Gaumet Florido/C7
La cruz o el Cristo del Árbol Bonito, de un característico color amarillo-ocre, ennoblece junto a un majestuoso laurel de indias la encrucijada de caminos que se forma entre las calles Tres Casas, Altozano, San Francisco, Huerta y La Fuente. Durante años se atribuyó en exclusiva al insigne artista teldense José Arencibia Gil, que en efecto fue quien diseñó este rincón de postal, pero en realidad fueron hasta tres los ingenios creadores que tuvieron que ver con el crucero, aunque solo dos de manera efectiva. Gil lo dibujó, Plácido Fleitas asumió tallarlo, aunque una enfermedad y su muerte se lo impidieron, y finalmente fue el escultor José Luis Marrero quien se estrenó en el tallado de la piedra con esta obra.
Así lo recoge el divulgador Manuel Sancho en una trabajada entrada de su blog crucesgc.blogspot.com, entre cuyas fuentes no solo cita al cronista oficial de Telde, al historiador Antonio González Padrón, sino también al propio artista aruquense, de 71 años, que le aportó además una curiosa foto del cristo recién labrado en la cantera de El Cerrillo, en Arucas. Allí lo labró, pero según el testimonio que le da el propio Marrero, el material que usó fue piedra ocre traída de otra cantera, la del barranco de Teror, ya clausurada, al igual que la de El Cerrillo.
Este bonito calvario data de 1973, de hace 47 años, pero sus orígenes hay que buscarlos, como apunta Sancho, en la tradición del vía crucis que implantaron los franciscanos, que llegaron al barrio en 1610 y que ejercieron tal influencia sobre este caserío que hasta jubilaron su denominación inicial, la de Santa María de la Antigua, para sustituirla por la actual, la de San Francisco. El que fuera párroco de San Juan entre 1934 y 1968 y cronista de la ciudad, Pedro Hernández, recuerda en su publicación Telde, a la que también alude Sancho, que los franciscanos desplegaron por las empedradas calles de este barrio «cruces de tea pintadas de encarnado» para los «severos y devotos vía crucis que recorrían los penitentes en determinadas noches, sobre todos los viernes». Se flagelaban tanto que luego debían acudir a casa del hermano médico del convento para ser curados.
Así las cosas, y según informó González Padrón, el actual cronista de Telde, al autor de este post, el lugar que hoy acoge este calvario es probable que coincida con la segunda estación de aquel vía crucis y que durante años estuviera representada con una «cruz desnuda de palo» sobre tres escalones que desapareció tras proclamarse la II República, señala Sancho a partir de los datos que le facilitó el cronista. Puede ser que fuera esta histórica vinculación de la cruz con esta encrucijada de caminos la que inspiró a Arencibia Gil para ubicar justo aquí esta curiosa representación. Fue de lo poco que se ejecutó de su propuesta de restauración para el barrio que registró en el Ayuntamiento de Telde en 1963 y de cuyo diseño, recogido en una lámina, da cuenta el historiador Germán Jiménez en su tesis doctoral Biografía y obra creativa del pintor José Arencibia Gil, leída en 2017 en la Universidad Carlos III de Madrid.
Como se explica en el blog, Arencibia presentó su diseño en 1963, pero no llegó a verlo materializado. Murió antes, en 1968. Se lo había encargado a otro teldense, Plácido Fleitas, quien tampoco pudo labrarlo. No lo llegó a iniciar. Falleció en 1972. Eso sí, ya estaba previsto que ejecutara la obra con piedra amarilla de Teror en la cantera de El Cerrillo, de Manolo Enrique, quien, a la postre, reseña Sancho, fue quien decidió proponer para esta tarea a un entonces muy joven José Luis Marrero, que aunque respetó el modelo de Gil, le imprimió su propio sello. Licenciado en Bellas Artes en Barcelona, aprendió el oficio de la piedra con los labrantes de La Goleta, en la cantera de El Cerrillo. Fueron ellos los que labraron el resto del templete.
El árbol que da sombra a este cristo tiene unos años más. Según le contó González Padrón a Manuel Sancho, fue plantado en 1939 y a instancias de una vecina, Magdalena Suárez, que vivía enfrente del lugar. Unos niños andaban jugando a la guerra con expresiones tales como Agarra al rojo para fusilarlo. Ella les reprende y les insta a plantar un árbol que debían regar cada tres días. Mientras creciera, no habría guerras. Y ahí sigue. En tiempo de paz.