Antonio Paneque
El pasado domingo por la mañana temprano me disponía a barrer la entrada de la iglesia, que suele quedar bastante sucia después de la diversión de los jóvenes por la tarde-noche. Me acerqué y para mi sorpresa vi que había cuatro jóvenes sentados, algo impropio a las ocho de la mañana. De los cuatro tres eran mujeres. Entonces una de ellas vino hacia mí con actitud resuelta y me dijo que no iba a consentir que yo barriera el suelo. Prácticamente me obligó a cederle la escoba, el recogedor y la bolsa de basura, y barrió la parte donde estaban ellos sentados, aclarando no obstante, que ellos acababan de llegar de pasar la noche de fiesta, y que los desperdicios no eran de ellos. Me pareció muy hermoso su gesto, y después yo terminé de limpiar el resto, recogí y me acerqué a saludarles antes de marchar.
En ese momento se estableció entre todos una conversación muy interesante. La muchacha que se ofreció a barrer decía que se sentía una pecadora por sus tendencias sexuales, y que Dios no la podría perdonar. Yo la escuché con estupor y le dije que Dios no tiene tiempo ni interés en fiscalizar nuestras tendencias sexuales, ni se dedica a vigilar ni a condenar a nadie. Conversamos que quizá lo que desea de nosotros es que seamos solidarios, amemos con un amor generoso a todos, sobre todo a los más débiles. Me pareció un diálogo distendido, libre, sin prejuicios y que se le abría por delante un horizonte del todo nuevo y apasionante.
Mientras tanto, otra de las mujeres presentes dijo que tiene un par de hijos sin bautizar y que le gustaría que recibieran el sacramento. Yo la animé a a hacerlo y confesó que no se había decidido aún porque ella misma no está bautizada. “Será momento de pensarlo” le dije. Se quedó pensativa.
Entre tanto, el muchacho del grupo mantenía atento, silencio.
La otra mujer comentó una experiencia dolorosa que al parecer tuvo con motivo de la primera comunión de su hija pues sintió cierto rechazo.
¿No será importante mostrarse más abiertos y receptivos con estas personas que viven alejadas de la iglesia? Reflexioné tras esta vivencia inesperada surgida alrededor de y gracias a una escoba.