viernes, julio 26, 2024

Imágenes femeninas de Dios


Un día, en clase de teología y casi de pasada, aludí a las imágenes femeninas de Dios que encontramos en la
 Escritura. E improvisé un ejemplo: el texto de Isaías (49,14-15) en el que se compara a Dios con una mujer que no olvida al hijo de sus entrañas. De pronto, un alumno preguntó provocativamente: ¿hay algún texto más?, dando a entender que no había muchos más. Sí que hay. En Is 66,13 se dice que Yahvé consuela como una madre; en el Salmo 131 se compara a Dios con el regazo de una madre; y en otros textos el amor de Dios es comparado al amor de una madre que lleva a su pueblo en su propio seno, dándolo a luz en el dolor, nutriéndolo y consolándolo (Is 42,14; 46,3-4).

Pero además de estos textos del Antiguo Testamento, que ofrecen imágenes femeninas explícitas, me parece más importante notar que en el Nuevo Testamento, en las parábolas de Jesús, se hace presente una imagen femenina de Dios tan sugerente y abundante como la masculina. Conviene notar el comienzo de las parábolas: “el Reino de los cielos se parece a”. Reino de los cielos es un circunloquio para designar a Dios. Por tanto, lo que dicen las parábolas es que “Dios mismo se parece a”. ¿Y a qué se parece? A un banquete nupcial, a unas vírgenes prudentes, a la levadura que toma una mujer, a una mujer que se alegra al encontrar la dracma perdida, a una viuda inoportuna, o a la viuda que, en vez de dar lo que le sobra, da todo lo que tiene para vivir. Si nos fijamos bien, al lado de las parábolas con protagonistas masculinos, están las que tienen protagonistas femeninas; y al lado de los milagros en los que los beneficiarios son varones, están los milagros en las que las beneficiarias son mujeres. Y junto a la lista de los discípulos, está también la lista de las discípulas que seguían a Jesús.

Cierto, cualquier imagen que ofrezcamos de Dios es siempre inadecuada. Por eso, las imágenes masculinas de Dios son tan buenas o tan malas como las femeninas. Dios es transexual, está más allá de la distinción de sexos. Pero debemos recuperar las imágenes femeninas de cara a hacer hoy un discurso catequético que sea creíble. Y sea además justo con la antropología bíblica de un Dios que creó al ser humano, varón y mujer, a su imagen: ambos son imagen de Dios, por tanto, en ambos se refleja lo que Dios es. Una imagen masculina de Dios es parcial. Y una imagen parcial resulta ser la imagen de un falso Dios.

Martín Gelabert