El oficio de camarero implica la mejor disposición y está lleno de revelaciones. Son arduas las horas para atender a los comensales, que se definen por cómo comen, dejan los platos y la mesa. O por la forma en que se comunican con quien los atiende, un rasgo esencial para ver si consideran al camarero persona, sirviente, esclavo o animal. Los comensales casi nunca notan cómo comen o dejan la mesa y las sillas, se limitan a disfrutar de un buen plato sin considerar que detrás hay personas que se esfuerzan para hacer gustosa su comida y estadía. Otro capítulo sería el modelaje a los hijos en la mesa y, más en nuestra era digital, el sentarse toda la familia a ver el móvil y tomar la foto del plato que se degusta… Uno se pregunta: ¿en casa dejan también la mesa sucia, llena de comida, migas, papeles, derrames de aceite, helado, vino o refrescos? Los invito a pensar cómo se comportaron la última vez que comieron fuera y cómo dejaron la mesa y trataron al camarero.
Lyonell Quiroz Rodríguez (A Coruña)
SERVIR (LORENZO SILVA)
Aunque mucha gente no lo entienda, el servicio al otro es muchas veces el mejor servicio a uno mismo. Aunque mucha gente no sepa darle el valor que tiene, el servicio que otro nos presta, remunerado o no, perfecto o mejorable, es un regalo de la existencia que conviene valorar; así sea solo por las muchas personas que no lo reciben de nadie o lo reciben en peores condiciones que nosotros. Se sabe ante quién se está cuando se lo ve reaccionar ante el servicio del que resulta beneficiario. Se sabe de quién hay que cuidarse cuando se lo descubre incapaz de servir en lo más mínimo al prójimo. Una persona habituada a servir nos traslada su experiencia en la carta de esta semana. Puede ser su mirada un espejo incómodo… o no; de cada cual depende. No está de más mirarse en él.