No podré asistir, bien que lo siento. Pero sí diré algo:
-Origen trabajador. recuerdo perfectamente a su padre. Sin complejos: toda su vida ha trabajado como un burro. Lo conocí como educador del Seminario cuando llegué con 11 años... Ha estado en mi retina cada día, todos los días.
-Como todo trabajador verdadero, tremendamente alegre en el esfuerzo...
-Muy serio, como todo trabajador, respecto de las cosas bien hechas...
-Nada-nada de divertimentos progresistas. Cura-cura respetando la Iglesia y la liturgia sin rigidez alguna pero con todo amor y verdad. Con estas cosas no le visto bromear. Se enfadó cuando le modernizamos el templo en Puente Ladrillo y lo volvió todo a su sitio; también le he visto hacer la eucaristía con cognac y sin problema, no había otra cosa y habíamos ido caminando a Babilafuente. Frío a raudales; y alegría.
-En cuanto a alegría y frío hizo equipo perfecto con Domingo (el rector) en aquel Seminario. No teníamos dinero y sabían hacer el payaso los dos. Era tal el ambiente de alegría y libertad que lograron que no nos quejáramos de aquellas miserias. Les dio por incluir en el Seminario un albergue de transeúntes con quienes compartíamos comedor ¡tal cual! Estos traían mierda, navajas y hasta revistas porno... No nos hicieron ningún daño porque aquellos educadores tenían lo más importante que ha de tener un educador: limpieza de corazón. ¡Que "obsesión" porque tuviéramos experiencias vitales!
-Alguien -queriendo criticarlo- hizo la mejor definición: "Es que Antonio siempre está en el filo de la navaja". Eso es. Ahí le llevó Jesús y se dejó. Sufriendo tremendamente con el sufrimiento. Al filo de la navaja.
-Tremendamente comprensivo con todos los sufrimientos, era -a la vez- tremendamente exigente. Llegado el momento hacia una reflexión absolutamente radical (una de las veces que la escribió me la quedé): El Stop de fe. Básicamente es una radical llamada a la conversión.
-Como buen educador fue un gran promotor de responsabilidad. A los tres que nos ofrecimos, nos dejó hacer lo que quisimos con la revista del Seminario. Decía que ya éramos mayores para esas cosas; teníamos 33 años... entre los tres.
-Hasta tal punto Antonio da primacía a la Vida y al futuro que estoy seguro no recuerda nada de esto. Mejor. Ha tenido siempre tal Vida de esperanza que siempre ha dejado que le enviaran a aquellos que por alguna razón éramos considerados peligrosos (especialmente por los fariseos de cada época) y él se lo tomaba como una aventura.
-Cuando unos cuantos decimos que Antonio es Amigo no decimos que le creamos capaz de dar la vida por nosotros, decimos que ya la ha ido dando.
Por mi parte no me molesto en darle las gracias. No le haría Gracia. Él nos ha querido por Jesús y supongo que nos dirá -junto a una solemne carcajada- solo una cosa,: "Ve y haz tu lo mismo, cabrito".