Eugenio A. Rodríguez
A Samuel
en su cumple
Vida buena y buena vida son dos formas de vida absolutamente contrarias. Enemigas a muerte. Se odian.
Las mismas palabras en este caso al cambiar el orden invierten su significado. La buena vida (que me sirvan) se puso en marcha para aniquilar la vida buena (servir).
Lo explica bien la alegoría de las cucharas largas. Es una parábola que muestra la diferencia entre el cielo y el infierno mediante personas obligadas a comer con cucharas largas. Está atribuido entre otros, al rabino Haim de Rumsiskés. En ambos lugares se le proporciona comida a los habitantes, pero los utensilios son demasiados largos para servirse a uno mismo con ellos. En el infierno, las personas no son capaces de cooperar, y por tanto pasan hambre. En el cielo, los comensales se alimentan los unos a los otros desde lados opuestos de la mesa, y su hambre es saciada.
Lo.dice bien el muy recomendable filósofo millennial, no precisamente beato, Ernesto Castro: "El paraíso no ese una fiesta, ni un masaje, ni una orgía. Más bien es un hospital. Un sitio donde todos cuidamos de todos".
He visto gente buena corrompida por la buena vida y como se perdía aspectos importantes de la vida buena. Mediante cosméticos, mediante mascotas, mediante vacaciones, mediante maquinitas, mediante goumetadas, mediante arte y miles formas de vanguardia. Mediante gustos, esa enorme puerta abierta a la ambigüedad. Por el estómago, por los genitales, por el cerebro, por la epidermis, por donde sea.
Se sabe desde tiempo de los griegos. Hércules se encontró en una encrucijada de dos caminos, el del esfuerzo y el de la comodidad. Escogió el del esfuerzo y así se hizo fuerte. Años después también Jesús de Nazaret animó a entrar por la puerta estrecha.
Ser humano es sobre todo crecer, brotar, florecer, fructificar. Y muchas más cosas, también es plantarse, decidirse, dar la cara, podarse, esculpirse... Lo dice bien Tolstoi:
En la vida es esencial decidirse entre vida buena y buena vida.
No es difícil, más bien es fácil. Es cuestión de no dejarse embarrar la mirada. El capitalismo gasta mucha pasta en manchar la mirada. En los medios grandes y en los chicos. Las élites se entregan a la buena vida, el pueblo se consagra a la vida buena. Pero si escuchamos a la vida, si damos su espacio a la pobreza, vemos claro que todo está conectado y que para el pueblo lo normal es servir. Lo normal es lo gratuito. Lo normal es amar, lo normal es trabajar y trabajar bien. No es complicado, es sencillo, es muy bello.
Ser humano es muchas cosas. Una de ellas es elegir entre buena vida y vida buena. Trágico, cómico, dramático. Un sufrimiento. Un placer.