jueves, mayo 31, 2012

DOS ACTITUDES MUY DIFERENTES EN LOS DOS PILOTOS QUE TIRARON LA BOMBA ATÓMICA


En 1956, el filósofo vienés Günther Anders inicia una correspondencia con el piloto arrepentido, loco, definitivamente extraviado, de Hiroshima. Porque hay otro: sólido, impasible, que disfruta los frutos de un triunfo de la patria, la destrucción como ofrenda extrema entregada a la nación y a sus habitantes. Nos ocuparemos del primero. Del pobre loco. Aunque no dejaremos de mencionar el ejemplo que ha dejado al mundo el otro: el que fue capaz de asumir un genocidio como la más brillante de todas sus medallas, como el más destellante presente que podía un soldado ofrecer, primero, a su Ejército, y segundo en paralelo, a su nación y a sus habitantes. Qué tanto, ¡había que ganar esa guerra!
Günther Anders era un hombre de origen judío, había luchado en la Primera Guerra Mundial, había sido discípulo de Husserl y Heidegger, compañero de estudios de Hannah Arendt y se casa con ella en 1929. Los dos huyen de Alemania. Se divorcian en 1936. Tal vez los uniera más el espanto que el amor (por citar una frase trillada). Luego de la guerra se consagra al estudio de las partes más oscuras del ente antropológico. De su visita a Auschwitz deja el siguiente, estremecedor testimonio: “Si se me pregunta en qué día me avergoncé absolutamente, responderé: en esta tarde de verano cuando en Auschwitz estuve ante los montones de anteojos, de zapatos, de dentaduras postizas, de manojos de cabellos humanos, de maletas sin dueño. Porque allí tendrían que haber estado también mis anteojos, mis dientes, mis zapatos, mi maleta. Y me sentí –ya que no había sido un preso en Auschwitz porque me había salvado por casualidad– sí, me sentí un desertor”. De ahí en más desarrolla en sus textos temas ligados al tecnocapitalismo en la senda que su maestro Heidegger había marcado. Pero sin las marcas nacionalsocialistas que hieren el pensamiento del Rector Friburgo. En 1983, le otorgan el Premio Theodor Adorno, cuya importancia se conoce: no hay otro más alto en Alemania. Quien le entrega el Premio (un hombre que no acuerda con sus ideas, pero así es la democracia), dice: “Honramos aquí al filósofo Günther Anders porque él nos contradice, nos advierte constantemente, nos sacude”. Anders responde: “Soy sólo un conservador ontológico. Que trata de que el mundo se conserve para poder modificarlo”.
Claude Eatherly es uno de los pilotos que han dejado caer una de las bombas sobre Hiroshima. Vio el resplandor diabólico o místico, cuasi divino, bajo sus ojos. Cuando aterrizó, secamente le dijeron: “Mataste 200.000 personas en cinco minutos”. Nadie le había dicho eso... Eatherly no lo puede tolerar. Enloquece. Truman, en lugar de un héroe, recibe a un loco, lleno de cargas intolerables, herido por la culpa, por la autoflagelación. Lo meten en un loquero del Pentágono. Pasa ahí seis años. Queda libre. Pero para andar a la deriva. Llevando su tragedia de un lado a otro. Por fin, en Nueva Orleáns se empacha de barbitúricos buscando morir, pero lo salvan. El otro piloto es el coronel Thibbets. Es el que asume ser un héroe de guerra: “No siento ningún arrepentimiento. Soy un soldado y me dieron una orden. Cuando un soldado recibe una orden, la cumple. Si mueren 200.000 personas yo no tengo la culpa. No lo decidí y lo ignoraba”. Eatherly es culpable de, en lugar de ser un héroe, en lugar de hacerles sentir a los norteamericanos y al Ejército que ganaron esa guerra heroicamente, de angustiarse, sufrir y volverse loco. No puede vivir jamás tranquilo. ¿Cómo perdonarle eso? Entonces, ¿qué nos dice el loco de Eatherly? ¿Que todos debemos hacer eso? ¿Volvernos locos? ¡Qué locura!
Hasta que Günther Anders, el 3 de junio de 1959, le envía a Eatherly su primera carta: “El que escribe estas líneas es para usted un desconocido. Para nosotros, en cambio, para mis amigos y para mí, usted es una persona conocida. Seguimos con el corazón en un puño sus esfuerzos por salir de su desgracia (...) Como cada año, el próximo 6 de agosto la población de Hiroshima conmemora el día en que sucedió ‘aquello’. Usted podría enviar a esas personas un mensaje adecuado para tal conmemoración. Si se dirigiese a esas personas como ser humano diciéndoles: ‘En aquel momento yo no sabía lo que hacía, pero ahora sí lo sé. Y sé que jamás ha de repetirse algo similar’ (...) Lo que sería de justicia, puesto que también usted Eatherly, es una víctima de Hiroshima. Y puede que esto también fuese para usted, si no un consuelo, sí al menos un motivo de alegría. Con la expresión del afecto que siento hacia cada una de esas víctimas, le mando mis saludos”. Se entrecruzaron más de sesenta cartas de inevitable lectura.

