Estamos asistiendo estos días a un amplio despliegue en los medios acerca de los temibles piratas somalíes: “la desbocada piratería en el Cuerno de África es una amenaza a la seguridad internacional... las aguas más peligrosas del mundo... ”; veamos unos momentos...
Somalia es un país en guerra desde hace años. Una guerra entre los gigantes norteamericano, europeo y chino por quedarse con el control del importante y estratégico cruce de comunicaciones que es el Cuerno de África, y sus riquezas (petróleo, gas, uranio, hierro, bauxita, estaño). Los niños soldados somalíes y etíopes militan en las filas de todas las facciones en juego. Los demás juegan a matarse: “yo soy un combatiente islámico, tú un militar del gobierno y tú un soldado etíope”. Y de todo esto silencio.
Y es que esto no son cosas de piratas... Las costas somalíes llevan años siendo esquilmadas por pesqueros europeos, empobreciéndolos y condenándolos al hambre. Pero tampoco nos dicen nada de esto. Estos muchachos somalíes, cuya esperanza de vida es la mitad que aquí, hartos de no comer, hartos de morir y ver morir a los suyos han visto en la vida pirata una salida a su hambre. Pero no nos confundamos, “Lo que nos forzó a ser piratas fue que las flotas extranjeras nos robaron la pesca. Ahora nos lo cobramos con los rescates. El hambre nos hizo piratas. Y sabemos perder y ganar”. Jugarse la vida, eso es lo que hacen todos los días, sean piratas o no. No tienen nada que perder...
Una red compleja de abogados y funcionarios cómplices, fundamentalmente ingleses, la que gestiona los rescates, y la que se queda con la mayor parte del botín, son los viejos piratas ingleses... La elección del Reino Unido no es casual: entre los piratas hay mercenarios británicos.