Hace algunos años un sociólogo pasó una mañana delante de una clínica abortista. Veía personas entrar y salir: ¡nadie reflejaba alegría en su rostro! La inmensa mayoría llegaban, hombre y mujer, tristes, muchos emigrantes. Ese hecho le hizo pensar que tras el aborto podía haber, más que un hecho de irresponsabilidad moral, un hecho laboral. Como –más o menos- cuando un padre y una madre venden a un hijo para que sea esclavo; y con ello pueden comprar medicinas para otro hijo a las puertas de la muerte inmediata. Como un hecho laboral hay detrás de más de un suicidio o de más de un accidente de trafico.
Son legión las mujeres que me han dicho que han sido despedidas cuando el jefe se enteraba de que estaba embarazada. Legión. Sus convicciones morales eran fuertes y tenían, además, el apoyo de sus familias, de algún tipo de subsidio o economía sumergida.
Así las cosas, desde el Foro de la familia se afirma que más del 80% de los abortos tienen causas laborales. Y es verdad: echar la culpa a la mujer que aborta es un acto de hipocresía. Nadie puede eludir las condicionantes económicas de la vida. Nadie. Acabar con el aborto exige cambiar radicalmente el sistema económico.
Son mujeres -las empobrecidas- que aman la vida, que normalmente tienen más hijos; que cuando son emigrantes se les impide que sus hijos vayan con ellas por una ley de extranjería que les obliga a certificar un salario al que nunca llegan. Es negocio matar a sus hijos y romper su familia. La solución no está en dar condones, ni educación sexual a los pobres, sino en transformar desde la raíz todo un sistema económico basado en la explotación y robo del trabajo de los pobres.
Ahora entiendo que nadie pida cárcel para quien aborta. Todos intuimos que no es un acto de perversión moral. Y claro que es asesinato pero todos intuimos que la mujer es víctima. Víctima de un ambiente de manipulación. Y víctima, en más del 80% de los casos, del sistema económico. Es cierto: sigue habiendo clases sociales.