domingo, noviembre 20, 2016

FRANCISCO DE ASÍS: LA PERFECTA ALEGRÍA


Yendo una vez san Francisco desde Perusa a Santa María de los Angeles con fray León, en tiempo de invierno y con un frío riguroso que les molestaba mucho, llamó a fray León, que iba un poco adelante, y le dijo: «¡Fray León! Aunque los frailes menores diesen en toda la tierra grande ejemplo de santidad y mucha edificación, escribe y advierte claramente que no está en eso la perfecta alegría».

     Y andando un poco más, le llamó san Francisco por segunda vez diciendo: «¡Oh fray León! Aunque el fraile menor dé vista a los ciegos, y sane a los tullidos, y arroje a los demonios, y haga oír a los sordos, andar a los cojos, hablar a los mudos y, lo que es más, resucite al muerto de cuatro días, escribe que no está en eso la perfecta alegría».

     Otro poco más adelante san Francisco levantó la voz y dijo: «¡Oh fray León! Si el fraile menor supiese todas las lenguas y todas las ciencias, y todas las Escrituras, de modo que supiese profetizar y revelar, no sólo las cosas futuras, sino también los secretos de las conciencias y de las almas, escribe que no está en eso la perfecta alegría».

     Caminando algo más, san Francisco llamó otra vez en alta voz: «¡Oh, fray León, ovejuela de Dios! Aunque el fraile menor hable la lengua de los ángeles, y sepa el curso de las estrellas, y las virtudes de las hierbas y le sean descubiertos todos los tesoros de la tierra, y conozca la naturaleza de las aves, y de los peces, y de todos los animales, y de los hombres, y las propiedades de los árboles, piedras, raíces, y de las aguas, escribe que no está en eso la perfecta alegría».

     Y habiendo andado otro trecho, san Francisco llamó fuertemente: «¡Oh fray León! Si el fraile menor supiese predicar tan bien que convirtiese a todos los infieles a la fe de Cristo, escribe que no está en eso la perfecta alegría».

     Y continuando este modo de hablar por espacio de más de dos leguas, le dijo fray León muy admirado: «Padre, te ruego, en nombre de Dios, que me digas en qué está la perfecta alegría».

     «Figúrate —le respondió san Francisco— que al llegar nosotros ahora a Santa María de los Angeles, empapados de lluvia, helados de frío, cubiertos de lodo y desfalleciendo de hambre, llamamos a la puerta del convento y viene el portero incomodado y pregunta: ¿Quiénes sois vosotros? Y diciendo nosotros: Somos dos hermanos vuestros, responde él: No decís verdad, sois dos bribones que andáis engañando al mundo y robando las limosnas de los pobres; marchaos de aquí; y no nos abre y nos hace estar fuera a la nieve, y a la lluvia, sufriendo el frío y el hambre hasta la noche; si toda esta crueldad, injurias y repulsas las sufrimos nosotros pacientemente, sin alterarnos ni murmurar, pensando humilde y caritativamente que aquel portero conoce realmente nuestra indignidad y que Dios le hace hablar así contra nosotros, escribe, ¡oh hermano León!, que en esto está la perfecta alegría. Y si perseverando nosotros en llamar sale él fuera airado y nos echa de allí con injurias y a bofetadas, como a unos bribones importunos, diciendo: Fuera de aquí, ladronzuelos vilísimos, id al hospital, que aquí no se os dará comida ni albergue; si nosotros sufrimos esto pacientemente y con alegría y amor, escribe, ¡oh fray León!, que en esto está la perfecta alegría. Y si nosotros, obligados por el hambre, el frío y la noche, volvemos a llamar y suplicamos, por amor de Dios y con grande llanto, que nos abran y metan dentro; y él, más irritado, dice: ¡Cuidado si son inoportunos esos bribones!, yo los trataré como merecen; y sale afuera con un palo nudoso, y asiéndonos por la capucha nos echa por tierra, nos revuelca entre la nieve y nos golpea con el palo; si nosotros llevamos todas esas cosas con paciencia y alegría, pensando en las penas de Cristo bendito, las cuales nosotros debemos sufrir por su amor, escribe, ¡oh fray León!, que en esto está la perfecta alegría». 




La perfecta alegría, según San Francisco de Asís