), siempre con nosotros. Afirma por boca de Juan en el Apocalipsis: “Mira que estoy a la puerta llamando: si uno me oye y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos” (Ap 3,20). Jesús promete al que le abra, una fiesta continua por todo lo alto”. Este es el desafío navideño: Hacer que crezca nuestra amistad y nuestra intimidad con Jesús de Nazaret, que sea en nuestras vidas lo que le corresponde ser: Hermano, Amigo, Maestro y Señor. Recordemos el símbolo con el que nos presenta Santa Teresa el espíritu humano: El castillo interior, en cuyo salón central habita el Señor. Lamenta la santa la hospitalidad descortés hacia el Señor del castillo a quien dejamos sólo sin poder alentarnos, mientras el hospedero vaga por las cercas del castillo pobladas de alimañas, sapos, serpientes y alacranes, mientras el Señor está llamando a la puerta para intimar con el alma, pero ella está fuera de sí vagando por las cercas inmundas de los goces de los sentidos y de los sentimientos bajos e inhumanos.
Jesús es “Enmanuel” (Dios con nosotros), pero su presencia junto a nosotros no es de mero espectador, sino que sigue realizando hoy las maravillas que realizó durante su vida terrena, pero ahora de forma invisible, a través de mediadores. Nos dice a nosotros lo que dijo a sus contemporáneos pensando en nosotros: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, que yo os aliviaré” (Mt 11,29). “Yo he venido para que tengáis vida, pero una vida abundante” (Jn 10,10). Viene a nosotros no para abrumarnos con obligaciones, sino para derramar sobre nosotros la energía del Espíritu. “La Ley se dio por Moisés, por Jesús, el amor y la gracia” (Jn 1,17). Señala santa Teresa: “A nuestro Rey sacratísimo le falta mucho por dar; nunca querría hacer otra cosa, si hallase a quien; que nunca se os olvide, no se contenta el Señor con darnos tan poco como son nuestros deseos” (F 6,1). Está junto a nosotros con las manos llenas, esperando que abramos las nuestras para recibir su aguinaldo. Su presencia es siempre liberadora. Recordemos los encuentros pascuales con los de Emaús, con María Magdalena, con el grupo de los Apóstoles. Este Niño cuyo nacimiento evocamos y celebramos es ahora nuestro intercesor ante el Padre, “vive siempre para interceder por nosotros” (Hb 7,25). Palpamos el drama de los inmigrantes, su lucha a muerte para llegar a un paraíso meramente imaginario, pues Jesús ora, actúa nos tiende la mano; empeña su palabra divina: “Os prepararé un sitio para llevaros conmigo; para que donde esté yo, estéis también vosotros” (Jn 14,3). ¿Qué más podríamos soñar? San Pablo nos invita, en consecuencia”: “Que la esperanza os mantenga siempre alegres” (Rm 12,12). La comprensión de la vida y de la historia que el Niño recién nacido, que es “la boca de Dios Padre, su imagen cabal” (Jn 14,9), es sencillamente fascinante: Nos ofrece el mapa de la vida: Nos dice de dónde venimos; que somos fruto de una corazonada de Dios; nos indica a dónde vamos, al hogar del Padre, a una vida de ensueño, inimaginable; y nos señala el camino, que es él: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida· (Jn 14,6). ¿Qué más podemos pedir y esperar?
Navidad también es compromiso
Hay otra presencia de Jesús, que es una gracia también para nosotros. Es la presencia en el prójimo, sobre todo en el desvalido; una presencia indiscutible porque él mismo lo afirma categóricamente: “Todo lo que hiciéreis a uno de estos mis hermanos pequeños a mí me lo hacéis” (Mt 25,40). No dice “lo consideraré como si me lo hubierais hecho a mí”, sino “me lo hacéis a mí”. Si hubiera nacido entre nosotros y hubiera sonado la llamada de socorro por sus carencias y necesidades, no hubieran cabido nuestras ayudas en su humilde vivienda de Belén. Y nos hubiéramos sentido felices con la oportunidad de ayudar a la familia. Esa venturosa oportunidad la tenemos aquí y ahora, porque sufre muchas carencias en sus hermanos y nuestros hermanos, “que son carne de su carne, miembros suyos· (Ef 5,29). Así lo han vivido los grandes creyentes, santos. Afirma Benedicto XVI: “Pienso, por ejemplo, en Martín de Tours (+397), que primero fue soldado y después monje y obispo. A las puertas de Amiens (Francia) compartió su manto con un pobre; durante la noche, Jesús mismo se le apareció revestido de aquel manto, confirmando la perenne validez de las palabras del Evangelio: “Estuve desnudo y me vestisteis… Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,36.40). Lo de menos es que el Señor se nos aparezca en sueños para agradecernos los gestos con que le expresamos nuestro amor y ayuda en la persona del prójimo. Lo importante es saber que nuestros donativos en alimentos, en dinero, en tiempo de compañía, en palabras de aliento, en nuestro compartir generoso, en nuestros gestos de servicio a los demás, él se ha sentido agraciado y nos está agradecido como se lo agradeció a san Martín de Tours, como la mejor liturgia, “como el culto que más le agrada”, en expresión del Papa Francisco (Alegraos y regocijaos, 104). ¡Todo un privilegio!, porque, además, añade Jesús: “Cual que le dé a beber aunque sea un vaso de agua fresca a uno de esos humildes porque es mi discípulo, no perderá, su paga, os lo aseguro” (Mt 10, 42). ¡Promesa divina categórica!