martes, mayo 29, 2012

ERRORES DE PADRES EN SU AFÁN PORQUE SUS HIJOS LEAN


«Haced lo que queráis, porque de todas maneras lo haréis mal», decía Sigmund Freud a las madres. Quizá fuera demasiado extremo, pero lo cierto es que con toda la buena voluntad del mundo, a veces los padres se equivocan. Todos querrían ver a sus hijos devorando libros y disfrutando al leer mientras aprenden sobre mil y un asuntos, pero en su empeño por fomentar la lectura, el tiro les sale por la culata. ¿Qué falla?
No «hay que leer». Ya lo decía el escritor francés y profesor de literatura Daniel Pennac en el ensayo «Como una novela» con el que lleva abriendo la mente a muchos padres y educadores desde hace 20 años: el verbo leer, como el amar o el soñar, «no soporta el imperativo». Leer es un derecho, no un deber. Es inútil obligar a leer y además resulta contraproducente porque no se transmite una afición por la fuerza.
No se contagia un «virus» que no se tiene. Si los padres no leen o sus hijos no les ven leer, difícilmente podrán convencerles de que se lo van a pasar bien leyendo. Las personas a las que les gusta leer normalmente han tenido algún familiar que les ha transmitido la pasión por los libros. La falta de tiempo no es excusa porque cuando algo realmente se quiere, se busca el tiempo, insiste Pennac.
La lectura, no siempre en soledad. Leer a un niño «es una práctica fundamental, tal vez la más importante y eficaz sobre todo con los niños que tienen dificultades para leer y les cuesta un gran esfuerzo», señala el maestro, licenciado en Historia y logopeda Pablo Pascual Sorribas. Al escuchar a sus padres, comprenden mejor el mensaje y disfrutan con la historia.
¿...y por qué en silencio? «¡Extraña desaparición la de la lectura en voz alta. ¿Qué habría pensado de esto Dostoievski? ¿Y Flaubert? ¿Ya no tenemos derecho a meternos las palabras en la boca antes de clavárnoslas en la cabeza? ¿Ya no hay oído? ¿Ya no hay música? ¿Ya no hay saliva? ¿Las palabras ya no tienen sabor? ¡Y qué más! ¿Acaso Flaubert no se gritó su Bovary hasta reventarse los tímpanos? ¿Acaso no es el más indicado para saber que la comprensión del texto pasa por el sonido de las palabras de donde sacan todo su sentido?», escribía Pennac.
No al constante «¿qué has leído?». Examinar a los niños de cada capítulo o cada libro convierte un placer en un examen, con la ansiedad que de ello se deriva. Conversar sobre un libro que se ha leído fomenta la lectura, siempre que para el niño no se sienta en un banquillo. Es el «derecho a callarse» de todo lector, porque ¿a quién no le molesta que le pregunten qué ha entendido?
No a los clásicos por obligación. La escritora Ángeles Caso describía en el artículo «Lectores del siglo XXI» como se enamoró de la literatura: «No recuerdo que me padre me negase nunca un libro. Ni por bueno ni por malo, ni por demasiado sencillo ni por demasiado complicado, ni por moral ni por inmoral. En mi casa leíamos con la misma fruición los «Cuentos del conde Lucanor» y las historietas de Tintín, el «Poema del Cid» y las trastadas de Guillermo Brown...». Y añadía: «Si alguna vez le devolví un libro sin terminarlo, lo recogió con la misma sonrisa con que me lo había entregado, sin hacerme sentir culpable o tonta por mi desinterés». Los padres pueden alentar y estimular, pero los lectores tienen derecho a elegir.
No al «hasta que no lo acabes, no hay televisión». La televisión se convierte así en un premio y la lectura en un trabajo, en el peaje necesario hasta la tele, una contradicción. Y puede ser la tele, o la consola...
Miguel de Cervantes decía: «El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho». No pongamos zancadillas.

