1. A la hora de dormir: “ Lo primero que tenemos que hacer es trabajar el hábito previo, es decir, que haya una rutina a la hora de bañarse, del pijama, de la cena, y después de un ratito relajado nos vamos a la cama. Si lo hacemos así y lo convertimos en hábito nos quitamos muchos problemas. Si el tema es si duerme en la cama de los padres necesitaríamos un decálogo aparte. Y en este sentido hay que enseñarle desde pequeño a que duerma en su cuna, que se acostumbre a hacerlo con los ruidos que hay durante el día, con tranquilidad pero con luz del día a la hora de la siesta y con la oscuridad durante la noche. Así va cubriendo etapas y hace de forma natural todo el proceso para dormir bien. Pero ojo, si entre medias lo cogemos en brazos, o le damos el pelo (un mechón) para que se entretenga (muchas madres lo hacen) le enseñamos que para dormir tiene que tener esas cosas y por lo tanto todo se complica”.
2. A la hora de comer: “Sobre todo hay que decir que no pasa nada porque un niño se vaya una noche a la cama sin cenar, siempre y cuando normalmente coma de todo y bien. Comer bien no es comer mucho. La cantidad la ponen ellos. Volvemos a un hábito: al ritual maravilloso de poner la mesa, sentarnos juntos, charlar un poquito... Y que la conversación no sea 'come, come, come'. Sobre todo el niño nos tiene que ver a nosotros comer de todo, porque no sirve de nada que le digamos que coma fruta si nosotros no lo hacemos. Si instauramos el hábito desde pequeños podremos salir con tranquilidad a comer con la familia a un restaurante en cuanto el niño tenga edad”.
3. A la hora de jugar: “Esa hora es un momento fantástico porque es en el que el niño decide a qué se juega y él pone las normas y los límites. Esto tiene que ser así y es maravilloso. Tiene que ser su momento. Es muy curioso observarlos y ver cómo juegan a qué quieren ser de mayor, o como le regañan a los muñecos como hacen con él papá y mamá. Entonces podrás ver cómo regañas tú en función de cómo lo hace él con los muñecos”.
4. A la hora de estudiar (disciplina): “Tengo que recurrir a los dos de antes: si el niño ha aprendido el hábito de dormir y el de comer será mucho más fácil que adquiera el de estudiar, porque ya tiene el esquema. Necesita un sitio, una hora y un momento para hacerlo, y todos los días tiene que ser así. Lo ideal es que el niño pueda desarrollar la tarea y que luego tenga un tiempo para preguntar dudas a papá, a mamá o a quien esté. Con respecto a los deberes en los que han de colaborar los padres y que mandan desde el cole, mi criterio es que no está mal que alguna vez vayan al colegio con los deberes equivocados y que sea allí donde los corrijan. Eso me atrae más que el hecho de tener que llevar los deberes perfectos siempre porque eso crea ansiedad”.
5. A la hora de hacer las tareas del hogar y de recoger: “Hay dos posibilidades: la primera es que lo que yo saco lo guardo y la otra son tareas que el niño tiene en casa asignadas, dependiendo de la edad. Estas son muy importantes porque fomentan la colaboración y el trabajo en equipo y le van dando una idea de normas y límites, ya que por ejemplo si no recoges los juguetes te los voy a retirar y no te los vas a encontrar mañana en el mismo sitio”.
6. Los premios y los castigos: “En este asunto siempre prefiero reforzar las conductas positivas e ignorar las que no son correctas (ignorar las conductas, no al niño). Reforzar quiere decir premiar: por ejemplo decir “seguro que vas a ser capaz de llevar la ropa al cesto” en lugar de decir “¡otra vez lo vas a dejar desordenado todo!” y cuando lo haga darle un beso, o una alabanza, para que él sepa que eso hay que volver a repetirlo. Lo de ignorar es como decir “esto no lo repitas porque no vale y no voy a hacerle caso”.
7. Las peleas con los hermanos: “La clave está en no convertirte en juez y parte. Las peleas entre hermanos son normales e incluso necesarias, de hecho se pelearán toda la vida. Sin embargo hay una edad, en la que son pequeños, que desespera a los padres porque está la agresión. Los niños se pegan, pero es porque el niño no sabe cómo gestionar el enfado; en ese momento en el que están cansados o tienen hambre lo que hacen es irse a por el hermano y quitarle el juguete. ¿Qué les pasa a los padres? Pues que toman partido y dicen “aunque no te esté viendo ya sé que tú...”. En cambio, lo recomendable es que si no has visto qué ha pasado que las consecuencias sean para los dos, es decir, que decidan entre los dos qué uso le van a dar al juguete y mientras yo lo retiro. Así ellos empiezan a solucionar los conflictos sin la necesidad de que el adulto se los resuelva”.
8. El papel de los abuelos: “El papel de los abuelos tiene que ser de caprichos y de cómplices. Tiene que ser una relación muy diferentes a la que el niño tiene con los padres porque ellos, los abuelos, son transmisores del valor del esfuerzo. El problema surge en el caso de los abuelos canguros, y en ese caso los padres deben rebajar la responsabilidad porque no lo va a hacer como tú. El abuelo le va a dar chocolate aunque a ti no te guste y le va a cambiar el plato de comida aunque tú le hayas dicho lo contrario. Y eso debe ser así. ¿Por qué perder esa relación de complicidad?”
9. Uso de las nuevas tecnologías: “Las nuevas tecnologías están ahí, son fanstásticas y se aprende mucho con ellas. Tenemos que controlar en qué situación juego y durante cuánto tiempo, y por supuesto el contenido. Las nuevas tecnologías tienen que formar parte del abanico del ocio, es decir, de hacer deporte, de estar con los amigos, salir al parque... y además las nuevas tecnologías como complemento. Las nuevas tecnologías, bien utilizadas, estimulan para bien al niño”.
10. La línea roja por la que nunca se debe pasar: “Son dos en una: que no se te vayan las cosas de las manos -si ves que las cosas que has probado no funcionan acude a un profesional- y lo más importante: a la hora de educar, es fundamental que los niños se sientan queridos, y eso no sólo pasa por decirles todos los días que los queremos, sino todo aquello que son logros suyos que han hecho a lo largo del día y que, si nos fijamos son muchos”.