Hay una parábola esclarecedora a este respecto. Un profeta anuncia a una población que les va a visitar Jesús en el espacio de una semana. La población desborda de alegría. Todo el pueblo se moviliza para engalanar sus calles; hacer arcos vistosos, llenas las calles de banderitas. Cuando todos los habitantes están ocupados en la tarea, un día les visita un emigrante enteramente desamparado, otro día un mendigo, otro un hombre desempleado y en apuros económicos, otro día una mujer maltratada; a todos ellos les responden lo mismo: “Estamos muy ocupados porque nos va a visitar un personaje muy importante”. Pasa la semana, pasan diez días, y la población, al ver que Jesús no se hace presente, pasan la queja al profeta: “Nos has mentido; aquí no se ha presentado Jesús”. “¿Cómo que no se ha presentado Jesús? -replica el profeta-. Ha estado varias veces. ¿No ha pasado un emigrante, un hombre sin trabajo, una mujer maltratada? Ese era Jesús encarnado en ellos. Si les hubierais acogido a ellos, le hubierais acogido a él”. La parábola está cargada de teología. San Camilo de Lelis veía a Jesús tan identificado con los pobres y enfermos, que cuando les curaba e higienizaba, les hablaba y oraba como si fueran el mismo Jesús en persona. Navidad también es compromiso de lucha por un entorno mejor. En ella ratificamos nuestro compromiso de hacer de nuestra vida personal, familia y comunitaria, un grito profético por un entorno mejor, por el crecimiento del Reino inaugurado por el Niño recostado en un pesebre y muerto en una cruz. El Papa Francisco nos alerta: “No se trata sólo de realizar algunas buenas obras, sino de buscar un cambio social” (Papa Francisco, Alegraos y regocijaos, 99). Urge la lucha por una sociedad que deje de ser una fábrica de pobres, de descartados, de indiferentes y se transforme en una sociedad de hermanos. Martín Luther King lamentaba dolorido: “Somos testigos de los avances prodigiosos de la técnica: Hemos aprendido a volar como los pájaros, a nadar como los peces, pero no hemos aprendido a vivir como hermanos”. Todos podemos poner nuestro grano de arena para que nuestro entorno sea más fraterno. Esta es la Causa de Jesús, que vivió y murió para reunir a los hijos de Dios que estaban dispersos” (Jn 11,52).
Claro que ha de haber Navidad a pesar del mal tiempo de las circunstancias adversas en que nos toca festejarlas. Porque la verdadera Navidad no depende de factores externos, sino de la actitud del corazón. Podemos incluso convertirlas en las más fecundas y felices porque son menos bulliciosas y agitadas, pero que las convertimos en más íntimas y profundas. Para ello hay que pasarse tiempo ante el belén con el Nuevo Testamento abierto, sobre todo en el prólogo del evangelio de Juan. Es preciso regalarnos silencio, contemplación. Y diálogo intimo, a corazón abierto. Es preciso regalarnos ternura que dure, no circunstancial. Y gozaremos de la Navidad más fecunda y feliz. Confesaba Nelson Mandela: “Lo peor del sufrimiento no es el sufrimiento en sí, sino tener que afrontarlo solo”. El filósofo cristiano Gabriel Marcel asegura: “En realidad de verdad, no hay sino un dolor: estar solo”. La soledad que, con frecuencia va acompañada de una ruidosa agitación, de jolgorio y un consumismo feroz que, que convierte en otra pandemia, como señala el Papa Francisco es otra pandemia (EG,87).
El virus más globalizado que confina a las personas, las encierra en sí mismas y rompe toda comunicación verdadera de los espíritus, es el egoísmo en todas sus expresiones. El egoísmo es el que convierte la convivencia humana en yuxtaposición de soledades. Frente a este virus, la vacuna del amor y la fraternidad, que son trasfusión de vida, la que el Hijo de Dios ha venido a ofrecernos: “He venido para que tengáis vida, pero una vida abundante” (Jn 10,10). La celebración de la Navidad nos lo recuerda. Nuestra Navidad va ser fecunda y feliz porque, liberados de meros formulismos y deseos vanos, no solo nos deseemos felicidades, sino que nos las brindemos mutuamente. No lo olvidemos jamás; es un dogma psicológico: La felicidad se obtiene cuando se regala a los demás, cuando uno se pregunta: ¿qué puedo hacer para que los demás se realicen y sean felices? Entonces, sólo entonces, no sólo será feliz nuestra Navidad, sino que convertimos la vida entera en una fiesta.
PARA REFLEXIONAR, COMPARTIR Y DECIDIR
Lecturas bíblicas: Juan 1,1-14: “Puso su tienda entre nosotros”
Rm 8,15-21: “Somo hijos en el Hijo”
1º- Creo que hay que subrayar el pensamiento…, la afirmación, el párrafo…
2º- La Palabra de Dios y la reflexión han suscitado en mí sentimientos de…
3º- Quiero compartir con mi familia, mis amigos, mis compañeros de grupo y
comunidad mis experiencias de Adviento…
4º- El Espíritu Santo, con las lecturas bíblicas y la reflexión ha suscitado, a
nivel personal, matrimonial, familial, grupal y comunitario, los compromisos de…
martes, diciembre 22, 2020
sábado, diciembre 19, 2020
Talleres de navidad para niños
miércoles, diciembre 16, 2020
¿Por qué decimos "eso es muy humano" paara nuestras miserias? (José Luis Martín Descalzo)
"Podemos perder todo menos el entusiasmo"
lunes, diciembre 14, 2020
SAN JOSÉ A LOS PADRES DE HOY
Martin Gelabert, OP
El día de la fiesta de la Inmaculada el Papa firmó una carta apostólica dedicada a San José, con motivo del 150 aniversario de su proclamación como patrono de la Iglesia universal. Es recomendable leerla. Rebosa devoción a San José.
Me limito a destacar dos cosas de la carta, de suma actualidad. La primera, el trato exquisito que José manifestó hacia María, verdadero modelo de una relación igualitaria y corresponsable entre varones y mujeres. José acogió a María sin poner condiciones previas: “La nobleza de su corazón le hace supeditar a la caridad lo aprendido por ley; y hoy, en este mundo donde la violencia psicológica, verbal y física sobre la mujer es patente, José se presenta como figura de varón respetuoso, delicado que, aun no teniendo toda la información, se decide por la fama, dignidad y vida de María”.
Así, “la acogida de José nos invita a acoger a los demás, sin exclusiones, tal como son, con preferencia por los débiles, porque Dios elige lo que es débil (cf. 1 Co 1,27), es padre de los huérfanos y defensor de las viudas (Sal 68,6) y nos ordena amar al extranjero. Deseo imaginar que Jesús tomó de las actitudes de José el ejemplo para la parábola del hijo pródigo y el padre misericordioso (cf. Lc 15,11-32)”.
