Eugenio A. Rodríguez
Esas flores son un sacramento. Menor quizá, pero sacramento. Estuvieron en las primeras comuniones de este finde siendo recicladas del anterior. No es lo habitual. En general queremos flores frescas, es natural. Pero me animaron mucho porque necesitamos ver cosas buenas.
Estas flores las llamo “Flores Laudato si” porque siguen -sin saberlo los padres- los criterios de la encíclica del papa Francisco “Laudato sí”. En esta encíclica el Papa invita a unir la cuestión social con la cuestión ecológica. Invita a que seamos solidarios y ecológicos. ¿No es solidario y ecológico aprovechar las flores de la semana pasada para las Comuniones de este domingo?
Hubo familias algo reconciliadas por un día, familias con hermosas cicatrices que daba ganas besar, familias con heridas abiertas que -por pudor- no era fácil acariciar pero sí reconocer que por esa herida quiere entrar Jesús… Familias variopintas que acrecentaban su solidaridad, más trato con Jesús, alguna oración furtiva. Hubo emocionados niños con ojos como platos y que escuchaban absortos a sus hermanos mayores, o a sus primos, o a sus padres… Estaban también los que no podían estar porque los lazos del amor son también más fuertes que la distancia o la muerte. La fe por ser social no es menos verdadera sino más. Eso no la hace perfecta sino real. Así es como creemos y es así como Dios nos quiere. Así le sentimos cercano, humano, fraterno.
Este mes es chulo. Se mezclan las primeras comuniones con las segundas y las terceras. Y las de los que no podemos llevar ya el número. ¿Cuáles son más autenticas? No se sabe, ni falta que hace. Depende sobre todo de la vida, de lo que nos pasó, de lo que hicimos con ello. De lo que deseamos, de los que soñamos, de lo que renunciamos, de lo que abrazamos y de tantas cosas más.
Los chiquillos nerviosos ¡gracias a Dios! Yo también… ¡a Dios gracias! Las madres ni te cuento. Los niños no se lo sabían todo. Ni los padres. Ni yo. Ni falta que nos hace. Sigue siendo necesario mejorar. Escuchar más y mejor la Palabra. Escuchar más y mejor la vida. Tendremos que abandonar la rutina de ir por ir y la también rutina de no ir por no ir; las dos rutinas son, bien miradas, la misma. La rutina -sabemos bien- mata el amor. Total que nos hicimos más amigos, más hermanos. Y seguimos.