Abrió sus ojos el Niño y en otros ojos se vio. Al verse tan pequeñito, el Niño se sonrió.
Es que su madre, la Virgen lo miraba con amor y en sus brillantes pupilas fue donde el Niño se vio.
Todos los niños del mundo, lo mismo que el Niño Dios, sonríen cuando sus madres los miran llenas de amor.