La segunda cosa se refiere a la relación con su hijo Jesús: “Nadie nace padre, sino que se hace. Y no se hace sólo por traer un hijo al mundo, sino por hacerse cargo de él responsablemente. Todas las veces que alguien asume la responsabilidad de la vida de otro, en cierto sentido ejercita la paternidad respecto a él. Ser padre significa introducir al niño en la experiencia de la vida, en la realidad. No para retenerlo, no para encarcelarlo, no para poseerlo, sino para hacerlo capaz de elegir, de ser libre, de salir”.
A este respecto resulta interesante la lectura que hace el Francisco del apelativo de “castísimo” que la tradición ha puesto a san José: “es la síntesis de una actitud que expresa lo contrario a poseer. La castidad está en ser libres del afán de poseer en todos los ámbitos de la vida. Sólo cuando un amor es casto es un verdadero amor. El amor que quiere poseer, al final, siempre se vuelve peligroso, aprisiona, sofoca, hace infeliz. Dios mismo amó al hombre con amor casto, dejándolo libre incluso para equivocarse y ponerse en contra suya. La lógica del amor es siempre una lógica de libertad, y José fue capaz de amar de una manera extraordinariamente libre. Nunca se puso en el centro. Supo cómo descentrarse, para poner a María y a Jesús en el centro de su vida”.
Concluye así su reflexión el Papa: “El mundo necesita padres, rechaza a los amos, es decir: rechaza a los que quieren usar la posesión del otro para llenar su propio vacío; rehúsa a los que confunden autoridad con autoritarismo, servicio con servilismo, confrontación con opresión, caridad con asistencialismo, fuerza con destrucción”.
domingo, diciembre 13, 2020
¿SÍMBOLOS RELIGIOSOS EN LOS DECIMOS DE LOTERÍA?
No, no quiten los crucifijos. Vivamos como el crucificado que pasó haciendo el bien. Quiten, quiten el Nacimiento de Jesús de la lotería. Vivamos como la familia de Nazaret.
Meter el nacimiento en los billetes de lotería es una beatería. Beatos del dinero.
sábado, diciembre 12, 2020
PADRES PREOCUPADOS POR LAS VACUNAS
Agradecemos al Dr. Juan Gervas que haya contestado a las 26 preguntas que hoy los ciudadanos nos hacemos sobre la vacuna.
Cabe en nuestra "catequesis" de padres todo aquello que ponga a la persona en el centro. En la catequesis, en el trabajo, en la sanidad. Estamos en la decadencia de todo paternalismo.
+info:
viernes, diciembre 11, 2020
Aborto: ¿quién es más medieval?
21 de Noviembre de 2020
Algo más que arrancar una planta
La vida de cada ser humano está llamada a ser una misión, a dejar un mensaje, a producir algo nuevo en el mundo. Quienes han tenido en su familia una persona discapacitada saben bien que ella ha dejado una marca, más allá de sus límites. Si toda vida humana tiene una misión, esto no vale sólo para Gandhi, para Picasso o para Ana Frank, sino para cada ser humano que se va gestando lentamente en el seno de su madre. Ninguna vida humana es inútil, nadie es innecesario. Hay algo que todavía no se cumplió mientras esté ese niño gestándose. Por eso no es un tema menor que se interrumpa su misión en esta tierra, que se lo arranque antes de que esa misión sea cumplida.
El valor inmenso e inviolable de cada persona humana va más allá de toda circunstancia, y queda en pie por encima de cualquier contexto. Esa dignidad no es mayor o menor por las capacidades que posea, por su modo de vivir la sexualidad, por su lugar de nacimiento, por sus ideas o su ética, por su desarrollo mayor o menor, por la etapa en que se encuentre, si está en el cuarto mes o en el octavo. Esas son circunstancias que no alteran ni disminuyen esa dignidad, no tocan la esencia y el significado más hondo de su ser.
¿Quiénes son más medievales?
Por eso es llamativo que quienes defienden el valor de la vida humana desde la concepción sean tratados de medievales. En realidad ocurre lo contrario, porque en la Edad Media muchos teólogos hablaban de una “animación progresiva”, como si hubiera un valor incremental del no nacido a medida que se desarrolla. Pero en la modernidad vino la genética, que muestra que, más allá de su progresivo desarrollo, desde la concepción se tiene la misma secuencia de ADN que poseerá ese ser humano adulto. El embrión posee un ADN único y sus secuencias –aún con posibles variaciones– se mantendrán al nacer y durante toda su vida. Por esto el análisis genético de cada embrión permite conocer mucho sobre el futuro de la persona, y la ciencia puede leer la totalidad de la secuencia genética del ADN de un sujeto mucho antes de su nacimiento. ¿No es por esto que los diagnósticos prenatales son cada vez más certeros?
Por esta razón es difícil sostener en la modernidad el valor incremental de la vida, su mayor importancia en razón de su desarrollo: sostener que no vale lo mismo a los tres meses de gestación, a los siete meses o después de nacer. ¿Qué valor daríamos entonces a los ya nacidos que, de todos modos, tienen un desarrollo menor al resto? ¿No se introduce así una lógica perversa en el pensamiento social? De hecho, en varios países con aborto legal, más del 90% de los niños con Síndrome de Down son abortados luego de la realización de estudios prenatales.
La costumbre de establecer grados de distinto valor entre los seres humanos de acuerdo con sus características, capacidades o desarrollo, ya ha llevado a las peores aberraciones.
¿Imposición de la religión o del Vaticano?
Se dice insistentemente que esto es una cuestión de fe que no se puede imponer a los no creyentes. ¿La defensa de la vida viene de prejuicios católicos o cristianos? Sería poco serio decir algo así, porque entre los contrarios al aborto podemos mencionar ateos como Nat Hentoff, agnósticos como Tabaré Vázquez, budistas como el Dalai Lama, hinduistas como Mahatma Gandhi, feministas protestantes como Sarah F. Norton o Alice Paul, y también católicas como la Madre Teresa de Calcuta.
Algunos dicen que en Argentina hay una democracia, no una teocracia. Pero las verdaderas presiones no son del Vaticano, sino de los poderes internacionales que hace décadas están avanzando en la colonización cultural de los países pobres para reducir la natalidad a cualquier precio. No estoy imaginando conspiraciones fantasiosas, porque es información constatable. Basta mirar lo que exige el Banco Mundial para determinados préstamos, ya que los condiciona al cumplimiento de ciertas exigencias sobre “salud reproductiva”.
