Mariola López rscj
Estos días he acabado de leer un libro del prior, Christian de Chergé, titulado “La esperanza invencible ” (Ed. Lumen) son sus escritos esenciales que abordan la oración, el diálogo con el mundo musulmán, la compasión, el martirio…y una manera de entender los votos que pasa por el perdón y la vida ofrecida. Me ayudó descubrir que Christian había pasado durante su juventud dieciocho meses en Argelia como subteniente, administrando un grupo de pueblos. Allí creó lazos de amistad con Mohamed, un guardia campestre de la ciudad. Un día, mientras los dos amigos paseaban y conversaban acerca de la oración, los nacionalistas argelinos quisieron poner fin a la vida del subteniente francés. En ese instante Mohamed se interpuso y salvó la vida de Christian. Dos o tres días más tarde, Mohamed fue encontrado degollado cerca del pozo. Christian quedó marcado por este acontecimiento que le reveló como un musulmán puede vivir el “único mandamiento” dando su vida por amor al otro. Christian escribía: “ En la sangre de este amigo supe que mi llamada a seguir a Cristo debería vivirla, tarde o temprano, en el país mismo donde se me había dado la prueba más grande de amor ”.
Hombre de oración y de reconciliación, cálido y sonriente, atravesado por el don de la esperanza, una esperanza que hunde sus raíces en el Dios de la Misericordia. Escribe a una religiosa amiga en 1977:
“En tanto exista un dolor para compartir en el mundo tú estarás allí, compañera de la noche y de la duda, de la vigilia y de las lágrimas…Tú serás siempre esa mujer sin edad, lista para compadecerlo todo…Y si te preguntamos las razones de la esperanza que te empujan a actuar así, tomarás al niño muerto que desciende de la cruz y lo recibirás en la tumba de tus brazos, para que allí junto a tu pecho, él repose, se despierte y reviva en tus entrañas.”