Jesús Vega Mesa (Párroco de Arinaga)
En estos días, los chiquillos de nueve años andan como locos. Y tal vez, mucho más, sus padres. Y es que lo de la primera comunión puede trastornar a cualquier familia. Según cuentan algunos, celebrar la primera eucaristía hoy día sale por un ojo de la cara…¡Hasta dos mil euros! Ya saben que nadie se priva de los recordatorios, las fotos y vídeo y el traje y la fiestecilla posterior. Algunos padres, todavía están pagando al banco el préstamo que pidieron el año pasado para la comunión del niño.
En estos días, los chiquillos de nueve años andan como locos. Y tal vez, mucho más, sus padres. Y es que lo de la primera comunión puede trastornar a cualquier familia. Según cuentan algunos, celebrar la primera eucaristía hoy día sale por un ojo de la cara…¡Hasta dos mil euros! Ya saben que nadie se priva de los recordatorios, las fotos y vídeo y el traje y la fiestecilla posterior. Algunos padres, todavía están pagando al banco el préstamo que pidieron el año pasado para la comunión del niño.
Y ya ven, se trata de un acto religioso que es totalmente gratuito, que se puede celebrar cualquier día, que no exige ningún boato externo sino la preparación previa en la catequesis. Pero es que, a la hora de la verdad, parece como si se diera el disparo de salida y todo el mundo se volviera loco para gastar y comprar y no quedar en inferioridad ante ningún niño o niña. En la parroquia hay dos o tres trajes de primera comunión, flamantes, con un solo uso, a disposición de quien quiera ahorrarse el dinero de una compra innecesaria. Y, sin embargo, a pesar de la crisis, parece que nadie está dispuesto a ponerse la ropa de otro niño.
Los días de primera comunión suelen ser ocasión para que los catequistas y los párrocos conscientes lloren un poco. Y no porque sea malo vestirse de bonito o irse a comer con los amigos y la familia a un restaurante. Lo malo es que toda la primera comunión se reduzca a eso. Y que se le dé más importancia a la foto que al acto. A veces, por querer grabar una imagen, nos perdemos la alegría de vivirla “en directo” y guardarla en el álbum del corazón.
Y lo peor. No es lógico que, por valorar tanto la “primera” comunión, se le quite toda importancia a la “Segunda”. Y a la tercera y a todas las que sigan…Para bastantes niños y niñas ésta es la Primera y la Última comunión de su vida. Qué pena que no gastemos también energías para animar a que los niños sigan participando en la eucaristía, que es de lo que se trata. Con razón, a la hora de hablar ya no se dice tanto “primera comunión” sino “la comunión”. “Mi niño va a recibir la comunión, dice algún padre todo feliz. Y dice muy bien “la comunión”: la única.
Por eso habrá que seguir trabajando desde las parroquias para que los niños hagan su segunda comunión, liberados ya de de los zapatos que aprietan, libros, regalos, guantes, rosarios, fotos y todo eso que, muchas veces, sólo sirve para despistar de algo tan grande como que Jesús se hace Pan para estar en la vida del niño. A los niños de mi parroquia les invito siempre a hacer la Segunda comunión. Y alguna vez me llevo una bonita sorpresa. Antonio, que hizo su primera comunión el año pasado volvió el domingo siguiente muy feliz a hacer su segunda comunión, a servir de monaguillo y a darme la alegría del día cuando, muy contento, me aseguró:
-Esta segunda comunión me ha gustado más que la primera porque no estoy nervioso. Y voy a seguir comulgando.
Gracias, Antonio, Marina, David, Leticia, Paqui, Kilian. Gracias porque ustedes han comprendido, con nueve añitos que la primera comunión no es un jueguito, no es la excusa para una fiesta sino el comienzo de un encuentro con Jesús. Y que no hay primera si no hay segunda. Gracias.