¿Negación de derechos?
Para quien defiende la vida, no por fanatismo religioso sino por verdadera convicción humanista, se trata precisamente de una defensa hasta el fondo de los grandes derechos humanos. La pregunta es: ¿podremos defender con tanta radicalidad los derechos humanos que no se los neguemos tampoco a los más pequeños, frágiles y menos desarrollados? ¿Podrá ser tan inclusiva nuestra defensa del valor del ser humano, hasta el punto de que no dejemos resquicios para que algunos sean dejados fuera?
La sola sospecha de que un embrión es un ser humano bastaría para que deba ser defendido, aunque esté en una etapa de desarrollo. De hecho, la Convención sobre los derechos del niño entiende por niño “todo ser humano desde el momento de la concepción”.
En cuanto a derechos humanos, se dice que es mejor cubrir de más antes que caer en el riesgo de dejar desamparado a cualquier miembro de nuestra sociedad. Cuando el Papa Francisco en Fratelli tutti se alza en defensa de los más frágiles que no tienen voz en la sociedad, en ese mismo paquete incluye la defensa del niño por nacer. Años atrás dijo que no hay real defensa de los débiles de la sociedad “si no se protege a un embrión humano aunque su llegada sea causa de molestias y dificultades”.
¿Tontos que no entienden?
Algunos políticos ningunean la postura pro vida diciendo: “Quien no esté de acuerdo simplemente que no aborte, y ya está”. Pero si fuera algo tan obvio, las personas pro vida serían muy tontas como para no verlo. Para llevar al extremo esta simplificación llegan a decir: “¿Qué les preocupa tanto? Lo importante es que no se va a obligar a nadie a abortar”. Es una aclaración muy extraña. ¿A alguien se le ocurrió pensar semejante posibilidad? ¿Estaba en la mesa la opción de obligar a alguien a abortar? Sin duda que no. Entonces no es tan sencillo el asunto. Se trata de preguntarse si los no nacidos, que son los más pobres y frágiles, tienen o no tienen derechos, empezando por el primero y más elemental que es el derecho a la vida.
¿Sordos al reclamo de la sociedad?
Se dice que el aborto es un reclamo mayoritario de la sociedad argentina. Sin embargo, los sondeos que se dieron a conocer en los últimos años, con diversos márgenes de error (como las encuestas preelectorales) indican que aproximadamente la mitad de la población estaría de acuerdo con una legislación de interrupción del embarazo, pero sólo en dos situaciones muy acotadas: violación y riesgo de vida para la madre. Los proyectos que se quiere imponer ahora, sin embargo, no van en esta línea acotada. En la práctica introducen de hecho el aborto libre. Habilitan a abortar no sólo a las mujeres pobres que han sido violadas o corren riesgo de muerte, sino a todas y con cualquier excusa.
Por otra parte llama la atención que se hable de un debate democrático, cuando en realidad el proyecto que se envía ahora es básicamente igual al de 2018, y lo agrava en cuanto facilita aún más los abortos clandestinos, agrega amenazas penales al equipo de salud, es más confuso con respecto al consentimiento informado, complejiza la objeción de conciencia, etcétera. De manera que no se están recogiendo opiniones distintas que habían surgido en la discusión. ¿Para qué sirvió tanto debate si parece que es sólo un trámite?
No se trata de que una mujer que abortó vaya presa, agregando un nuevo drama. Pero legalizar el aborto es mucho más que despenalizar. El problema es que se empieza hablando de las mujeres pobres, o de algunas situaciones críticas, y se termina con un proyecto de aborto para que las ricas puedan abortar elegantemente por cualquier motivo. En esta ensalada, quienes dicen que el embrión es sólo un grano o un puñado de células sin valor, pretenden estar representando a la mayoría de la sociedad.
¿Indiferentes frente a la salud pública?
Se menciona las muertes maternas como razón que explica esta fiebre por legalizar el aborto como si fuera la mayor urgencia actual de la Argentina. Pero la realidad es que, si habláramos de las principales urgencias de la salud pública en Argentina, está claro que son otras, aun para las mujeres. En nuestro país, en 2016, las muertes por aborto fueron sólo el 17,5% de las muertes maternas. El año siguiente fueron menos todavía (12%). Dentro ese porcentaje reducido, algunas muertes están relacionadas con abortos espontáneos, otras con enfermedades previas que hacen eclosión en el parto (lo que posiblemente sucedería también en el caso de un aborto legal), con lo cual el porcentaje es todavía menor.
El otro 80% de muertes maternas no se debe a abortos sino a desnutrición de la mujer, enfermedades no tratadas, suicidios, agresiones recibidas, problemas relacionados con la pobreza, falta de higiene de su hogar, etcétera. ¿Hemos resuelto las causas de ese 80% de muertes maternas? Si realmente hubiera pasión por la salud pública ¿por qué no se empieza por resolver ese 80 % de los casos para después analizar lo que ocurre con el aborto?
Pero hay algo más, y son datos duros. La última información, del año 2018, según el propio Ministerio de Salud de la Nación en su síntesis estadística sobre “natalidad y mortalidad”, indican que en ese año hubo 257 muertes maternas. De ellas sólo el 13% (33 mujeres) se debieron a abortos. Pero este mismo documento del Ministerio de Salud afirma textualmente en su página 17 que desde 2005 “las muertes por embarazo terminado en aborto se han reducido en un 62%” (¡!). No hizo falta legalizar el aborto para producir esa importante reducción. Mirando estos datos duros, ¿cuál es entonces la urgencia febril de una ley abortista?
¿Hipocresía o incoherencia?
Sí. Todos somos incoherentes en alguna medida. Y así como acabo de mencionar incoherencias de algunos planteos abortistas, también puedo indicar incoherencias de algunos sectores pro vida. Por ejemplo, cuando defienden la vida de los no nacidos pero no cuidan con la misma pasión la vida de los ya nacidos y la dignidad de los pobres. O cuando lo hacen con palabras pero no se embarran para dar una mano concreta a las mujeres que se sienten forzadas a abortar en situaciones de pobreza o soledad.
