El gobierno de Canarias ha prohibido los actos con más de 10 personas. Así, sin distinguir las farras nocturnas de los actos solidarios. Las farras son las que han desbocado el virus mientras los actos sociales realizados con todas las medidas y precauciones no han generado ningún problema y aportan serenidad, paz y esperanza. Aunque el poder no lo crea el ser humano es más que un amasijo biológico. De hecho, sacan los votos precisamente de ahí: de los ideales de quienes les votan.
Por la noche me di una vuelta por Triana-Vegueta y supongo que más de lo mismo podría encontrar por Puerto-Canteras. Y vi terrazas con hasta 40 personas. Con alcohol, comida, carcajadas, gritos y sin mascarilla. ¿Esto es menos peligroso que 10 personas moviéndose ordenadamente en la catedral y con intercambios sonoros contenidos? ¿Esto es menos peligroso que una reunión para dialogar de los problemas de todos?
Lo que pasa es que aquí -además de una pandemia- hay un lobby y un dios Baco. El lobby de la fiesta manda. Y el dios del fiestorro también. Y no nos vengan con el cuento de que los currantes del turismo comen gracias a los del fiestorro. No creemos que Canarias viva del turismo. Los lobbys canarios del turismo requeteviven y los currantes del turismo sobreviven; requetevivir y sobrevivir no es lo mismo, no los metan en el mismo saco. Ahí están las cifras de paro en los mejores momentos del turismo, las horas extra y las enfermedades laborales.
Cómplices del poder económico tenemos a un Gobierno autonómico que dice ser de izquierda y es más bien un esbirro del capital y del consumismo. Hubo una izquierda moral con campañas antialcohol, con Casas del pueblo, con Bibliotecas. Sí, la hubo, sí y sobrevive todavía entre sus bases y votantes. Hubo una izquierda que el acto europeo por la paz más importante contra la Primera Guerra Mundial lo celebró en una catedral. Hubo un Besteiro, socialista, que prohibió retiraran el Crucifijo de su despacho de Presidente del Congreso. Hoy, desde sus miserias morales, esta falsa izquierda golpea a las pobres gentes que quieren ir a Misa. Y lo hacen porque ya no son de izquierdas o simplemente por estupidez.
Sin embargo me alegro. Sí, me alegro. Me alegro porque si nos hacen esto, si nos prohíben Misas de más de 10 personas, mientras permiten que sigan las terrazas, es porque la Iglesia no somos un lobby. Cuando los pobres vienen a Caritas frecuentemente no saben que la mayor parte de las parroquias tenemos más bien poco. Si el poder nos ningunea, si el poder nos toca las narices quizá es porque ya seamos pobres aunque no nos hayamos casi enterado. Me alegra, me alegra mucho más esto que cuando nos dan premios; ya dijo alguien que la adulación es la antesala de la deslealtad.
Eugenio A. Rodríguez