Los diez derechos del lector

martes, mayo 22, 2012

AMAZING GRACE

"Amazing Grace" (conocido en algunas regiones hispanohablantes como "Sublime gracia") es un himno cristiano escrito por el clérigo y poeta inglés John Newton (1725-1807) y publicado en 1779.
Newton escribió la letra a partir de su experiencia personal. 
-Educado sin ninguna convicción religiosa.
-Blasfemo.
-Rebelde.
-Esclavista.
-Se convirtió meditando el Kempis (que estaba leyendo) mientras arriesgaba su vida en medio de una tormenta.
-Fue rechazado como pastor anglicano por no tener título universitario y finalmente fue aceptado.
-Luchó contra la esclavitud.

El Nuevo Testamento sirvió de base para la letra de "Amazing Grace". El primer verso, por ejemplo, está relacionado con la parábola del hijo pródigo, recogida en el evangelio de Lucas, donde el padre dice: «porque este hijo mío estaba muerto y vive de nuevo, estaba perdido y ha sido encontrado». Por su parte, la historia del ciego curado por Jesús que dice a los fariseos que ahora puede ver procede del evangelio de Juan. Newton utiliza las palabras «Estaba ciego pero ahora veo» y declara «¡oh! qué gran deudor soy a la Gracia» en sus diarios y cartas desde 1752. De acuerdo con Bruce Hindmarsh, el efecto de ambas estrofas en el himno permite un instante de liberación en la exclamación «¡Asombrosa Gracia!», que es inmediatamente seguida por la respuesta «qué dulce el sonido». En la obra An Annotated Anthology of Hymns, se califica a estas exclamaciones iniciales de «crudas pero efectivas» en una composición general que «sugiere una declaración de fe fuerte y simple». La Gracia divina es invocada en tres ocasiones en los versos siguientes, culminando en la historia personal de Newton acerca de su conversión, en la línea indicada de testimonio personal. 
Gracia asombrosa,
cuan dulce el sonido
¡Que salvó
a un desgraciado como yo!
Estuve perdido,
pero ahora me encontré,
Estaba ciego,
pero ahora puedo ver.

Fue la gracia
que le enseñó
a mi corazón a temer,
y la gracia
mis miedos alivió;
Que precioso
fue esa gracia al aparecer,
¡El momento en que creí
por primera vez!

A través
de muchos peligros,
esfuerzos y enredos,
que ya superé;
Esta gracia
me ha traído seguridad,
Y esta gracia
me dirigirá a casa.

Cuando hemos estado
aquí diez mil años
Resplandecientes
como el sol
No nos sobran los días
para cantar alabanzas a Dios
Como cuando
recién habíamos empezado



William Walker, el compositor que por primera vez unió los versos de John Newton a la melodía  "New Britain" para crear la canción que se convertiría en "Amazing Grace".

domingo, mayo 20, 2012

LA PRIMERA Y LA SEGUNDA COMUNIÓN


Jesús Vega Mesa (Párroco de Arinaga)
En estos días, los chiquillos de nueve años andan como locos. Y tal vez, mucho más, sus padres. Y es que lo de la primera comunión puede trastornar a cualquier familia. Según cuentan algunos, celebrar la primera eucaristía hoy día sale por un ojo de la cara…¡Hasta dos mil euros! Ya saben que nadie se priva de los recordatorios, las fotos y vídeo y el traje y la fiestecilla posterior. Algunos padres, todavía están pagando al banco el préstamo que pidieron el año pasado para la comunión del niño.

Y ya ven, se trata de un acto religioso que es totalmente gratuito, que se puede celebrar cualquier día, que no exige ningún boato externo sino la preparación previa en la catequesis. Pero es que, a la hora de la verdad, parece como si se diera el disparo de salida y todo el mundo se volviera loco para gastar y comprar y no quedar en inferioridad ante ningún niño o niña. En la parroquia hay dos o tres trajes de primera comunión, flamantes, con un solo uso, a disposición de quien quiera ahorrarse el dinero de una compra innecesaria. Y, sin embargo, a pesar de la crisis, parece que nadie está dispuesto a ponerse la ropa de otro niño.

Los días de primera comunión suelen ser ocasión para que los catequistas y los párrocos conscientes lloren un poco. Y no porque sea malo vestirse de bonito o irse a comer con los amigos y la familia a un restaurante. Lo malo es que toda la primera comunión se reduzca a eso. Y que se le dé más importancia a la foto que al acto. A veces, por querer grabar una imagen, nos perdemos la alegría de vivirla “en directo” y guardarla en el álbum del corazón.