Pero sabemos que no se puede decir lo mismo del Papa Francisco, porque al mismo tiempo que defiende a los niños no nacidos, también se pone al lado de los otros descartados de la sociedad aunque eso le traiga problemas. Come con los presos y con los pobres de Roma, visita a enfermos y ancianos, defiende a los migrantes a costa de ganarse el odio de muchos, intercede por los refugiados, reclama por los derechos de los discapacitados, de los abandonados del mundo, y con la misma firmeza se opone a la pena de muerte y a la guerra. Es una defensa de la vida sin fisuras, con una coherencia que los demás no podemos mostrar de la misma manera.
Víctor Manuel Fernández, arzobispo de La Plata
viernes, diciembre 04, 2020
jueves, diciembre 03, 2020
FRANCISCO: ORACIÓN DEL ADVIENTO
Ven, Señor Jesús, te necesitamos.
Acércate a nosotros.
Tú eres la luz: despiértanos del sueño de la mediocridad,
despiértanos de la oscuridad de la indiferencia.
Ven, Señor Jesús,
haz que nuestros corazones, que ahora están distraídos, estén vigilantes:
haznos sentir el deseo de rezar y la necesidad de amar.
Explicó que “el Adviento es el tiempo para hacer memoria de la cercanía de Dios, que ha descendido hasta nosotros”.
“Es también el primer mensaje del Adviento y del Año Litúrgico, reconocer que Dios está cerca, y decirle: ‘¡Acércate más!’. Él quiere acercarse a nosotros, pero se ofrece, no se impone. Nos corresponde a nosotros decir sin cesar: ‘¡Ven!’. El Adviento nos recuerda que Jesús vino a nosotros y volverá al final de los tiempos, pero nos preguntamos: ¿De qué sirven estas venidas si no viene hoy a nuestra vida? Invitémoslo”.
Por ello, “es importante estar vigilantes, porque un error de la vida es el perderse en mil cosas y no percatarse de Dios”.
El Papa llamó la atención sobre el hecho de que si Dios pide a los cristianos que vigilen, “eso quiere decir que es de noche. Sí, ahora no vivimos en el día, sino en la espera del día, en medio de la oscuridad y los trabajos”.
Sin embargo, la invitación a la vigila encierra también un llamado a la esperanza, porque también implica que “llegará un día en que estaremos con el Señor. Vendrá, no nos desanimemos. Pasará la noche, aparecerá el Señor; Él, que murió en la cruz por nosotros, nos juzgará. Estar vigilantes es esperar esto, es no dejarse llevar por el desánimo, es vivir en la esperanza”.
El Papa explicó la naturaleza de esa vigilia con este ejemplo: “Así como antes de nacer nos esperaban quienes nos amaban, ahora nos espera el Amor mismo. Y si nos esperan en el Cielo, ¿por qué vivir con pretensiones terrenales? ¿Por qué agobiarse por alcanzar un poco de dinero, fama, éxito, todas cosas efímeras? ¿Por qué perder el tiempo quejándose de la noche mientras nos espera la luz del día?”.
“Mantenerse despiertos, sin embargo, es difícil. Por la noche es natural dormir. No lo lograron los discípulos de Jesús, a quienes Él les había pedido que velaran ‘al atardecer, a medianoche, al canto del gallo, de madrugada’. Y precisamente a esas horas no estuvieron vigilantes”.
En ese sentido, advirtió que “hay un sueño peligroso: el sueño de la mediocridad. Llega cuando olvidamos nuestro primer amor y seguimos adelante por inercia, preocupándonos sólo por tener una vida tranquila”.
“Pero sin impulsos de amor a Dios, sin esperar su novedad, nos volvemos mediocres, tibios, mundanos. Y esto carcome la fe, porque la fe es lo opuesto a la mediocridad: es el ardiente deseo de Dios, es la valentía perseverante para convertirse, es valor para amar, es salir siempre adelante”.
Entonces, “¿cómo podemos despertarnos del sueño de la mediocridad? Con la vigilancia de la oración. Rezar es encender una luz en la noche. La oración nos despierta de la tibieza de una vida horizontal, eleva nuestra mirada hacia lo alto, nos sintoniza con el Señor”.
“La oración permite que Dios esté cerca de nosotros; por eso, nos libra de la soledad y nos da esperanza. La oración oxigena la vida: así como no se puede vivir sin respirar, tampoco se puede ser cristiano sin rezar”.
Hay también un segundo sueño interior, advirtió el Papa: “el sueño de la indiferencia. El que es indiferente ve todo igual, como de noche, y no le importa quién está cerca. Cuando sólo giramos alrededor de nosotros mismos y de nuestras necesidades, indiferentes a las de los demás, la noche cae en el corazón”.
“Comenzamos rápido a quejarnos de todo, luego sentimos que somos víctimas de los otros y al final hacemos complots de todo. Hoy parece que esta noche ha caído sobre muchos, que exigen sólo para sí mismos y se desinteresan de los demás”.
Del mismo modo, “¿cómo podemos despertar de este sueño de indiferencia? Con la vigilancia de la caridad. La caridad es el corazón palpitante del cristiano. Así como no se puede vivir sin el latido del corazón, tampoco se puede ser cristiano sin caridad”.
miércoles, diciembre 02, 2020
sábado, noviembre 28, 2020
lunes, noviembre 23, 2020
Beatos de Wert y de Celaá. Tanto monta, monta tanto
martes, noviembre 17, 2020
JUSTICIA Terrena o JUSTICIA DIVINA
Xosé Manuel Domínguez Prieto, comenta en su ponencia del Congreso “Afectividad y Sexualidad del siglo XXI”, >>que fácil nos es juzgar a los demás y, en cambio , nunca sabremos los motivos que han definido las acciones o palabras de una persona, su historia personal … , la lucha que mantiene consigo mismo para seguir viviendo …<<
Que difícil se nos hace ponernos en sus zapatos; “Solo se comprende (mínimamente) a un hombre cuando uno se pone en sus zapatos” - libro “Matar a un ruiseñor” de la escritora Harper Lee, que realza dicha frase poniéndola en boca del abogado Atticus Finch, pronunciada por Scout (en la película), la hija de Atticus. (La novela está catalogada como género de aprendizaje, cargada de valores que muchos ciudadanos debieramos trabajar,e intentar poner en práctica).
