Estamos recibiendo cientos de mensajes con ideas y propuestas para “pasar” lo mejor el tiempo. Yo llevo
ya 6 días siguiendo los consejos recibidos: tener un horario, hacer ejercicio en casa, distribuir tareas, hablar con familiares y amigos… Pero al séptimo día esta mujer que escribe SE CANSÓ. Se cansó de mirar para dentro, a la propia casa y la propia vida.
SERVIR ES ALEGRÍA.
Para crecer como personas y como sociedad, encontrar un sentido, y salir de esta crisis fortalecidos,
necesitamos escuchar el dolor de la familia de refugiados que llegó hace un mes, y vive encerrada en una habitación, sin comida ni dinero, con unos servicios sociales menguados que no dan respuesta. Necesitamos mirar a la trabajadora que en estos días ha visto
reducido su sueldo a la mitad, en una subcontrata de empresa pública. Necesitamos tocar el dolor del hombre que se quedó en paro la semana antes del confinamiento, y no sabe cuándo podrá volver a encontrar trabajo. O el de aquel otro que va a trabajar con
fiebre, con miedo de contagiar a sus compañeros, pero más miedo aún de no poder pagar el alquiler. Sintamos la angustia de la madre soltera, que si se queda en casa no paga el préstamo personal que pidió con unos intereses salvajes...
Y pongamos cabeza, corazón y manos en construir una SOCIEDAD MÁS FUERTE. Pues además de batas y mascarillas,
vamos a necesitar una sociedad entera que exija a la clase política que responda a las necesidades de los últimos.
Cuando los de arriba repiten las palabras de JUNTOS, UNIDOS y ENTRE TODOS, los de abajo saben que les
va a tocar a ellos apretarse el cinturón. No dejemos que los eslóganes, escondan una vez más la verdad de que la factura de las crisis, de ésta y de las anteriores, las pagan los de siempre, los últimos, los pequeños, los más pobres.