La creación es un acto libre y gratuito de Dios. Eso no significa que sea sin motivo. Todo tiene una razón. ¿Cuál es el motivo de la creación? El Dios de Aristóteles es un Motor inmóvil que nada necesita; es un acto puro que se basta a sí mismo. Es el primer principio del mundo, pero no necesita establecer relación alguna con lo creado. El Dios de Aristóteles sólo se quiere a sí mismo. El Dios de la Biblia es un ser personal, que quiere establecer relaciones de Alianza con el ser humano. Hay una historia que cuentan los rabinos judíos para explicar el motivo de la creación: Dios existe desde siempre; “desde siempre” es un tiempo muy largo. No es extraño que comenzase a aburrirse. No quería estar solo. Un día se dijo: “hagamos al ser humano a nuestra imagen” y así tendremos alguien con el que hablar. Como Dios ocupaba todo el espacio, se concentró, y en el espacio que dejó vacío, colocó al hombre.
Esta historia, este midrash judío, ha inspirado a un autor francés no muy conocido, Joseph Duponchelle, otra historia con impronta cristiana: Dios existía desde siempre, pero el tiempo no pasaba para él. No se aburría porque “en Dios” hay una fiesta permanente. Los que están “en Dios” y, por tanto, son Dios, tenían entre ellos, desde siempre, una agradable conversación. Llegó un día en que se dijeron: entre nosotros estamos muy bien, pero podríamos compartir nuestra felicidad con otros, para que también pudieran dialogar entre ellos. Hagamos un “entre ellos” que se parezca a nosotros, para que también puedan hablar unos con otros, hagamos al ser humano a nuestra imagen; y lo hicieron varón y mujer. Y para que la semejanza con los que están “en Dios” fuera completa, dijeron al varón y a la mujer: creced y multiplicaos, no os quedéis encerrados entre dos, sed plurales, varios. Y el hombre y la mujer tuvieron hijos, hubo un tercero en el amor.
Estas dos historias son dos explicaciones del motivo de la creación. Según la primera historia se diría que a Dios le falta algo. Según la segunda, Dios lo tiene todo; si crea no es porque necesite algo, sino porque desborda de alegría, de bondad y de placer. Querer “al otro” como mi complemento no es quererlo por y para mí, sino por él. Dios nos quiere por nosotros mismos, no por y para algo. El ser humano es la única criatura amada por sí misma, sin referencia a nada más. Hay ahí un camino para nuestros amores. ¿Queremos al otro de verdad por sí mismo? En Dios el amor es puro, entre los hombres el amor necesita purificarse cada día. El abrir el amor “entre dos” a un tercero evita que el otro sea solo un reflejo de mi mismo, evita que al amar al otro me ame a mi mismo, que ame al otro por amor a mi mismo.