Nadie debe juzgar a otro, ni sus virtudes , las cuales no sabemos la suerte de sus motivos, ni sus defectos, ya que tanto unas como otros, son la única manera mediante las/os cuales uno ha podido o puede seguir viviendo: un alcohólico, un drogadicto … , un adicto; ha tenido que seguir ese camino ya que de lo contrario su “Vacío existencial”, Viktor Frankl, ( El hombre en Busca de Sentido ), se haría insoportable, y con toda seguridad lo conduciría a una muerte, un suicidio; mas, el sentimiento de vida, por suerte, es más fuerte que el de muerte, de ahí que uno luche denodadamente por seguir viviendo, amparándose en los modelos de vida que la sociedad ofrece.
Estos no siempre son los, podríamos decir “ideales”, “sanos”, pero en cambio son de los que uno ha tenido que echar mano para que “thánatos” no se haga dueño de su ser. Nos escondemos bajo diversos modelos, unos más sanos, otros menos, y, al igual que en la sedación terminal, ayudan a que uno no tenga siempre presente su sufrimiento, físico o psicológico, aunque haya daños colaterales.
Algunos terminan con adicciones de las cuales no pueden escapar, ( nos encontramos con la subyugación, como casos extremos de dependencia, del maltratador y del maltratado ). En ambos casos depende el uno del otro, falta independencia, formación , humanidad; falta esperanza y confianza en un futuro que nos libere de las ataduras que nos “acomodan”.
Sin duda es muy triste cualquier tipo de desarreglo psíquico humano que provoca en muchos casos las adicciones, pero es más triste cuando tenemos un balance “X” de suicidios anuales en todo el mundo, ( la Organización Mundial de la Salud, maneja datos que indican que unas 800.000 personas se suicidan anualmente, y, para más Inri, hay muchas más tentativas que por suerte no se consuman). Al hilo de los datos de la OMS, diremos que es la tercera causa de muerte para los jóvenes de edades comprendidas entre los 15 y los 19 años. Falta de sentido en sus vidas, desajustes familiares, familias desestructuradas, no encontrar modelos de ideales sanos... Identidades que se están formando y no encuentran medios para lograrlo … modelos fallidos… esperanzas truncadas… Salimos perdiendo todos, el individuo y la sociedad.
Y, nosotros, como buenos cristianos, dándole y dándole a la hebra, sanamente, santamente y , muchas veces ocultando nuestras murmuraciones bajo la leyenda evangélica de que nada debe permanecer oculto pues: “no se enciende una lámpara para dejarla oculta bajo un celemín”; la hipocresía de nuestra justicia humana nos endiosa muchas veces sin que nos atrevamos con otra leyenda evangélica, “ no juzguéis, pues en la medida que juzguéis seréis juzgados” y, sin compasión, damos rienda suelta a nuestro buenismo, a nuestro pietismo,>> insano<<, incoherente con los principios evangélicos, olvidando también que siempre hay tiempo de que uno rectifique según la justicia divina, >>amigo, vas a tener envidia de que yo sea bueno y quiera darle a este lo mismo que te doy a ti, ¿acaso no nos ajustamos en un salario ? <<. El salario es la vida eterna, la vida a la cual no sabemos cuándo seremos llamados por thánatos, pero ese es el fin de la vida terrena, “llegar a la vida eterna”; da igual que uno sea de primera hora o de última hora, nadie quedará defraudado si acepta la llamada. Cobrará.
Nuestra justicia humana viene siendo también un camino para que nos acerquemos a la justicia divina, por suerte incomprensible para nosotros, pues no sabemos nada más que Jesús fue crucificado y, ahí, en la cruz, sufrió todos los males que pueda sufrir cualquier hombre, físicos y mentales. Como hombre se desesperó, tuvo miedo de lo que sabía inevitable, su confianza en el Padre fue puesta a prueba, aún así, en el huerto de los olivos pidió bien claro: “...si es posible pase de mí este cáliz, … mas, hágase tu voluntad y no la mía”. Muchas veces lo queremos decir, hasta lo verbalizamos, pero sin interiorizarlo , sin que realmente salga de nuestro corazón, sin que realmente seamos capaces de dejarnos caer en sus brazos, confiar en la providencia Divina.
Cuando realmente estamos hundidos, desesperados, sin ninguna solución humana para nuestros males, con la cerviz doblada,es cuando actúa la Gracia de Dios, cuando hemos hecho todo lo humanamente posible por evitar lo que consideramos un mal y, nos damos cuenta que no conseguimos evitarlo. Actuará la Divina Providencia; lo que es malo hoy, e incomprensible para nosotros, humanos, tendrá su contrapunto en la confianza en la Providencia, ya que nadie quedará defraudado. La Justicia Divina se escribe con renglones torcidos. Jacob, luchó con el Ángel del Señor toda una noche en su camino hacia Betel y, fue honrado con el nombre de “Israel”, >>el que lucha con Dios<<. Es justo que luchemos por nuestra vida, pues únicamente de esta lucha saldremos restablecidos, al igual que Jacob, y bendecidos con un nuevo nombre que nos hará entrar con él en la nueva Patria.
Amar y amar y amar, confiar y confiar y confiar, ofrecer y ofrecer y ofrecer, sin pedir recompensa, sin caer en la vanidad ni en la banalidad del sentido de lo que hacemos o decimos, tergiversando con nuestro pensamiento lo que vemos u oímos; sabiendo que sólo Dios “comprende” y, nos hace caminar sobre aguas. Machado lo expresó bellamente en su saeta del “Cristo de los Gitanos”. El miedo tiene carácter protector, pero es el enemigo del cual se vale el ángel caído para paralizar al hombre y no dejar que éste confíe en la Providencia. La Providencia nos pide confianza ciega en unos valores previamente interiorizados mas, la desesperanza que nos crea el basarnos en criterios humanos nos hunde. Somos humanos. Nuestra vida terrena es de aprendizaje.
Gracias a San Pedro, sabemos que Cristo siempre estará ahí; podrá recriminarnos que tenemos poca Fe, pero nos cogerá de la mano para que no nos hundamos.