Y lo peor. No es lógico que, por valorar tanto la “primera” comunión, se le quite toda importancia a la “Segunda”. Y a la tercera y a todas las que sigan…Para bastantes niños y niñas ésta es la Primera y la Última comunión de su vida. Qué pena que no gastemos también energías para animar a que los niños sigan participando en la eucaristía, que es de lo que se trata. Con razón, a la hora de hablar ya no se dice tanto “primera comunión” sino “la comunión”. “Mi niño va a recibir la comunión, dice algún padre todo feliz. Y dice muy bien “la comunión”: la única.

Por eso habrá que seguir trabajando desde las parroquias para que los niños hagan su segunda comunión, liberados ya de de los zapatos que aprietan, libros, regalos, guantes, rosarios, fotos y todo eso que, muchas veces, sólo sirve para despistar de algo tan grande como que Jesús se hace Pan para estar en la vida del niño. A los niños de mi parroquia les invito siempre a hacer la Segunda comunión. Y alguna vez me llevo una bonita sorpresa. Antonio, que hizo su primera comunión el año pasado volvió el domingo siguiente muy feliz a hacer su segunda comunión, a servir de monaguillo y a darme la alegría del día cuando, muy contento, me aseguró:

-Esta segunda comunión me ha gustado más que la primera porque no estoy nervioso. Y voy a seguir comulgando.

Gracias, Antonio, Marina, David, Leticia, Paqui, Kilian. Gracias porque ustedes han comprendido, con nueve añitos que la primera comunión no es un jueguito, no es la excusa para una fiesta sino el comienzo de un encuentro con Jesús. Y que no hay primera si no hay segunda. Gracias.

viernes, mayo 18, 2012

EL NEGOCIO TELEVISIVO DE LAS VIDENTES

Casi una decena de videntes surgen en la franja nocturna de la televisión, asegurando que gracias a sus poderes supraterrenales son capaces de adivinar el futuro y eliminar la energía negativa entre otras cosas. Se acusa a estos programas de ser un timo y una estafa. Así lo cuenta Pablo Albacete en el diario Qué.
Predicen el futuro de una persona mediante el uso de las cartas, con sólo oír la voz, a través del fuego o incluso con fichas de dominó. ¿Quién no ha tenido una noche de insomnio y ha encendido la televisión en busca de contenidos de entretenimiento? Lo que se habrá encontrado es que el esoterismo y la adivinación se han adueñado de la franja nocturna bajo un escenario dantesco y peculiar. En torno a las 2:30 de la madrugada se pueden encontrar hasta ocho cadenas generalistas ‘conquistadas’ por brujos y adivinos dispuestos a ’solucionar’ la vida a quien lo desee mediante llamadas telefónicas.

Un negocio rentable
El coste a veces es todo un misterio. El 806 de Cuatro Astros cuesta 1,18 euros Red fija y 1,53 euros Red Móvil por minuto. Si la persona pretende entrar en directo con el vidente sólo dispondrá de un minuto para recibir la adivinación. Si lo desea, puede contactar con otros adivinos y estar al teléfono hasta 30 minutos. Sin embargo, ¿cuántas llamadas se necesitan para contactar en directo con el televidente deseado? Detrás de todo esto se encuentra un negocio muy rentable.

Más de una hora al teléfono sin respuesta.

lunes, mayo 14, 2012

¿COMERCIO JUSTO?

El GOBIERNO UGANDÉS "cedió" las tierras de 400 FAMILIAS a la multinacional alemana NEUMANN KAFFEE GRUPPE, y LES EXPULSÓ sin compensación alguna. La multinacional vende su café en redes de COMERCIO JUSTO (?).

viernes, mayo 04, 2012

jueves, mayo 03, 2012

¿Debería Cristiano Ronaldo cambiarse el nombre?


Puede que hubiera otras razones más.... pero es ahora cuando parece que los nombres que llevamos significan algo... No estamos de acuerdo en que se quiten crucifijos de ningún sitio. José Luis Martín Descalzo defendió el derecho de las prostitutas a tener su crucifijo y lo hizo de manera dramática, respetuosa, entrañable... cargado de amor de Dios. Pero los nombres que llevamos son una responsabilidad y llegado a este punto el madridista debía cambiarse el nombre en el registro civil que le corresponda