José Moreno Losada, sacerdote/Religión Digital 13 dic 12
Los desahucios en España han
llegado a provocar muertes, se han dado en contextos de situaciones que
tenían todos los componentes de lo que caracteriza a lo infernal: sufrimiento
radical que permanece en el tiempo ante el que no se pueda hacer nada, y que no
espera solución alguna porque se presenta irreversible; situación radical de no
vida y de muerte permanente que impide la esperanza. Estas circunstancias de
desahucios tienen, en muchos casos, todos estos componentes, junto a muchas
otras realidades de sufrimiento: hambre, paro, droga, maltratos... Sin duda, se
presentan como situaciones infernales en el mundo. Y son éstas las que reclaman
y presentan una cuestión radical: ¿hay justicia y sentido en la vida?
Si lo hay, tiene que ser total y
para todos. Ni que decir tiene que el sentido lo habrá si hay vida recuperada y
realizada; pero, también, el sentido requiere que no quede impune el que
crea situaciones infernales que hacen vivir en el infierno a los otros -en
muchas ocasiones, a los más débiles, sencillos y pobres de la sociedad-.
En ese sentido, las parábolas
evangélicas cobran en la actualidad un valor iluminador tremendo, sobre todo
dos de ellas: la del rico Epulón y Lázaro, que hace que el rico tenga
que encontrarse con el muro que él mismo levantó ante el pobre con su
indiferencia y opulencia indolente, y la otra la de aquel hacendado (Bancos)
que, ante la ruina, pide al Todopoderoso que le perdone su deuda (inyecciones
de tesoro sin interés) pero, al salir a la calle, se encuentra con pobres que le
deben poquitas cantidades (hipotecados) y que le piden paciencia para pagarle,
pero los entrega a la justicia para que los vendan a ellos, a sus posesiones y
paguen más de lo que deben -con intereses injustos e inhumanos-.
Claramente, estas parábolas tan
vivas demandan justicia y lanzan a los opresores a enfrentarse con la
objetividad de su culpa y con la posibilidad real de su condena, de que ellos
mismos estén construyendo su propio infierno al crearlo para los demás. En
realidad, esa es una de las razones en teología para hablar del infierno, no
pueden quedar impunes los que fabrican infiernos, es decir, las situaciones
humanas infernales , objetivamente, reclaman la responsabilidad y la culpa de
los que las crean y exigen que se les encare con ellas, para que teman lo que
puede ser propio futuro y cambien de actitud.