Israel Durán
sábado, noviembre 14, 2020
No, los niños no se están adaptando bien
Este artículo puede ayudar a orientar los diálogos con nuestros hijos. Los datos científicos siguen avanzando entre muchas dudas, pero está claro que ha habido mucha confusión en torno a los niños y quizá en la pandemia se les haya perjudicado sin necesidad. Eugenio
Por Esther Ramírez Matos, psicóloga y terapeuta familiar.
Me reciben con una expectación preciosa, la madre de uno de ellos ha entrado en las fronteras de lo que antes era una escuela abierta. Se le ha permitido, previo chequeo de las medidas necesarias, que pase al fortín donde esperan ansiosos que alguien distinto a sus maestras les cuente algo diferente. Están todos con sus caritas medio tapadas con las mascarillas que intentan torpemente parecer simpáticas con estampados infantiles. Me produce tristeza, pienso una vez más en que parece que vivimos una película de terror. Dejo pasar esta idea, me he prometido no juzgar en la medida de lo posible, he venido para escucharles, para facilitar que aunque sea a través de sus trapitos, puedan contar cómo se sienten con todo este caos que estamos viviendo.
Son sencillamente preciosos y preciosas, al contrario de lo que pensaba, resulta fácil que dibujen y posteriormente expliquen sus emociones. Tienen ocho años y saben lo que les pasa. Hablan de agobio, de sensaciones de no poder respirar, de angustia porque creen que, si tienen el bicho, les sale respirando y les viene rebotado por la propia mascarilla y de nuevo para adentro, ¿estarán hablando de algo más que del virus?, me pregunto.
Cuentan que se sienten enfadados por tantas restricciones, por no poder abrazar y besar, resulta que a las criaturas les gusta besar, eso sí a quien ellas eligen y quieren. Dicen que tienen miedo a que les pase algo a sus seres queridos, ni uno solo habla de morir el o ella mismo, me dicen que les preocupa ser los causantes de que los mayores que aman perezcan, ¿qué les hemos hecho creer?, ¿cuánta culpa habrán de sanar estas personas?.
Explican claramente que se sienten sin salida, que a veces creen que esto no pasará nunca, ¡para ellos 8 meses es casi un 10% de sus vidas!, hablan de desesperanza y de miedo a cómo será la vida después, nunca antes habían creído que tuvieran que preocuparse por estas cuestiones. Uno a uno, localizan en sus cuerpecitos el miedo, el enfado, el agobio y la preocupación, son tan gráficos que por momentos se levantan y nos hacen reír, nos reímos a carcajadas con sus ocurrencias, bendita risa que me permite respirar un momento y desviar mis ganas de llorar.
Ha pasado más de una hora y no me quiero ir, quiero abrazarles y decirles que todo irá bien, que todo pasa y todas esas frases que ahora suenan terriblemente vacías. Me contengo porque no quiero mentirles, a cambio de eso les doy las gracias y les digo que yo también estoy así como explican, muchas veces. Les animo a que lleven sus dibujos sobre sus emociones a casa y lo compartan con sus padres, algunos se niegan y al final un niño se atreve a decir que no les quiere contar nada, que no quiere preocuparles explicándoles que él está pasándolo mal. Me arrugo como una pasa y me cuesta hablar, recuerdo la cantidad de veces que he escuchado esto de “qué bien se están adaptando los niños”, y una vez más todo mi cuerpo se enfada con esa sentencia, me cuestiono de nuevo, ¿se están adaptando o nos están protegiendo?.
Desde que todo esto empezó son ellas y ellos a los que más se ha maltratado sistemáticamente, hemos padecido el confinamiento más estricto de toda Europa y nuestros pequeños no podían pisar las calles, hemos visto parques cerrados, niños en sus casas que saludan a través de las ventanas incluso cerradas para que no se contagien, les hemos etiquetado de potenciales armas biológicas que podían causar la muerte a sus abuelos, les hemos tapado la boca en todos los sitios, incluso en el campo.
Ahora, 8 meses después es tiempo de reflexionar sobre qué más les hemos tapado, cuántas cosas les hemos metido dentro que no tienen salida, y rebotan hacia su interior. Es tiempo de saber que, por suerte, no se están adaptando muy bien, siguen percibiendo que lo que les estamos haciendo no es bueno, que les estamos robando un tiempo precioso para tocar, amar, experimentar, jugar, besar y soñar. Su malestar es signo de salud, señal de que el miedo ha sido tal que les hemos faltado al respeto. Se duelen, se enfadan, se entristecen y gritan. Sólo tenemos que querer escucharles.
Por un momento esto me da esperanza, me hace creer que ellos y ellas nos van a hacer despertar y darnos cuenta de que nos hemos equivocado. Pienso en cuánto trauma tenemos que restaurar y cuanto perdón tendremos que pedirles cuando veamos su dolor de verdad y dejemos de decir esto de ¡qué bien lo están llevando!
+info:
https://saludmentalperinatal.es/2020/11/14/no-los-ninos-no-se-estan-adaptando-bien/?fbclid=IwAR2AOT3rq026M7VFZltJ54m6DFpa57zAqxWfQojKX4ojJthJmi1BGOVB4HM
¿QUÉ HARÍA SÓCRATES CON UN MÓVIL?
viernes, noviembre 13, 2020
"Todos hermanos" el grito de Francisco
Papa FRANCISCO y las uniones homosexuales
domingo, octubre 18, 2020
CATEQUESIS FAMILIAR MIRANDO A LA REALIDAD
Para ver la historia de Margarite Barankitse:
martes, octubre 13, 2020
¡Abortemos la inversión en bolsa! Una reflexión sobre el derecho a la vida
Jacob David Castillo Acosta
Estos días quizás has reflexionado sobre el aborto o la eutanasia, en el contexto de las sendas propuestas de ley que se han presentado recientemente en nuestro parlamento. Quizás has visto estas propuestas como una “inversión en el progreso” o un paso más en la senda de lograr la madurez de un estado moderno y libre o democrático. Pero no amigos, lo que ha hablado estos días en nuestro parlamento no es la voz de la libertad del hombre moderno sino la voz del mismo materialismo que lleva varios siglos quitándonos precisamente esa libertad que está en boga. ¡Digan lo que digan y quién lo diga, el aborto, la eutanasia, o el vientre de alquiler..., son ejemplos de como predomina una concepción materialista de la persona. El capitalismo llegó para quedarse y nos ha cambiado no solo nuestra vida sino nuestro modo de comprender nuestro ser persona.
Desde esta comprensión de la persona en un marco materialista, es que puedo desechar a una persona como si fuera una cosa. Sin embargo, la fe cristiana nos dice que la persona es el centro, que la persona es siempre un fin y no un medio o instrumento a mi servicio. El aborto, la eutanasia o el vientre de alquiler, suponen materialismo en estado puro. La persona como fin, es una premisa irrenunciable, al menos para los que hemos descubierto que el misterio del hombre se resuelve a la luz del hecho Cristo, a la luz de la opción de poner al hombre en el centro y no la ley. Esto mismo es lo que lleva denunciando la Doctrina Social de lglesia durante prácticamente toda su existencia, de modo que resuena siempre una apuesta por dignificar la vida humana en todas sus dimensiones, y por tanto, que la ley o la economía estén siempre al servicio del hombre. Paradójicamentee asistimos a propuestas de leyes que no están precisamente en la linea de dignificar la vida del hombre sino muy contrariamente, acabar con esta vida…
Si alguna vez has cuidado de un enfermo grave, seguro que has podido escuchar alguna vez, como el enfermo puede plantear la posibilidad de la eutanasia en lo que la mayoría de veces, en mi opinión, no es más que un tanteo, para saber si está resultando una carga para sus familiares. Por eso, jamás respondas a este tipo de peticiones con expresiones como: “si es tu voluntad”, o “haremos lo que lo que tu quieras”…, porque en el fondo lo que le estamos diciendo es que sí que es una carga; ¿o acaso responderías de la misma forma a un joven sano? Esa es la clave, vemos la eutanasia como una salida válida solo cuando la persona ya no entra en los cánones de utilidad, cuando en nuestra mentalidad materialista en el fondo personamos que una persona enferma “no sirve” o “no es útil” para la sociedad, para la familia, como si fuera un proyecto más en la cadena de mercancías de las grandes superficies.
Creo que debemos recordar siempre esta premisa, la persona es un fin y no tiene por qué “servir para algo”. Seguro que si todos aquellos que un día pidieron la eutanasia (y lo lograron) hubieran escuchado alguien que les decía: “ni hablar, eres muy importante para nosotros, no eres una carga; aportas muchísimo a nuestra familia, lo mismo que antes pero de un modo distinto…”; si hubieran escuchado algo así, muy probablemente no volverían a planteárselo, pero en cambio, con el “si es tu voluntad” le estamos diciendo que en el fondo tiene razones para hacerlo… en una aparente petición de eutanasia que el fondo no era más que un tanteo para descubrir como nos afectaba su situación.
Hoy hemos de volver la mirada a Jesucristo y mirar a toda persona como otro Cristo. Esto lo vemos en la pregunta sobre el tributo al Cesar. La respuesta de Jesús: “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22, 15-21) nos dice que lo material se circunscribe a la moneda y en cambio la persona está en la esfera de lo divino, como criatura predilecta, como hijo de Dios. En cambio, la mirada contemporánea sobre el hombre quiere demasiadas veces dominar al propio hombre, porque no es un ejercicio de libertad precisamente -la cosificación de terceros - sino un intento de dominar al otro, o reducirlo a un instrumento que me favorece o dificulta la vida.
Siguiendo esta idea, la antropología materialista que fomentan algunos sectores políticos o mediáticos de nuestro país, hace que no les tiemble el pulso para firmar decretos contra la vida humana. Y resulta así, que los que supuestamente apuestan por la libertad están siendo esclavizados por esta cultura que relega lo humano a lo material. El aborto, la eutanasia o el vientre de alquiler quizás sean temas nuevos, pero las razones son tan antiguas en el fondo como la venta de esclavos negros. Esto lo vemos en cómo en las ventas de esclavos eran más caros los negros jóvenes y sanos, y en cambio más baratos los viejos o ya enfermos, que incluso si “no servían” para una venta eran “sacrificados” -lo mismo que un caballo de carreras que ya no podía correr -. ¡Si amigos, cultura materialista en el aborto o la eutanasia…!.
Solo así se “comprende” abortar una criatura porque tenga síndrome de down…, porque irónicamente “es menos niño que un niño sano”, como “el anciano tetrapléjico es menos hombre que un hombre sano y productivo”. Y por muy loco que parezca, la gran victoria del capitalismo /materialismo, es que la mujer, tantas veces cosificada por algunos hombres, apueste por ese sector dentro del sano feminismo, que proclama el aborto como un ejercicio de madurez o libertad de la mujer, como una apuesta por hacer “cada una” con su cuerpo lo que quiera. Aunque paradójicamente ese feminismo radical exija el aborto para liberarse de la cosificación por parte del hombre, cosificando a un pequeño que crece en su vientre. No tiene sentido que para combatir la cosificación de la mujer cosifiquemos a un niño o niña. Hermanos si de verdad queremos ser libres, no lo conseguiremos yendo hermanos contra hermanas ni madres contra hijos..., la verdadera apuesta debe ser fomentar una cultura que ponga al hombre en el centro y que no consideremos nuestro ser persona por razones de utilidad sino por razón de la igual dignidad de todo ser humano, incluso el que aún no ha nacido.
Solo un dato más, ¿sabías que en jurisprudencia solo se tiene por nacido (sujeto de derechos y obligaciones) a un no nacido (denominado nasciturus) en caso de herencias (cf. Art. 30 Código Civil) o incluso se contempla para un niño que ni siquiera ha sido concebido aún (cf. Art. 9/ Ley de técnicas de reproducción humana asistida). Se considera al niño en ambos casos como: un “bien jurídico necesitado de tutela” (regulado en el art. 15 de la Constitución). La pregunta es obvia: ¿de verdad consentiremos que un no nacido se le considere como sujeto de derechos solo en caso de una hipotética herencia? ¿Como nacido cuando hay intereses económicos pero sin derecho a nacer por el valor impagable de la vida por sí misma?. Me temo que no debemos consentir que se siga invirtiendo en este materialismo hostil hacia la vida, y por tanto, el único aborto válido es que abortemos este materialismo atroz y que invirtamos en un sólido humanismo cristiano que ponga la vida de las personas en centro.